Las nevadas intensas en Europa podrían deberse a la pérdida de banquisa ártica

Un estudio revela un vínculo directo entre la nieve extrema en Europa y la disminución de la banquisa ártica, y sugiere que podría formar parte del problema.

Por Madeleine Stone
Publicado 12 abr 2021, 13:42 CEST
Los peatones cruzan el puente del Milenio de Londres

Los peatones cruzan el puente del Milenio de Londres el 27 de febrero de 2018, durante la nevada conocida como la «Bestia del Este», que sumió gran parte de Europa en un tiempo invernal similar al de Siberia.

Fotografía de Daniel Leal-Olivas, AFP, Getty

A mediados de febrero de 2018, un fuerte sistema de altas presiones se deslizó sobre Escandinavia, trayendo consigo vientos fríos del este que sumieron a Europa en una ola de frío histórica. Las temperaturas árticas congelaron el continente durante semanas; la nieve cayó incluso en Roma. En las islas británicas, las ventiscas de principios de marzo produjeron acumulaciones de nieve de hasta 7,6 metros.

Una nueva investigación sugiere que esta extraordinaria ola de frío, apodada la «Bestia del Este», estaba sobrecargada de nieve gracias, en parte, a la escasez de la banquisa en el mar de Barents, en las costas árticas de Noruega y Rusia. Señala una forma diferente y poco estudiada en que la disminución de la banquisa ártica puede afectar al clima del sur, algo distinto del fenómeno de la corriente en chorro serpenteante que ha recibido tanta atención.

El estudio, publicado el jueves, 1 de abril en Nature Geoscience, utilizó análisis isotópicos, datos por satélite y modelos para rastrear los orígenes de la nieve que cayó durante el fenómeno de la Bestia del Este. Los autores descubrieron que hasta el 88 por ciento, o 140 000 millones de toneladas de nieve, podría haberse debido a la evaporación en la superficie del mar de Barents, donde los niveles de banquisa eran inusualmente bajos aquel año.

Los investigadores señalan que, a largo plazo, la disminución del hielo del mar de Barents en invierno podría llenar la atmósfera de humedad y alimentar nevadas más extremas en el norte de Europa, aunque las nevadas anuales medias disminuyan debido al cambio climático.

«Como las temperaturas invernales están aumentando, el incremento de las nevadas puede parecer contradictorio», explica la autora principal Hannah Bailey de la Universidad de Oulu en Finlandia. «Pero la naturaleza es compleja y lo que ocurre en el Ártico no se queda en el Ártico».

Más evaporación, más precipitación

La idea de que una banquisa invernal reducida puede provocar más nieve no es nueva. El hielo actúa como una tapadera sobre lagos y océanos, impidiendo que el agua subyacente se evapore a la atmósfera. Estudios previos han vinculado la disminución de la superficie del hielo en invierno en los Grandes Lagos de Norteamérica a un repunte de las nevadas por «efecto lacustre», mientras que otros investigadores han utilizado modelos para explorar los lazos entre la disminución de la banquisa, el aumento de la evaporación y las nevadas, sobre todo en la costa de Siberia.

Con todo, pocos estudios han tratado de conectar directamente la pérdida de banquisa ártica, el aumento de la evaporación y un fenómeno meteorológico extremo específico, debido a los retos logísticos de tomar muestras en el Ártico. En particular, el mar de Barents es un foco de pérdida de banquisa en invierno, ya que la superficie máxima del hielo en marzo ha disminuido aproximadamente un 50 por ciento desde 1979. Esto lo convierte en el lugar ideal para explorar estos vínculos.

Y la Bestia del Este, que dejó totales de nieve históricos en Europa septentrional y occidental entre febrero y marzo de 2018, es un buen ejemplo para probar la hipótesis de que la pérdida de hielo en el mar de Barents podría impulsar las nevadas en el sur.

Aquel año, mientras el aire frío de Siberia se desplazaba hacia el este, una cresta anticiclónica se estableció sobre el norte de Escandinavia y el mar de Barents, calentando la superficie del océano hasta 5 grados Celsius por encima de la media. Como el hielo solo cubría un 40 por ciento del mar de Barents en aquel momento, cualquier aire frío y seco que pasara por aquellas aguas relativamente cálidas habría absorbido un montón de humedad, explica Judah Cohen, experto en meteorología ártica en la empresa de consultoría Atmospheric and Environmental Research.

La Bestia del Este en una imagen por satélite del 15 de marzo de 2018. Las franjas de nubes paralelas que se desplazan hacia el sur sobre el mar de Barents indican ráfagas de aire cálido y húmedo que se elevan desde la superficie sin hielo.

Fotografía de NASA, MODIS

Según parece, eso fue exactamente lo que pasó. Gracias a una estación meteorológica que habían instalado en el norte de Finlandia un año antes, los investigadores lograron recopilar datos en tiempo real de los isótopos de oxígeno e hidrógeno presentes en el vapor de agua durante la Bestia del Este. Estos isótopos contenían información acerca de las condiciones en las que se evaporó el agua, lo que permitió a los investigadores rastrear la humedad directamente hasta su fuente: en este caso, el mar de Barents.

Los modelos atmosféricos también respaldaron la idea de que los vientos asociados al brote de aire frío absorbieron humedad del mar antes de descargarla en Europa en forma de nieve, en una serie de tres pulsos desde mediados de febrero hasta finales de marzo.

Bailey explica que, históricamente, la superficie del hielo del mar de Barents ha medido una media de 168 000 kilómetros cuadrados más a finales de invierno de lo que medía en 2018. Sin tanta superficie marina descubierta suministrando humedad a la atmósfera, la Bestia del Este podría haber sido un fenómeno muy distinto con mucha menos nieve. Empleando una herramienta denominada reanálisis, que permitió que los autores crearan modelos de patrones meteorológicos, descubrieron que se habían evaporado 140 000 millones de toneladas de humedad del mar de Barents durante esa ola de frío. En el mismo periodo, cayeron sobre Europa 159 000 millones de toneladas de nieve, lo que sugiere que hasta el 88 por ciento podría haber procedido del mar de Barents.

Cohen, que no participó en el nuevo trabajo, dice que «fue mucho más allá a la hora de solidificar la relación» entre menos banquisa y más nieve frente a investigaciones anteriores. «Lo especialmente novedoso fue el uso de rastreadores [de isótopos] para vincular la nevada con esa región», afirma. «Nunca había visto nada igual».

Una tendencia de nevadas impulsadas por la banquisa

Aunque el estudio se concentraba en un invierno especialmente nevoso, también indica una tendencia a largo plazo.

Empleando modelos atmosféricos y observaciones por satélite de la superficie de la banquisa hasta 1979, los autores descubrieron correlaciones sólidas entre menos hielo en el mar de Barents, más evaporación en la superficie marina y totales máximos de nevadas en marzo más altos en todo en norte de Europa. En adelante, los modelos climáticos sugieren que el mar de Barents podría quedarse sin hielo en invierno para principios de la década del 2060, lo que podría crear una fuente importante de humedad invernal en la región.

El vínculo entre la banquisa y la nevada descrito en el estudio es «el próximo paso lógico» en los planteamientos sobre las repercusiones de un océano Glacial Ártico más expuesto, señala Andrea Lang, científica atmosférica de la Universidad de Albany que no participó en el estudio.

Lang señala que ahora otros investigadores están estudiando los posibles vínculos entre la disminución de la banquisa y el aumento de la actividad ciclónica en el Ártico en verano. Aunque los procesos involucrados son diferentes, la idea de que los cambios en la banquisa pueden afectar directamente al clima es «un tema de actualidad candente», afirma.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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