Por un futuro con agua en España

El riesgo de desertificación amenaza a un 75% de nuestro territorio y está camino de convertir a España en uno de los países más secos del mundo para 2040. ¿Pueden nuestros hogares luchar por el futuro de nuestra agua?

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 2 jun 2021, 23:15 CEST
Evitar el avance del desierto
Con la desertificación amenazando al 75 % de España, el fotógrafo de National Geographic Jaime Rojo viaja a Murcia para conocer a una comunidad que trabaja para devolver el agua a la tierra.

Nuestra huella ecológica en el planeta se extiende; en los próximos 50 años, el efecto del cambio climático en España será desolador sin una acción urgente y transversal. La imagen de las terribles consecuencias de la sequía llega cada año de forma más abrupta a nuestro territorio, un fenómeno cada vez más recurrente que se ve amplificado por la especial vulnerabilidad de la cuenca mediterránea ante el cambio climático. Además del aumento de las temperaturas, el calentamiento global incentiva el ciclo hidrológico y conlleva un clima más extremo; en los lugares más lluviosos del planeta arreciarán las tormentas aún más, mientras que los lugares secos padecerán sequías cada vez más graves.

Esta crítica situación hídrica podría convertir a España en uno de los 33 países con más problemas de abastecimiento del mundo para el 2040, según un informe del World Resources Institute. Sin embargo, las consecuencias de la sequía no son un futurible; hoy, en 2021, existen muchas familias en España que no tienen acceso a agua de calidad. Según la Agencia Estatal de Meteorología, el calentamiento global afecta ya a más de 32 millones de personas en nuestro país, enmarcado en un escenario global donde más de 250 millones de personas sufrirán escasez de agua en 20 años.

La aridez tiñe el paisaje del Desierto de Tabernas, en Almería. El riesgo de desertificación amenaza a un 75% de nuestro territorio, camino de convertir a España en uno de los países más secos del mundo en dos décadas.

Fotografía de Shutterstock

Por nuestra situación geográfica, el cambio climático continúa sumando catástrofes a la larga lista de consecuencias que arrecian el Mediterráneo, uno de los territorios más vulnerables ante el calentamiento global: aumento de seis centímetros de su nivel del mar y 1,4º en su temperatura – casi medio grado más que la media global -, veranos cinco semanas más largos que en los años 80, un aumento del 6% del territorio semiárido, temperaturas más extremas, mayor frecuencia de olas de calor, hasta un 30% menos de precipitaciones, aumento de plagas y enfermedades respiratorias, etc.

En estas circunstancias, se estima que los impactos de la sequía son mayores que los de ningún otro desastre natural, con elevados costes medioambientales, económicos y sociales. Existe además una relación directa entre las zonas con mayor estrés hídrico y aquellas con mayor riesgo de pobreza, lo que ha provocado que en la última década hayamos visto cortes en el suministro de estas áreas de manera regular.

En la última gran sequía, en el 2017, los camiones cisterna que abastecían a los municipios sin agua a lo largo y ancho del país dejaron de ser un servicio puntual para convertirse en un servicio imprescindible para sus habitantes y la economía local. En la España despoblada, el abastecimiento de agua se resiente cada día más en las localidades sin capacidad técnica, generando una situación límite también para el agua subterránea de los acuíferos. Lastras de Cuéllar, en Segovia, o Fuentecantos llevan años sufriendo la falta de agua potable por la contaminación de sus acuíferos.

Antes de la pandemia, las calles del mundo entero bullían al ritmo de los jóvenes que inundaban cada viernes las ciudades en las marchas por el clima. El coronavirus ha relegado la lucha por la acción y la ambición climática a las pantallas, donde sigue su curso a lo largo y ancho del mundo. De manera más silenciosa, pero imparable, avanza el movimiento Youth For Climate con el objetivo de colocar el clima en primera línea política. Los jóvenes son, a la par, uno de los colectivos más vulnerables ante la escasez de agua y el agente clave para lograr un punto de inflexión en esta crisis.

El emprendimiento de los jóvenes en materia de escasez de agua se traduce en la innovación necesaria que dibuje a través de la sostenibilidad un futuro que, hoy, no existe. El talento frente a la escasez del agua pasa por iniciativas tan ingeniosas como diversas. Estas iniciativas van desde la aplicación de inteligencia artificial a la potabilización del agua, como ha hecho Hèctor Monclús Sales en su proyecto DrinkIA, hasta la utilización de apps como eFoodPrint, que indica la huella hídrica y de carbono de la agricultura. Otros ejemplos son la implantación de un sistema híbrido solar para la desinfección de agua y producción eléctrica, creado por Marta Vivar García, o el rastreo con tecnología GPS el agua suministrada por vendedores informales con ‘Water tracking app’, un proyecto de Sonia Hoque, Dustin Garrick, Jane Zhao, Paul Ekwar, Jacob Katuva y Ciff Nyaga.

Ya no el futuro, sino el presente del agua está en manos de los más jóvenes. Y a su alrededor surgen iniciativas como Young Water Professionals o Global Shapers que están trasformando el horizonte de esta crisis. La innovación se vuelve imprescindible para abarcar el mayor desafío al que se enfrenta la humanidad, y lograr el punto de inflexión dependerá de cuánto logremos nutrir nuestro modelo hídrico de nuevos hábitos, tecnologías y modelos de gestión del agua.

Además de los jóvenes, los Objetivos de Desarrollo Sostenible sitúan al sector privado como otro de los grandes agentes del cambio. En esta línea, acciones como la campaña de recogida de agua que ha puesto en marcha la Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL) junto a Finish son un ejemplo de unión contra el despilfarro de agua y de una gestión integrada en el nexo entre la pobreza y el acceso a agua potable y los alimentos. La iniciativa #PorUnFuturoConAgua pretende redistribuir el agua ahorrada con la eliminación del prelavado a familias que no tienen acceso a agua de calidad en aquellas zonas de España con mayor riesgo de escasez hídrica.

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    La estampa de una masía abandonada es un escenario cada día más común en el sur de España. En las zonas rurales, la sequía azota el ámbito social y económico de manera especialmente dura, obligando a las personas a migrar a otros lugares que puedan sustentar su agricultura y, en definitiva, sus hogares.

    Fotografía de Shutterstock

    Además de la acción colectiva, la implicación individual es la pieza clave para lograr la protección de nuestros recursos hídricos. Ante el grave panorama actual, fomentar un profundo cambio de hábitos en la sociedad es un imperativo que necesita de cada uno de nosotros para alcanzar un punto de inflexión en la evolución de nuestra situación hídrica. A día de hoy, cada persona en España utiliza una media de 132 litros de agua al día, 38 litros menos que hace 20 años. Sin embargo, aún se malgasta agua de forma innecesaria, por eso es fundamental que sepamos a dónde va nuestra agua y prestemos atención a pequeños gestos cotidianos que suponen un gran cambio a nivel global:

    1. Cada vez que prelavamos nuestros platos desperdiciamos hasta 47 litros de agua. Si todos ponemos fin a esta costumbre, ahorraríamos hasta 65 mil millones de toneladas de agua al año. 

    2. Cierra el grifo mientras te enjabonas en la ducha o te lavas los dientes; pueden perderse entre 12 y 25 litros por minuto.

    3. Utilizar dispositivos de reducción de caudal en los grifos y duchas del hogar para lograr un consumo domestico diario más eficaz.

    4. Introduce botellas de plástico en tu cisterna para reducir su capacidad. El retrete supone el gasto del 22% de nuestro consumo doméstico.

    5. Utiliza la lavadora o el lavavajillas sólo cuando la carga esté completa. Para hacer la colada, solemos gastar un porcentaje considerable de nuestro consumo total en el hogar.

    6. Reutiliza el agua generada por condensación en los aparatos de aire acondicionado para tareas como la limpieza del hogar.

    7. Pon una papelera en el cuarto de baño para evitar utilizar el inodoro de forma innecesaria.

    8. Evita desperdiciar el agua que dejamos correr hasta que sale fría o caliente. Ten una botella de agua en la nevera para tenerla siempre fresca y, en invierno, recoge el agua en un cubo hasta que salga caliente y utilízala después para regar o fregar. 

    9. Si necesitas descongelar o lavar alimentos, utiliza un bol lleno de agua y reutilízala para regar.

    10. Si tienes jardín o plantas de exterior, riega por la noche para no perder hasta un 30% del agua debido a la evaporación.

    Nuestros gestos más cotidianos tienen un peso esencial en la lucha contra el futuro sin agua que nos depara la evolución actual en España, y son la pieza clave para que demos un giro a nuestra relación con el agua y promovamos un uso sostenible de este preciado y escaso recurso.

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