¿Es esta ciudad danesa la capital mundial de los cuentos de hadas?

La ciudad natal de Hans Christian Andersen, Odense, creará un tributo a la historia y la imaginación.

Por Mike MacEacheran
Publicado 23 jun 2021, 13:51 CEST
Mural del escritor Hans Christian Andersen

Un mural del escritor Hans Christian Andersen, del artista Don John, decora una casa en la calle Bangs Boder, en Odense, Dinamarca.

Fotografía de Juliette Robert, Haytham-rea, Redux

Érase una vez un escritor llamado Hans Christian Andersen que redactó cuentos que hicieron soñar a los niños.

Sus relatos más famosos —La sirenita, Pulgarcita, El traje nuevo del emperador y El patito feo— siguen fascinando en la gran pantalla y en los escenarios, mucho después de que los escribiera en el siglo XIX. En Frozen, la adaptación cinematográfica de la obra de Andersen La reina de las nieves, no es ninguna coincidencia que los personajes principales —Hans, Kristoff, Anna, Sven— hagan eco de su nombre.

Ahora hay una nueva forma de apreciar estas historias que definieron todo un género. Tras años de ambiciosa construcción, un museo de 53,6 millones de euros va a inaugurarse en la ciudad natal de Andersen, Odense, en Dinamarca. En palabras de director creativo del museo Henrik Lübker, el museo no es un epitafio de la era pasada de Andersen, sino «un homenaje al mundo relevante y contemporáneo del cuento de hadas».

Los visitantes disfrutan de una actuación en el teatro al aire libre en los terrenos de la casa donde se crio Hans Christian Andersen, el 19 de agosto de 2015.

Fotografía de Jordi Salas, Alamy

El H.C. Andersen’s Hus, inaugurado el 30 de junio y diseñado por el arquitecto japonés Kengo Kuma, escenifica los cuentos de hadas del autor a través de una serie de instalaciones de luz, sonido y arquitectura tanto dentro como fuera. «Este mundo de cuento de hadas no es lineal, es una curva», dice Lübker. «Se trata de esconder cosas y así es como se presenta el museo, a través de espacios secretos y curvas para mantenerte en vilo».

En una instalación que recuerda el anhelo de la Sirenita de formar parte del mundo de arriba, los visitantes ven el cielo a través de un depósito de agua transparente. En la planta superior del museo, las familias pueden crear pociones mágicas, hacer teatro de marionetas, construir un nido de cisnes o dejar que un peluquero interpretado por un actor les coloque una peluca.

Pero, en muchos sentidos, lo que se expone es irrelevante porque la verdadera ambición del museo es inculcar la creencia en el poder de la imaginación. «Los cuentos de hadas abren la posibilidad de transformar el mundo real del lector», dice Dame Marina Warner, novelista, mitógrafa y actual presidenta de la Real Sociedad de Literatura. «Suceden cosas malas, naturalmente, pero siempre se superan. Hay una constelación de ánimo en el propio carácter del cuento de hadas».

Una ciudad de leyenda

Andersen, nacido en 1805, creció en Odense, a dos horas al oeste de Copenhague, y sus calles inspiraron sus mejores obras. Es difícil cruzar una plaza o asistir a un festival en la tercera ciudad más grande de Dinamarca sin despertar la imaginación. Es la expresión perfecta de una ciudad imaginaria, con campanarios picudos como sombreros de bruja, calles torcidas, casas adosadas de colores pastel, jardines reales y un palacio blanco como la nieve.

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    Odense, una ciudad de la era vikinga llena de mitología y encanto de cuento de hadas, está llena de calles adoquinadas.

    Fotografía de Elena Noeva, Alamy

    La historia de Odense, situada en la isla de Fionia, parece un cuento de hadas nórdico. Según la leyenda, la ciudad de la época vikinga era el hogar de Odín, el dios mitológico de la sabiduría, la guerra, la poesía y la magia; sus murallas discurrían paralelas a las orillas del río para defender la ciudad de los invasores costeros. Las ruinas de estos fuertes yacen enterrados bajo la ciudad, al igual que los restos del último rey vikingo de Dinamarca, Canuto IV, que fue asesinado en la iglesia de san Albano, en Odense, en el siglo XI. El atractivo de esta ciudad son los restos vikingos dispersos y el patrimonio de cuento de hadas, no el diseño danés de vanguardia ni la nueva cocina nórdica.

    Sigue las calles adoquinadas donde creció Andersen, desde la casa de su infancia de color amarillo, en Munkemøllestræde, hasta la orilla del río, y descubrirás el Eventyrhaven (literalmente, el Jardín de los Cuentos), con setos recortados, pérgolas y puentes. No muy lejos, un sendero de esculturas de cuentos de hadas inspiradas en Andersen comienza con un bronce del escritor junto al río Odense, antes de pasar por las esculturas de un barco de papel, mariposas con los colores del arco iris, cisnes salvajes, un caballito de mar, una pastora, un deshollinador y una aguja de zurcir hasta llegar a una sirenita. En cierto sentido, la ciudad es como un atlas de los personajes imaginarios de Andersen. 

    Para los visitantes, el H.C. Andersen Hus es la culminación de este mapa literario, un proyecto que se puso en marcha cuando el ayuntamiento de Odense decidió adoptar un plan de gran alcance para renovar el centro urbano. Lo que querían era una oportunidad no solo para replantearse la zona circundante de la casa natal de Andersen, sino también para convertir la ciudad en la capital mundial de los cuentos de hadas.

    ¿Cómo pueden Odense y un reino tan pequeño como Dinamarca presentar este argumento? La respuesta está en la tradición narrativa de sus ciudadanos y su obsesión por el hygge.

    Una influencia duradera

    El concepto cultural danés de hygge ha sido intrínseco a la psique del país desde hace mucho tiempo. Pero se ha convertido en una tendencia de estilo de vida y en una unión peculiar de tropos culturales para fomentar la comodidad y la atención plena: encender velas, acurrucarse con una taza de chocolate caliente o sentarse junto a la chimenea con un libro. Según el profesor Lasse Horne Kjældgaard, director del Centro Hans Christian Andersen de Odense, Andersen es más responsable de la idea de hygge de lo que muchos daneses creen.

    El castillo de Egeskov, ubicado en la isla Fyn, no muy lejos de Odense, era uno de los lugares favoritos de Hans Christian Andersen.

    Fotografía de Manfred Gottschalk, Alamy

    «Los cuentos de hadas se concibieron para ser leídos en alto junto al fuego en un entorno familiar y la tradición se popularizó en Dinamarca en la década de 1830», dice Kjældgaard. «Fueron unos años nefastos de nuestra historia, ya que estábamos en el bando equivocado de las guerras napoleónicas, así que después hubo una tendencia a mirar hacia dentro y centrarse en la vida familiar, en lugar de hacia el exterior, hacia el resto del mundo».

    En palabras de Kjældgaard, Andersen escribió muchos de sus cuentos más leídos durante esta época, convirtiéndose sin saberlo en una fuerza motriz que forjó los orígenes del hygge. «La ironía, por supuesto es que sus textos suelen dar miedo y están llenos de “anti-hygge”», dice Kjældgaard.

    Kjældgaard, que investiga la influencia de Andersen en el mundo, dice que el escritor es también un referente cultural sorprendente en China. «Era uno de los autores favoritos de Mao Zedong y sigue siendo un elemento básico del plan de estudios chino», afirma.

    Una teoría académica sostiene que cuentos como El traje nuevo del emperador, El patito feo y La pequeña cerillera fueron adoptados por el Partido Comunista de China como acusación contra la sociedad capitalista. «En cierto modo, esto explicaría por qué Odense recibe cada año una oleada de visitantes chinos que buscan cuentos», dice Kjældgaard.

    Los turistas fotografían la estatua de «La Sirenita» de Copenhague el 14 de mayo de 2015. La figura en el paseo de Langelinie es uno de los tributos más famosos a las obras de Andersen.

    Fotografía de Rolf Nobel, Visum, Redux

    No todos los países cuentan con un paisaje adecuado para poblarlo con personajes de cuentos de hadas, pero Dinamarca es uno de ellos. Los turistas pueden encontrar muchas puertas a los cuentos de Andersen, desde las dunas cubiertas de brezo de Skagen hasta los robledales llenos de ciervos de Jægersborg Dyrehave. En el campo se puede encontrar el Gisselfeld Kloster, la finca real que inspiró la idea de El patito feo, y los acantilados abundantes en fósiles de Stevns Klint, donde Andersen escribió El cerro de los elfos.

    Busca a Andersen cuando visites el canal de Nyhavn, en Copenhague (donde residió el escritor), los Jardines Tivoli (en los que se inspiró para El ruiseñor) y la estatua de la Sirenita colocada sobre una roca en el paseo de Langelinie.

    De vuelta a la tierra natal del escritor, Fionia alberga unos 123 castillos y mansiones, incluido el castillo de Egeskov, de 450 años de antigüedad, uno de los favoritos de Andersen por sus laberintos de setos geométricos.

    «Si se creara un mapa del mundo, no con fronteras políticas o geográficas, sino para representar la tradición de los cuentos de hadas, habría un contorno enorme alrededor de Escandinavia con Odense en el centro», afirma Warner.

    Puede que los cuentos de Andersen sean más importantes que nunca. «Los niños tienen que afrontar tantos problemas —como la opresión política, el cambio climático o la violencia doméstica— y los cuentos de hadas les ayudan a mantener la esperanza», dice Warner. «Ese es el pilar del espíritu de los cuentos de hadas y el motivo por el que estos y Hans Christian Andersen perdurarán».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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