«El mejor relato del planeta es el planeta mismo»

- David Doubilet

Por Redacción National Geographic
Publicado 26 feb 2018, 11:15 CET
El fotógrafo y explorador David Doubilet ha sido embajador de Rolex desde 1994 y ha realizado casi 70 reportajes para National Geographic. Doubilet fotografió esta pared tapizada de anémonas en un fiordo de la bahía de Bonne, en el Parque Nacional Gros Morne de Terranova, Canadá.
Fotografía de David Doubilet, National Geographic Creative
National Geographic ha producido esta versión ampliada de la sección notas de campo en el marco de su colaboración con Rolex.

Aquellos que exploran el planeta acaban por amarlo, y quienes lo aman desean protegerlo. Este es el espíritu de la nueva colaboración entre National Geographic y Rolex para fomentar la exploración y la conservación. Ambas organizaciones unirán sus fuerzas en iniciativas que apoyen a los exploradores veteranos, den alas a los exploradores emergentes y protejan las maravillas del planeta. En las páginas que siguen recogemos algunas de estas iniciativas.

20.000 LEGUAS DE VIAJE MARINO

Ghislain Bardout

Frente a las costas de Groenlandia, Ghislain Bardout juega con su hijo Robin y su perro, Kayak, sobre la banquisa.
Fotografía de P: LUCAS SANTUCCI, UTP/ZEPPELIN

El matrimonio formado por Ghislain Bardout y Emmanuelle Périé-Bardout ha explorado lo que se oculta bajo el manto de hielo ártico con apoyo de Rolex. Ahora están embarcados en una misión de tres años en la que recorrerán el planeta desde el Ártico hasta la Antártida. A lo largo de los 80.000 kilómetros que abarcará su viaje, bucearán en algunas de las aguas más remotas de la Tierra hasta profundidades raramente alcanzadas por el ser humano. La pareja de exploradores planea estudiar los ecosistemas de la zona mesopelágica, un nivel de profundidad del océano donde apenas llega la luz solar. También pretenden construir una «cápsula» submarina que permitiría a los buzos permanecer varios días sumergidos.

UNA CRUZADA POR LOS TIBURONES EN PELIGRO

Jessica Cramp

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    «Mi investigación depende de la tecnología», dice Jessica Cramp, quien usa localizadores vía satélite para registrar el movimiento de los tiburones. Cada vez que un ejemplar saca la aleta a la superficie, su localización se transmite vía satélite al ordenador.
    Fotografía de Dave McAloney, National Geographic Creative

    Las islas Cook están muy lejos del centro de análisis toxicológico de San Diego donde trabajaba Jessica Cramp, quien, deseando dar un uso más práctico a lo que había estudiado, cambió su trabajo convencional por una vida dedicada a la protección de los tiburones. Fan de Jacques Cousteau desde su infancia, se mudó a Rarotonga, en las islas Cook, en el Pacífico Sur, donde logró a base de movilizaciones que el comercio de tiburones se prohibiese en todo el archipiélago y contribuyó al establecimiento de un santuario de escualos de casi dos millones de kilómetros cuadrados.

    Desde entonces Cramp ha fundado Shark Pacific, una organización para el estudio, la protección y la divulgación de los tiburones. Desde su ordenador, monitoriza vía satélite los desplazamientos y migraciones de estos animales y estudia cuál es la mejor manera de protegerlos. «Me interesa hallar el equilibrio perfecto entre tiburones, peces y humanos. Las personas también somos parte del ecosistema», dice.

    SECRETOS DE LOS GIGANTES DEL MAR

    Brad Norman

    Brad Norman estudia un tiburón ballena en el Parque Marino de Ningaloo, en Australia. Estos peces llegan a medir 18 metros de largo.
    Fotografía de Kurt Amsler, Premios Rolex A La Iniciativa

    El tiburón ballena es uno de los animales más misteriosos del océano, y el biólogo marino Brad Norman lleva casi 25 años desentrañando sus secretos.

    Cada individuo lleva en la piel unos dibujos parecidos a constelaciones que son tan únicos e irrepetibles como nuestras huellas dactilares. Con esta característica en mente, Norman ayudó a un equipo de expertos a reconvertir un algoritmo astronómico en una herramienta que escanea fotos e identifica individuos, algo básico en la monitorización y conservación a gran escala.

    También ha reclutado un ejército de aficionados a la ciencia, niños incluidos. Inspirar a los demás «para que contribuyan a salvar el pez más grande del océano y su ecosistema es a la vez una fuente de satisfacción y un privilegio», afirma el biólogo.

    Norman, Premio Rolex a la Iniciativa, luchó para que el tiburón ballena entrase en la lista de especies amenazadas. Ahora trata de resolver uno de los mayores misterios de sus movimientos: «Trabajamos en un ambicioso proyecto para desvelar sus áreas de cría».

    EMPATÍA CON LOS ANIMALES

    David Gruber

    El biólogo marino David Gruber bucea en las aguas de la isla Pequeño Caimán, en el Caribe.
    Fotografía de Jim Hellemn

    «Intento ver el océano con los ojos de sus habitantes», dice el biólogo marino David Gruber. Esta actitud de curiosidad llevó a este Explorador Emergente de National Geographic a fabricar una cámara submarina que simula la visión de una tortuga.

    Gruber y su equipo comenzaron a trabajar en la cámara en 2015, tras su revolucionario descubrimiento de una tortuga carey bioluminiscente en las islas Salomón. También ayudó a crear otro artilugio que él describe como «una mano robótica blanda». Fabricada casi por completo con caucho de silicona y dotada de «dedos» prensiles y flexibles, el invento le permite recoger y estudiar muestras de coral marino sin dañarlas. Ahora se propone diseñar otros robots blandos para profundizar en el estudio de las medusas.

    En los próximos meses los visitantes de la exposición «National Geographic Ocean Odyssey», que abrirá sus puertas en Nueva York, podrán conocer su trabajo más reciente: un estudio sobre los peces ojo de linterna del Pacífico y cómo se comunican entre sí.

    DEMOCRATIZAR LA OCEANOGRAFÍA

    Shah Selbe

    Shah Selbe (a la izquierda) y el ayudante Aaron Grimes cartografían el litoral californiano con cámaras acopladas a un globo aerostático.
    Fotografía de Shah Selbe

    «Es el momento más emocionante de la historia de las tecnologías de la conservación», afirma Shah Selbe. El año pasado este exingeniero aeroespacial fundó Conservify, un laboratorio para el desarrollo de tecnologías de código abierto –datos de satélite, sensores, drones, aplicaciones móviles– al servicio de los científicos aficionados.

    La empresa crea localizadores GPS de bajo coste que pueden ocultarse entre las aletas de tiburón para así seguir los pasos de su compraventa ilegal. Otro proyecto en cartera: desarrollar un sistema a larga distancia que utilice drones para monitorizar áreas marinas protegidas.

    El laboratorio acaba de presentar un dron que, según explica Selbe, capta «una imagen acústica en tiempo real de la zona circundante, como haría un murciélago, y es capaz de volar en espacios angostos, como cuevas».

    ESCUCHAR LAS PROFUNDIDADES

    Michel André

    Michel André supervisa desde España un proyecto que monitoriza el ruido oceánico. A partir de sus datos pueden tomarse decisiones orientadas a reducir el impacto acústico sobre la fauna marina.
    Fotografía de Josep Maria Rovirosa

    El océano no es tan silencioso como pudiera parecer. A los ruidos naturales de los seres vivos, las tormentas y los terremotos se suman los generados por miles de embarcaciones y operaciones de perforación y dragado submarino. Para animales como ballenas o delfines que se orientan con el sonido, estas cacofonías merman sus capacidades y pueden causar efectos fisiológicos permanentes.

    El experto en bioacústica Michel André, galardonado por Rolex, estudia los sonidos de los océanos en rutas de navegación, puertos transitados y zonas remotas. «Sabemos desde hace décadas que el ruido artificial generado por la actividad humana tiene efectos sobre toda la cadena alimentaria», dice.

    El objetivo de André no es eliminar esos ruidos, sino hallar modos de minimizar sus daños. Su equipo ha desarrollado un sistema llamado LIDO que recoge datos acústicos en 22 observatorios submarinos y los compara con patrones migratorios. Conocer la ubicación de los animales permite a los barcos alterar el rumbo para no perjudicarlos.

    [Artículo publicado originalmente en la revista National Geographic España. Algunos textos en castellano pueden haber sido extractados por motivos de espacio en la edición impresa.]

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