¿Sobrevivirá al coronavirus el movimiento del turismo sostenible?

Los expertos en viajes afirman que la pandemia no detendrá el llamamiento ambiental por menos vuelos y viajes más lentos.

Por Sarah Gibbens
Publicado 22 abr 2020, 15:34 CEST
Aeropuerto Internacional de Malpensa

Los viajeros van a sus puertas en el Aeropuerto Internacional de Malpensa en Milán, Italia, en 2016.

Fotografía de Camilla Ferrari

En 2019, un movimiento medioambiental llamado flygskam o «vergüenza de volar» instó a evitar los viajes en avión. Ahora, una pandemia global nos ha obligado a todos a evitarlos.

El Día de la Tierra de 2020, el cincuentenario de esta iniciativa medioambiental, llega en una época en la que tanto la crisis climática como una crisis sanitaria internacional han obligado al sector turístico a considerara su futuro.

A nivel global, el sector del transporte es responsable de un cuarto de las emisiones de carbono. La aviación equivale a poco más de un dos por ciento y antes de principios de este año la cantidad de personas que volaba en aviones comerciales estaba aumentando de forma constante.

Pero la preocupación por los daños irreparables que provocan las emisiones de carbono de los vuelos ha hecho que un grupo creciente de viajeros cambie sus hábitos. Los defensores de un turismo más verde están seguros de que el brote de coronavirus no lo cambiará.

Una mayor concienciación

Según el Consejo Internacional de Transporte Limpio (ICCT, por sus siglas en inglés), el país responsable de la mayor parte de las emisiones de carbono vinculadas a la aviación es Estados Unidos, seguido de China. Una encuesta del ICCT de 2017 determinó que una pequeña parte de la población produce el grueso de las emisiones de carbono. Para ponerlo en perspectiva, aquel año el 12 por ciento de los estadounidenses representaron el 68 por ciento de los viajes por aire globales; más del 50 por ciento de los estadounidenses contestaron que no habían volado.

Esta disparidad impulsó el movimiento de vergüenza de volar.

«El verano pasado fui en tren a Barcelona. Llevé la bici en el tren, fue fantástico. Fue una forma muy agradable de viajar comparada con toda la jerigonza del aeropuerto», cuenta Clare Farrell, que vive en Reino Unido y es la cofundadora del grupo de acción medioambiental Extinction Rebellion y una defensora notable de limitar los viajes aéreos.

En 2018, Farrell y otros activistas organizaron una huelga de hambre para protestar contra la expansión del Aeropuerto de Heathrow en Londres. La vergüenza de volar adquirió más visibilidad en Estados Unidos el pasado septiembre, cuando la joven activista climática Greta Thunberg cruzó el Atlántico en velero para asistir a la Cumbre sobre la Acción Climática de Naciones Unidas en Nueva York.

¿Ha desembocado el movimiento flygskam en menos vuelos? Depende de a quién le preguntes y de dónde vivas. Una encuesta a 6000 personas en Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania y Francia llevada a cabo por el banco suizo RBS a finales del año pasado determinó que el 21 por ciento de los participantes había optado por volar menos. Esto contraviene las estadísticas que indican que 2019 fue un año de récord para el transporte aéreo en Estados Unidos. Los datos de la Oficina de Estadísticas de Transporte de Estados Unidos indican que 926 millones de personas volaron en 2019, un cuatro por ciento más respecto al año anterior y un nueve por ciento más respecto a los dos años anteriores.

En febrero de 2020, los activistas medioambientales protestaron en Londres, Inglaterra, por la propuesta de expansión del Aeropuerto de Heathrow.

Fotografía de Leon Neal, Getty Images

Scott Mayerowitz, director ejecutivo editorial de la página web de viajes The Points Guy, cuenta que aunque su comunidad de lectores y viajeros es consciente de su huella ambiental, eso no determina si alguien decide viajar. «No cabe duda de que había interés [por reducir la huella de carbono]», explica. «Nadie quiere perjudicar el clima, [pero] nunca ha estado en el centro de los planes de la mayoría de los viajeros».

«Aunque quiera ser verde, el precio es un factor importante», señala Aalia Udalawa, consultora de PKG HotelExperts y ávida viajera. Estima que gastaría hasta un 20 por ciento más en viajes sostenibles, pero afirma que muchas de las opciones más verdes que ha estudiado se salen de su presupuesto.

Estos informes se hacen eco de un sondeo de National Geographic y Morning Consult. En una encuesta realizada justo antes de la pandemia de la COVID-19, preguntamos a nuestros lectores si estarían dispuestos a pagar más para asegurarse de que sus vacaciones son respetuosas con el medioambiente. Una estrecha mayoría del 53 por ciento indicó que no pagaría más (o no tenía una opinión al respecto). Esta instantánea representa la opinión antes del coronavirus. Lo que depara el futuro es un tema de debate.

El reto de ayudar a los viajeros a tomar decisiones sostenibles apareció en otro reportaje de National Geographic de 2019. Según una encuesta realizada a 3500 adultos, aunque un 42 por ciento de los viajeros de Estados Unidos estaría dispuesto a priorizar el viaje sostenible en el futuro, solo un 15 por ciento estaba lo bastante familiarizado con lo que quiere decir «viaje sostenible». La oportunidad futura consistirá en ayudar a los viajeros a concentrarse en prácticas respetuosas con el medioambiente, proteger el patrimonio cultural y natural y apoyar los beneficios sociales y económicos para las comunidades locales, entre otras metas.

Comparando alternativas

A medida que aumenta el interés por opciones de viaje más limpias, también aumentan las opciones. «Hemos visto que un montón de viajeros compara alternativas a los vuelos. Parece que están adoptando un enfoque más holístico sobre su contribución a las emisiones de carbono que antes del año pasado», afirma Shannon McMahon, editora de la revista de viajes SmarterTravel.com, una página propiedad de Trip Advisor.

Ir en tren es una opción ya que, aunque suele tardarse más y costar más, la huella de carbono es menor. Se estima que un vuelo de pasajeros de París a Barcleona genera 238 kilogramos de emisiones de dióxido de carbono, mientras que el mismo viaje en tren emite solo 11 kilogramos.

Dos mujeres en el tren Shinkansen justo antes de que salga de Tokio.

Fotografía de Camilla Ferrari

En Europa, donde surgió este movimiento de vergüenza a volar, los trenes se han promovido como la forma más sostenible de viajar. La infraestructura ferroviaria modernizada, como las mejoras de las vías y las estaciones, respaldan esta opción. En Europa, muchos trenes de pasajeros son eléctricos, sobre todo respecto a los de Estados Unidos, que usan tanto energía eléctrica como diésel. Otro factor importante a la hora de calcular opciones de viaje verdes es cómo genera electricidad un país. Un tren que funciona con electricidad obtenida de fuentes renovables o de la energía nuclear (la mayoría de la producción de Francia, por ejemplo) produce menos emisiones que uno con electricidad generada con carbón.

Las compensaciones de emisiones de carbono son otra opción para los viajeros que quieren ser más respetuosos con el medioambiente. Al sentir la presión de sus clientes, aerolíneas como JetBlue han adoptado programas de compensación para reducir su impacto. Con todo, si esta es una estrategia climática efectiva es un tema de debate. Los activistas medioambientales afirman que las compensaciones nos ayudan a volar sin sentir culpabilidad y sin reducir nuestra huella de forma significativa.

«Es una forma imperfecta de abordar el cambio climático, porque la mayoría de las emisiones proceden de las personas que tienen más dinero y de quienes harían bien en cambiar sus sistemas y hábitos. Fomenta la idea de que puedes pasarle el problema a la próxima generación», afirma Farrell.

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La complejidad de estas decisiones hace que la idea de viajar parezca demasiado desalentadora, pero eso no quiere decir que no valga la pena.

«Es un equilibrio delicado», afirma Mayerowitz. Los viajes emiten emisiones de carbono, pero también enriquecen a las personas y las comunidades. A él, por ejemplo, le encanta practicar senderismo, lo que se traduce en que a veces vuela o conduce hasta la entrada de los senderos. Pero gracias a esos viajes, Mayerowitz defiende los parques nacionales y transmite su amor por ellos a un público más amplio.

Kelley Louise, la fundadora y directora ejecutiva de Impact Travel Alliance, una organización sin ánimo de lucro que fomenta los viajes sostenibles, afirma que en lugar de dejar de viajar, su fundación defiende la innovación. Un concepto se basa en los viajes lentos, una filosofía y una práctica que hacen hincapié en las estancias más largas, los medios de transporte alternativos (como trenes y bicicletas), la inmersión cultural, los alquileres vacacionales y los destinos menos frecuentados.

«Los viajes tienen el poder de transformarte en un defensor de la naturaleza y la conservación. Así que si los profesionales del turismo nos miraran desde sus pedestales y dijeran que lo único que podemos hacer es dejar de viajar, perderíamos todos los componentes hermosos que nos dan los viajes», afirma.

Sobrevivir a la pandemia

Pocas personas o segmentos de la economía global han quedado indemnes ante el brote de coronavirus, algo que se aplica particularmente al sector turístico.

«Nunca ha habido tanta riqueza y conexión en el mundo», dice Mayerowitz sobre la vida precoronavirus. «La rápida propagación de esta pandemia nos demostró lo conectados que estábamos. Había ciudades de segundo nivel en Estados Unidos con vuelos constantes a ciudades de segundo nivel en China».

Pero ¿qué ocurrirá cuando se levanten las prohibiciones de viajar? ¿Se quedará el viaje sostenible en la cuneta en un mundo con riqueza redistribuida y un mayor recelo a la conectividad?

«Los viajes sostenibles llevan años en alza. No solo es improbable que una pandemia global lo cambie, sino que podría hacer que los viajes sostenibles parezcan más importantes que nunca», afirma McMahon.

Aunque las situaciones no son iguales, McMahon indica que el turismo descendió tras los ataques terroristas del 11 de septiembre y durante la gran recesión de 2008. Pero después el turismo se recuperó, primero con viajes locales o regionales y finalmente con viajes internacionales.

«Los viajeros suelen visitar primero lugares cerca de casa —si las tendencias son consistentes— y visitar sus restaurantes locales, se quedan en su región para una escapada de fin de semana o viajan a nivel nacional antes de que vuelva una demanda sólida de viajes internacionales», afirma McMahon.

Mayerowitz afirma que prevé que los turistas buscarán vacaciones que los conecten con los demás. «La gente querrá conectar con viajes locales, excursiones con la familia», explica.

Louise, de Impact Travel Alliance, considera que el movimiento del turismo sostenible se mantiene a la par. Aunque el turismo en masa está vinculado al cambio climático, el sobreturismo y las experiencias turísticas convencionales, Louise indica que el turismo sostenible ofrece una alternativa más sana para las comunidades y el planeta.

«Espero que, cuando la pandemia termine, el sector sea capaz de explorar el mundo con una sensación renovada de conciencia plena, curiosidad y aprecio», afirma.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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