¿Contribuyó la selva amazónica a la «Pequeña Edad de Hielo» del siglo XVII?

Los científicos han hallado nuevas pruebas mientras analizaban la teoría de que la regeneración de la Amazonia tras la colonización europea afectó al clima global.

Por Tim Vernimmen
Publicado 5 may 2021, 13:28 CEST
Lago Maciel

Una vista del lago Maciel, en la reserva de desarrollo sostenible de Mamiraua en Brasil. El polen hallado en las masas de agua de la selva amazónica revela pistas sobre un breve pero intenso periodo de enfriamiento en el siglo XVII.

Fotografía de Mauro Pimentel, AFP via Getty Images

Se calcula que en el siglo transcurrido tras la llegada de los europeos a las Américas, a finales del siglo XIV, murieron más de 50 millones de personas indígenas debido a las epidemias, las guerras y la esclavitud. Esta tragedia causada por los humanos, también conocida como la Gran Mortandad, también podría haber dejado su huella en el paisaje y el clima.

En un análisis de 2019, investigadores del Reino Unido propusieron que el rebrote de los bosques en los lugares donde los habitantes nativos habían desbrozado la tierra podría haber absorbido y almacenado suficiente carbono como para contribuir al descenso de los niveles de CO2 atmosférico en el siglo XVII. Se cree que esta anomalía fue una de las causas de un periodo muy frío conocido como la Pequeña Edad de Hielo.

Sin embargo, un estudio publicado la semana pasada en la revista Science no ha hallado pruebas de dicha hipótesis en la Amazonia.

Para probar la idea de que los bosques de la Amazonia se recuperaron durante o después de la Gran Mortandad, un grupo de investigadores dirigidos por el paleoecólogo Mark Bush, del Instituto Tecnológico de Florida, y Crystal McMichael, de la Universidad de Ámsterdam, analizó los sedimentos de 39 lagos de la cuenca amazónica.

«Los sedimentos del fondo del lago representan la historia de la zona», explica Bush. «Las capas más antiguas están en el fondo y las más recientes, encima». Empleando la datación por carbono radiactivo para datar cada estrato, los investigadores analizaron minuciosamente las muestras en busca de polen y carbón vegetal. «Esta parte de la Amazonia no arde de forma natural, así que si se encuentra carbón vegetal, es una señal bastante clara de personas», afirma Bush.

El retorno del yarumo

A partir del polen, el equipo identificó plantas que habían crecido cerca del lago en épocas diferentes. Cuando la gente tala el bosque, habrá menos granos de polen en el lago procedentes de los árboles y más de hierbas, pastos y cultivos, señala McMichael. «A menudo encontramos polen de maíz y yuca, pero también de calabaza y batata».

Cuando un lugar queda abandonado en la Amazonia, el primer polen que aparece en el sedimento lacustre es el de los árboles Cecropia que a nivel local se denominan yarumo. «Son árboles larguiruchos», afirma Bush. «Crecen de nada a cinco metros en dos años, tan rápido que están huecos y suelen tener hormigas viviendo en su interior. Duran décadas y después son desplazados por otros árboles. Pero producen una gran cantidad de polen».

El análisis del carbón vegetal y de todos los distintos tipos de polen reveló evidencias de apertura, quema o cultivo del bosque antes de la llegada de los europeos en cuatro de los cinco lagos. «Eso no significa que el 80 por ciento de la Amazonia estuviera deforestada, por supuesto», afirma Bush. «La gente se concentra cerca de los lagos».

Con todo, cuando los investigadores alcanzaron las capas que contenían evidencias de recuperación forestal, la mayoría databan de cientos de años antes de la llegada de los europeos. «Hay mucha variación, pero lo que vemos es que la deforestación es más intensa entre el 350 y el 750 d.C.», afirma Bush. «Después se ralentiza y los bosques empiezan a crecer de nuevo en torno al 1000 d.C.». Sin embargo, durante o después de la Gran Mortandad, las pruebas de rebrote forestal son raras.

Deforestación sin precedentes

Esto sugiere que, al menos en la Amazonia, parece improbable que la regeneración forestal durante y después de la Gran Mortandad contribuyera en gran medida al descenso del CO2 que causó la Pequeña Edad de Hielo, dice Bush «Para que se produzca un cambio significativo en el CO2 atmosférico, tiene que cambiar una gran superficie de la Amazonia al mismo tiempo. No vemos eso en ningún momento del pasado; está extendido en espacio y tiempo».

Esto no significa que no debamos preocuparnos por la actual deforestación en la Amazonia, añade. «La escala de los incendios y la deforestación actuales es mucho mayor, así que creo que hoy, la amenaza de alcanzar un punto crítico en el que la Amazonia se convierta en una fuente y no en un sumidero de CO2 es, por desgracia, muy real».

El geógrafo Alexander Koch de la Universidad de Hong Kong, autor principal del estudio de 2019 que sugiere un vínculo entre la Gran Mortandad y la Pequeña Edad de Hielo, afirma que «los datos del polen solo nos revelan si el bosque volvió a crecer en un lugar específico». Cree que el nuevo estudio «no refuta la hipótesis principal» de su artículo, que se refería a las Américas en conjunto.

Afirma que la nueva investigación supone una contribución importante, pero añade que la influencia de la Amazonia podría haber sido limitada comparada con las regiones de México, América Central y los Andes, donde la disminución de la población fue mayor. «Es probable que gran parte de la Amazonia fuera difícil de alcanzar y se viera menos afectada por las enfermedades y los colonizadores», afirma Koch. En su propio análisis, estima que solo el 4 por ciento del aumento de la captación de CO2 se produjo en la Amazonia.

«La llegada de los europeos a la Amazonia fue un proceso gradual», afirma McMichael. Las repercusiones más devastadoras para los pueblos amazónicos podrían haber ocurrido después de la Gran Mortandad en México o los Andes, donde hay más evidencias de mortalidad elevada poco después de la llegada de los europeos.

Conflicto y enfermedades

Basándose en los nuevos datos que demuestran que la recuperación forestal se produjo cientos de años antes de la llegada de los europeos, Bush y McMichael creen que las poblaciones de la Amazonia probablemente alcanzaron su pico mucho antes de la llegada de los europeos al continente. Creen que la cantidad de personas que vivían en la región podría haber descendido y después se habría estabilizado a un nivel muy inferior mucho antes, dando tiempo a los bosques para recuperarse de las fases más intensas de actividad humana.

Manuel Arroyo-Kalin, arqueólogo del University College London que no participó en el estudio, pero ha usado evidencias arqueológicas para reconstruir tendencias demográficas, está de acuerdo. Señala que las «evidencias etnohistóricas indican claramente un colapso demográfico como consecuencia de la colonización europea», pero añade que su propia investigación también sugiere que el pico de la población amazónica indígena «podría haberse producido siglos antes».

Pero ¿qué podría explicar el descenso de las poblaciones amazónicas indígenas si no hubo invasores extranjeros? En su estudio, Bush y McMichael señalan pruebas de hostilidades en los vecinos Andes entre los años 1000 y 1200 d.C., como «cráneos partidos» y «empalizadas defensivas». Otros investigadores han indicado que hay cada vez más pruebas de asentamientos fortificados en la Amazonia después del año 1200, explica Bush. «Esto sugiere que las personas se juntaban en zonas determinadas, reorganizándose para estar menos dispersas y más orientadas hacia la defensa», afirma, evitando zonas fronterizas y permitiendo que el bosque volviera a crecer en ellas.

También hay pruebas de tuberculosis en los Andes entre los años 1000 y 1300, que podría haberse propagado a la Amazonia a través del comercio. «Es válido preguntarse si las poblaciones amazónicas se habrían enfrentado a retos similares a los de sus vecinos en los altos Andes, que vivían épocas tumultuosas», afirma la antropóloga Tiffiny Tung, de la Universidad Vanderbilt. Tung está investigando la conmoción que afectó a los habitantes andinos, pero no participó en el estudio sobre la Amazonia.

Es difícil integrar datos sobre el polen de lagos de tierras bajas con evidencias de enfermedades o violencia en tierras altas, señala Tung. «Espero obtener mejores datos ambientales de las áreas donde tenemos muchos datos arqueológicos y viceversa».

Eso es lo que buscan Bush y McMichael. «Ahora estamos trabajando con arqueólogos y lo siguiente que queremos hacer es visitar lagos cerca de algunos de sus yacimientos y ver qué podemos sacar de ellos», cuenta McMichael.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

 

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