¿Qué hacen los animales salvajes durante los incendios forestales?

Los grandes incendios, como los que están arrasando California, pueden herir a algunos animales. Algunas especies huyen, otras perecen, pero algunas prosperan.

Por Redacción National Geographic
Publicado 31 jul 2018, 13:22 CEST
Vaca
Una vaca camina junto a las llamas del incendio del Rim, cerca de la frontera del parque nacional de Yosemite en Groveland, California, el 24 de agosto de 2013.
Fotografía de Noah Berger, Epa
Actualizado el miércoles, 9 de septiembre 2020. Este artículo se publicó originalmente el 14 de septiembre de 2015 en nationalgeographic.com. Ha sido actualizado con información acerca de los recientes incendios forestales de California.

El estado de California atraviesa una temporada de incendios forestales que ha batido récords debido a la combinación destructiva de una ola de calor y vientos intensos. Hasta la fecha, llamas han quemado más de 800.000 hectáreas —la superficie máxima registrada en una sola temporada de incendios— y destruido más de 3300 estructuras. Por otra parte, se han emitido alertas de riesgo de incendios en la costa oeste de Estados Unidos que afectan a los estados de Washington y Oregón, entre otros.

Se desconoce cuántos animales han muerto —los datos no se recopilan de forma constante en las regiones—, pero sí está claro que incluso las especies que han evolucionado para salir adelante en hábitats que arden están afrontando nuevos retos.

Huir o esconderse

«Los animales salvajes tienen una larga relación con el fuego», explicó en una entrevista en 2014 Mazeika Sullivan, ecóloga de ecosistemas de la Universidad Estatal de Ohio. «El fuego es una parte natural de estos paisajes».

Muchas especies necesitan fuego. El calor de las llamas puede estimular la liberación de esporas en algunos hongos, como las colmenillas. Algunas plantas solo granan tras un incendio. Y algunos animales, como el ciervo mulo y el pico ártico, necesitan zonas quemadas para comer y anidar. Sin fuego, estos organismos no pueden reproducirse y cualquier cosa que dependa de ellos se verá afectada.

Los animales de bosque suelen tener la capacidad de huir del calor. Las aves pueden salir volando, los mamíferos corren y los anfibios y otras criaturas pequeñas se refugian bajo tierra, se ocultan en los troncos o se ponen a cubierto bajo las rocas. Otros animales, entre ellos animales grandes como el uapití, se refugian en arroyos y lagos.

Sin embargo, la intensidad de los incendios forestales actuales es algo a lo que ni siquiera las especies adaptadas al fuego pueden hacer frente.

Las temporadas de incendios forestales están alargándose y el fuego arde a más temperatura, se propaga más deprisa y dura más tiempo. Desde principios de los años setenta, la temporada de incendios en el oeste de Estados Unidos ha aumentado de casi cinco meses a más de siete. A medida que el cambio climático provoca el aumento de las temperaturas y empeora las condiciones de sequía, los paisajes son cada vez más secos y más susceptibles a arder.

Más de un siglo de intentos de reprimir incendios forestales se traduce en que, cuando se desatan, arden más deprisa y con mayores temperaturas. Muchos bosques que originalmente se habían adaptado a incendios naturales habituales contienen zonas con vegetación y árboles que no han ardido que sirven de combustible para incendios más peligrosos y duraderos. A los investigadores les preocupa que la mayor frecuencia de las llamas afecte negativamente a las especies adaptadas al fuego, como el pico ártico, que necesita hábitat quemado y sin quemar para sobrevivir.

«Ganadores y perdedores»

Gabriel d’Eustachio, bombero forestal de Australia, contó en 2014 que había presenciado un desplazamiento masivo de pequeños invertebrados que huían de las llamas. «Te invade una ola de bichitos que caminan delante del fuego», contó.

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    Los incendios pueden beneficiar a los depredadores que se alimentan de los animales que huyen. Por ejemplo, se ha observado a osos, mapaches y aves rapaces cazando a las criaturas que tratan de escapar de las llamas. De hecho, varias especies de aves podrían incluso contribuir a propagar los incendios en Australia, según sugieren algunas investigaciones, ya que así pueden hacer que salgan los animales de los que se alimentan.

    «En estas situaciones a corto plazo», como cuando las criaturas huyen de las llamas, «siempre hay ganadores y perdedores», explica Sullivan.

    Un incendio moderado en zonas donde ocurre de forma natural podría incluso aumentar la «dispersión» de los bosques y crear una variedad más amplia de microhábitats, como praderas abiertas o bosque regenerado, según demuestran algunas investigaciones. Contar con biomas diversos sustenta a varias especies de animales y al ecosistema en su conjunto.

    Los científicos carecen de estimaciones precisas del número de animales que mueren cada año en los incendios forestales. Pero no existen casos documentados de incendios —ni siquiera en los más graves— que arrasen con poblaciones o especies enteras.

    Por supuesto, algunos animales mueren por el humo y el fuego al no poder huir lo bastante rápido o encontrar refugio. Los animales jóvenes y pequeños son los que corren más riesgo y algunas de sus estrategias para huir pueden ser infructuosas: el instinto natural de los koalas es subirse a un árbol, por ejemplo, donde podría quedarse atrapado.

    El calor también puede resultar mortal incluso para los organismos enterrados a gran profundidad, como los hongos. Jane Smith, micóloga del Servicio Forestal de los Estados Unidos en Corvallis, Oregón, ha medido temperaturas de hasta 700 grados Celsius bajo los troncos que se queman en un incendio forestal, y hasta 100 grados Celsius a 5 centímetros bajo la superficie.

    Agentes del cambio

    Las zonas silvestres, como los bosques y las praderas, crecen y cambian su composición de forma natural con el paso del tiempo. Un bosque de un año tendrá un conjunto de plantas y animales diferente al de uno de 40 años. Una perturbación como un incendio forestal puede servir de botón de reinicio al hacer que un bosque viejo renazca, según explicó en 2014 Patricia Kennedy, bióloga de fauna y flora silvestres en la Universidad Estatal de Oregón en Union. Y «muchas especies necesitan ese reinicio».

    Un coyote atraviesa la Autopista 120, cerrada por el incendio de Rim, cerca de Groveland, California, el 23 de agosto de 2013.
    Fotografía de Noah Berger, Epa

    Lo que ocurre exactamente después de un incendio depende del paisaje, la gravedad del incendio y las especies implicadas. Pero el fenómeno siempre provoca una serie de cambios a medida que plantas, hongos, microbios y otros organismos recolonizan la tierra quemada. Conforme los árboles y plantas envejecen, la luz y otras características cambian y, por consiguiente, cambia la composición de criaturas de la zona.

    Los arroyos y otras masas de agua que fluyen por una zona quemada también pueden cambiar. El flujo del agua, la turbiedad, la composición química y la estructura pueden verse alteradas. Los peces pueden desplazarse temporalmente y pueden producirse muertes de invertebrados acuáticos a corto plazo, lo que puede afectar a los animales terrestres.

    «El agua y la tierra están muy conectadas», afirma Sullivan.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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