Un desafío de altura para salvar a las alpacas

En Perú, los pastizales de montaña donde pastan las alpacas, antaño verdosos y florecientes, se están secando a causa del cambio climático; científicos, pastores y activistas se unen para encontrar soluciones.

Por LUCIEN CHAUVIN
Publicado 20 ene 2022, 16:18 CET
Alina Surquislla Gómez acuna una cría de alpaca. Su familia ha trabajado con alpacas durante tres ...

Alina Surquislla Gómez acuna una cría de alpaca. Su familia ha trabajado con alpacas durante tres generaciones y ha sido testigo de los efectos del cambio climático en Perú sobre los rebaños, desde las imprevisibles temporadas de lluvias hasta el agotamiento de los pastos.

Fotografía de Alessandro Cinque

LAGUNILLAS, PERU - Rufino Quico recuerda cuando sus pastos reverdecían cada noviembre con la llegada de las lluvias primaverales en el altiplano andino donde pasta su rebaño de 380 alpacas.

Quico nació en Lagunillas y vive en la misma casa de adobe que sus antepasados. Su familia ha criado alpacas durante generaciones, desde que tiene memoria. Ahora, a sus 57 años, no está seguro de que sus hijos puedan seguir sus pasos, ni siquiera de que su querida aldea, situada a más de 4200 metros sobre el nivel del mar y en la que viven 56 familias de pastores de alpacas, sobreviva en las próximas décadas a medida que el cambio climático vaya modificando el paisaje.

"Nuestros pastos deberían haberse vuelto verdes, pero míralos. Están amarillos y son de poca utilidad para nuestro rebaño", dice, mientras miraba la vasta extensión de pastos primaverales que se marchitan bajo un sol intenso y un cielo azul cristalino en la región de Puno, en el sureste de Perú.

El cambio climático en los Andes ha modificado los patrones meteorológicos de manera que han afectado a las alpacas en todas las etapas de su vida, desde el aumento de la mortalidad de los recién nacidos hasta la reducción de los pastizales donde se alimentan los rebaños. Los cambios bruscos en las precipitaciones, así como el derretimiento del hielo a medida que los glaciares retroceden, están causando estragos tanto en las alpacas como en las comunidades que las crían.

Izquierda: Arriba:

Una cría de alpaca recibe una inyección de medicamentos durante la trashumancia, una migración estacional.

Derecha: Abajo:

La organización no gubernamental (ONG) Descosur conserva una alpaca muerta la noche anterior para su investigación.

fotografías de Alessandro Cinque

La sierra peruana no es exuberante y los registros históricos muestran que las precipitaciones nunca han sido frecuentes ni grandes en cantidad. Pero eran suficientes para mantener a las alpacas. Las alpacas paren sólo en los tres primeros meses del año, durante la temporada de lluvias. Ahora, esa estación, antes fiable, que modera las temperaturas, se ha vuelto errática. Las alpacas son muy sensibles al frío, y las bruscas oscilaciones de temperatura, incluidas las olas de frío que han matado a miles de alpacas, hacen que los rebaños sean vulnerables a las enfermedades y contribuyen a una mayor tasa de mortalidad entre los animales recién nacidos.

Rodolfo Marquina, director de Descosur, una organización sin ánimo de lucro que trabaja en el desarrollo económico del sur de Perú, asegura que los cambios climáticos "tienen repercusiones en todos los aspectos de la cría de alpacas".

Para complicar la situación, el retroceso de los glaciares está reduciendo los caudales de los arroyos que, según los expertos, han mantenido durante mucho tiempo las praderas altas y los humedales durante la larga estación seca entre abril y noviembre. Una hectárea de pastos espesos de pantano, que crecen todo el año, puede albergar fácilmente a 25 alpacas, mientras que una hectárea de pastos regulares sólo es suficiente para que paste un animal, dice Oscar Cárdenas, que dirige los programas de alpacas del Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA), un centro de investigación del gobierno.

"Los glaciares son la base", dice Cárdenas. "Si los pantanos desaparecen, las alpacas desaparecerán con ellos".

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    Oscar Vilca, responsable de los glaciares del sur en el Instituto Nacional de Investigación de Glaciares y Ecosistemas de Montaña de Perú, lleva tiempo dando la voz de alarma. Según el instituto, la cobertura de los glaciares de Perú se redujo de 2400 kilómetros cuadrados en 1962 a 1113 kilómetros cuadrados en 2016, el último año en que se realizó un inventario nacional de glaciares. Representa una reducción del 53% en 54 años.

    "El cambio climático está afectando el potencial hidrológico de la región", dice. "Esto tiene un impacto en las alpacas y en las personas y comunidades que dependen de ellas para su sustento".

    Una larga historia

    En Perú viven unas cuatro millones de alpacas, más del 70% de la población mundial de alpacas, según el INIA. La vecina Bolivia tiene la segunda población más grande, que es menos del 10 por ciento del total. Australia, donde las alpacas fueron introducidas en 1980, ocupa el tercer lugar.

    La alpaca fue domesticada en Perú hace al menos 6000 años. El animal es un miembro de la familia de los camellos y parece robusto, dice Cárdenas, pero el despiste de una sola variable, como la disminución de nutrientes en los pastos, puede diezmar rápidamente las poblaciones. En el siglo XVI, los rebaños atendidos por los incas fueron prácticamente eliminados tras la llegada de los conquistadores españoles en 1532. Sacrificadas para alimentarse y expuestas a enfermedades mortales (principalmente la sarna que trajeron a los Andes las ovejas y cabras importadas por los colonos europeos), las alpacas de Perú fueron eliminadas casi por completo en un siglo. Las poblaciones de alpacas comenzaron a expandirse en torno a 1900, sobre todo por el aumento de la demanda de vellón de alpaca.

    Una vista con dron de la ciudad de Antabamba en la provincia de Apurimac. Antabamba es un importante punto de venta de productos de alpaca para los ganaderos.

    Fotografía de Alessandro Cinque

    Debido al cierre de las fronteras peruanas y a las restricciones de viaje durante la pandemia, los mercados de artesanía elaborada con fibra de alpaca se hundieron. Artesanos como éste que venden artesanía fueron los más afectados por la disminución de turistas.

    Fotografía de Alessandro Cinque

    Cárdenas asegura que el clima cambiante podría no provocar una mortandad tan masiva, pero una consecuencia inmediata podría ser un cambio en el pelaje de los animales, haciendo que el vellón sea menos valioso. Existen dos variedades de alpaca: la huacaya, de pelo corto, y la suri, de pelo largo. Alrededor del 80% de las alpacas de Perú son huacayas, el 12% son suris y el resto son cruces con llamas y vicuñas, un primo no domesticado de la familia de los camellos.

    Los rebaños de alpacas de Perú producen unas 7600 toneladas de vellón al año. Las adultas, que pueden pesar alrededor de 163 kilogramos, producen alrededor de 2 kilogramos de vellón al año. El vellón se clasifica por color y calidad. Hay 22 tonos de vellón, pero el blanco es el más común y el más buscado. El vellón se clasifica en siete categorías de textura, desde la superfina, que alcanza el mejor precio, hasta la corta y gruesa, que se descarta.

    El vellón se utiliza principalmente en prendas de vestir, pero también en mantas y artículos para el hogar. Perú ingresó aproximadamente 106 millones de euros por las exportaciones de alpaca en los primeros siete meses de 2021, a la par de las exportaciones de antes de la pandemia de 2019; la pandemia hizo colapsar la industria del vellón de alpaca en 2020. Las exportaciones van principalmente a China, Italia y Estados Unidos.

    La ayuda está en camino

    En los últimos años, diversos científicos, pastores y activistas han comenzado a probar soluciones para reforzar la supervivencia de las alpacas, lo que a su vez ayudará a salvar a las comunidades, como Lagunillas, que las crían. En el Centro de Investigación y Producción Quimsachata del INIA, con sede en la región de Puno, donde se encuentra la mayor reserva genética de razas de alpacas, el equipo de Cárdenas está trabajando en un proyecto de genética. Está utilizando unos 3200 animales para preservar los genes de las alpacas de color para asegurarse de que los colores no desaparezcan. El centro también se centra en el desarrollo de métodos que ayuden a las alpacas a adaptarse al aumento de las temperaturas en las zonas altas y a prosperar en las zonas bajas.

    "El clima es una locura, inestable, y esto conlleva numerosos problemas. Además de los problemas nutricionales causados por unos pastos más débiles, nos enfrentamos a problemas parasitarios debido al cambio climático. Vemos un aumento de la sarna, los piojos y las niguas en zonas elevadas donde antes no existían", afirma.

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      Una alpaca es esquilada de su vellón.

      Fotografía de Alessandro Cinque

      Durante la temporada de lluvias se colocan chaquetas a las alpacas para protegerlas del frío y las heladas. Las familias que gestionan los rebaños los trasladan a mayores alturas para evitar que las alpacas se coman los pastos que crecen más abajo en las montañas, ya que los animales necesitarán esos pastos más adelante en el año.

      Fotografía de Alessandro Cinque

      Las alpacas pueden sobrevivir a menor altura, y así es como se han expandido los rebaños en lugares como Australia y Estados Unidos, pero su pelaje se vuelve áspero. El vellón puede usarse para gorros y guantes, o para mantas y alfombras, pero no puede hilarse para obtener hilo fino para prendas de alta gama. En temperaturas más cálidas, las alpacas también padecen enfermedades que no se dan en las zonas de montaña y que requieren una medicación cara y difícil de conseguir que puede afectar a la calidad del vellón.

      El INIA también ha estado trabajando con las comunidades para desarrollar soluciones de baja tecnología, como la construcción de establos que puedan albergar a los rebaños y el cultivo de forrajes más resistentes, como el trébol, que pueden complementar la dieta durante la estación seca. El Ministerio de Agricultura lanzó en 2020 un programa de tres años para instalar 2300 establos en comunidades altoandinas.

      Los criadores de alpacas también están trabajando en soluciones. Los que cuentan con terrenos amplios pueden trasladar los rebaños en busca de pastos para el pastoreo. Alina Surquislla, de 35 años, trabaja con su familia para gestionar 500 alpacas en un terreno escarpado de la región de Apurimac, al oeste de Puno. Cuidan del rebaño en las zonas más bajas, alrededor de los 4000 metros, durante la temporada de lluvias, y lo trasladan gradualmente a zonas más altas cuando terminan las precipitaciones y los pastos empiezan a amarillear. Ha llevado a las alpacas hasta los 4000 metros de altura para buscar pastos. Su familia también ha perforado pozos donde pueden encontrar agua.

      Algunas familias de criadores de alpacas deben migrar sus rebaños hacia las montañas cuatro veces al año, ya que el cambio climático hace más difícil encontrar buen alimento para los animales. Las familias pueden verse desplazadas hasta tres meses durante los movimientos estacionales.

      Fotografía de Alessandro Cinque

      En Lagunillas, Cristina Condori, de 49 años, ha dependido de las precipitaciones durante la temporada de lluvias para sus 200 alpacas. Ahora, Condori y su familia han recurrido a tecnología precolombina para construir canales de tierra que atrapan el agua en pequeños depósitos revestidos de plástico para evitar que el agua se filtre en el suelo. También han perforado pozos donde han podido.

      "Mi familia ha tratado de encontrar soluciones, porque este es nuestro medio de vida, y es lo que hemos estado haciendo durante generaciones", dijo.

      Tradicionalmente, las alpacas vagan libremente por los prados. Ahora, según Quico, la comunidad está construyendo vallas por primera vez para gestionar mejor los lugares donde pastan los rebaños y dar a los pastos la oportunidad de rejuvenecer. De pie en los escalones de la pequeña iglesia cerrada con candado de la aldea, miró los picos áridos expuestos en la distancia, ahora libres de su hielo glacial.

      "El cambio climático es alarmante", dijo. "Pero estamos haciendo lo que podemos para adaptarnos. Buscamos constantemente las mejores soluciones".

      Este reportaje, publicado originalmente en nationalgeographic.com fue producido en colaboración con el Centro Pulitzer.

      Con base en Perú, Alessandro Cinque fotografía las consecuencias medioambientales del cambio climático, especialmente en las poblaciones indígenas.

      La National Geographic Society, comprometida con la iluminación y protección de las maravillas de nuestro mundo, ha financiado el trabajo de Cinque. Más información sobre el apoyo de la Sociedad a los exploradores.

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