¿Cómo llega el humo de los incendios de California hasta España?

El humo provocado por los devastadores incendios de California, Oregón y Washington ha alcanzado la cornisa cantábrica hasta la zona catalo-balear.

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 17 sept 2020, 16:08 CEST

Además de la devastación de los bosques y el ecosistema terrestre, los enormes incendios están liberando cantidades sin precedentes de dióxido de carbono y contaminación a la atmósfera.

Fotografía de European Space Agency

El rastro del humo de las llamas que han arrasado desde mediados de agosto cerca de dos millones de hectáreas de los bosques de la costa oeste de Estados Unidos, ha viajado miles de kilómetros hasta llegar a los cielos de Europa Occidental, alcanzando el norte peninsular y las Islas Baleares.  Los sistemas de bajas y altas presiones de la atmósfera, que provocan los anticiclones y las borrascas, elevan el humo hasta sus altas capas que lo transportan rápidamente hacia miles de kilómetros de distancia.

Los aerosoles provocados por la quema de la biomasa han viajado tanto hacia Europa como al Pacífico Norte oriental a través de las grandes corrientes de aire, introduciéndose en el chorro polar, una corriente de aire que circula alrededor del planeta de oeste a este a unos 250 kilómetros por hora. Ante la magnitud de los incendios, los modelos de dispersión de aerosoles esperaban la aparición de una pequeña lengua de humo a la altura de las islas británicas que se esparciría por Europa.

Sin embargo, a raíz de la gota fría o DANA (depresión aislada en niveles altos) que afecta estos días la zona balear, una de las ramificaciones del humo ha alcanzado Italia debido al viento noroeste que se acelera a su paso por el valle del Ebro. La bruma causada por los humos se hace visible en nuestras latitudes y en las imágenes satelitales cuando la posición del sol se acerca al horizonte.

Liberación de carbono

Además de la devastación de los bosques y el ecosistema terrestre, los enormes incendios están liberando cantidades sin precedentes de dióxido de carbono y contaminación a la atmósfera. Según un comunicado de Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus de la Unión Europa, este año la intensidad de los incendios ha sido cientos de veces mayor que la media de los datos registrados entre 2003 y 2019.

En 2013, la NASA capturó imágenes con el satélite Terra de las columnas de humo que viajaban desde Canadá hasta alcanzar nuestro territorio y algunas zonas del Mediterráneo occidental.

Fotografía de NASA

“Al ser incendios tan potentes, el humo sube mucho y alcanza varios kilómetros de altura, como en este caso en el que, al interactuar con el chorro polar que circula alrededor del planeta, se ha trasladado desde California hasta Europa”, ha explicado Juan José Villena, experto en meteorología del servicio Meteored, en declaraciones al diario 20minutos.

Las partículas en suspensión que trasladan estas corrientes debido a las grandes columnas de humo generadas, que han alcanzado a una altura de entre 7 y 10 kilómetros, pueden permanecer durante mucho tiempo flotando en el aire.

Los expertos afirman que no es extraño que ante incendios de tal magnitud, la humareda llegue a provocar bruma en ciudades que se encuentran a miles de kilómetros. Así ocurrió en el año 2013, cuando la NASA también capturó imágenes con el satélite Terra de las columnas de humo que viajaban desde Canadá hasta alcanzar nuestro territorio y algunas zonas del Mediterráneo occidental.

Ocurrió también este verano con los incendios de Siberia, cuando una ola de calor impulsada por el cambio climático provocó que las llamas arrasaran un terreno que suele estar demasiado congelado para arder, algo que preocupa a los científicos por temer que se convierta en un fenómeno regular.

En esta línea, los científicos alertan de la cantidad de carbono que emana de estos grandes incendios, especialmente en aquellos que llegan al subsuelo y liberan a su paso gases de efecto invernadero a la atmósfera que aumentan el calentamiento global y la fusión del permafrost en el Ártico, donde los expertos dudan incluso que el ecosistema pueda recuperarse.  

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