Prueba el codiciado vino que hizo famosa a esta isla portuguesa

Madeira es célebre por sus paisajes, su historia y su legendario vino, que regó las mesas de los padres fundadores de los Estados Unidos.

Por Mary Winston Nicklin
Ponta de São Lourenço, Madeira

En el extremo oriental de Madeira, la Ponta de São Lourenço compuesta de basalto, árida y azotada por el viento, se adentra en el Atlántico. El espectacular y variado terreno de la isla produce un vino rico y complejo, con una historia muy abigarrada. 

Fotografía de Lukas Babalis, 500px, Getty Images

Según la leyenda, cuando los exploradores portugueses del siglo XV se toparon con una cadena de islas escarpadas y premonitorias -a menos de una semana de navegación desde la península ibérica-, los marineros se refugiaron en sus barcos durante días, petrificados por las bestias con colmillos que imaginaban acechando en los espesos bosques. 

¿Podrían ser estas las Islas Afortunadas esbozadas por los antiguos cartógrafos griegos? ¿O tal vez la legendaria puerta de Plutarco a los Campos Elíseos? 

Resultó que el archipiélago estaba deshabitado y su isla más grande carecía de abundante vida animal, pero el suelo era asombrosamente fértil y pronto se convirtió en un laboratorio rico en nutrientes en el que experimentar con las semillas recogidas en los viajes por todo el mundo. Las variedades de uva del Mediterráneo (malvasía) y de Portugal continental (sercial, verdelho, bual) se plantaron junto a jacarandás sudamericanos y franchipanes polinesios en viñedos que pronto cubrieron la isla. A medida que arraigaron en esta zona, también lo hizo el gusto por el vino único de este archipiélago montañoso. 

Recorre la zona 

Situada en el océano Atlántico, a unos 483 kilómetros de la costa occidental de Marruecos, Madeira es un archipiélago portugués autónomo. La isla principal (también llamada Madeira) es pequeña -apenas unos 56,3 kilómetros de largo y 22,5 kilómetros de ancho-, pero su terreno es diverso. Las playas bañadas por el sol dan paso a un mosaico de terrazas de plátanos, caña de azúcar y viñedos, reguardados por montañas escarpadas y la meseta de Paúl da Serra, cubierta por la niebla. 

La cadena de islas se formó a partir de volcanes submarinos. Sus pronunciados acantilados están surcados con levadas, canales de irrigación históricos que transportan agua dulce del norte de la isla a las granjas del sur.  Algunas levadas atraviesan la laurisilva -el bosque de laurel subsistente más grande del mundo que figura en la lista de la UNESCO-, un vestigio de los bosques primarios que cubrían Europa meridional hace millones de años.  Aquí, la evolución de las plantas sin depredadores ha producido versiones gigantescas que animaron a algunos naturalistas ingleses a dar rienda suelta a su vena poética. 

En una caminata guiada, Gonçalo Vieira de Madeira Experience señala el brezo blanco, el arándano de Madeira y el lirio del valle.  "Estos helechos de tamaño jurásico son fósiles vivientes", explica.  "La especie exacta se halló en forma de fósiles de seis millones de años". El diminuto y colorido reyezuelo, endémico de Madeira, revolotea entre la frondosa vegetación.  Sobre nuestras cabezas pía una pareja de palomas de Madeira, otra especie endémica. 

La Levada das 25 Fontes recorre las levadas de Madeira, canales de irrigación históricos que transportan el agua hacia el sur de la isla. 

Fotografía de MIKEL BILBAO GOROSTIAGA, Alamy Stock Photo

Aunque la Levada das 25 Fontes es quizá la más popular, hay más de 2500 kilómetros de levadas entre las que elegir.  Puedes pedir a tu guía que le lleve por un sendero menos frecuentado.  Una de las mejores se encuentra entre Pico do Arieiro y Pico Ruivo, el tercer pico más alto y el pico más alto de Madeira (con 1818 metros y 1862 metros de altitud respectivamente).  Este reino de altura es el lugar de anidación del petrel freira, una de las aves cuya población es de las más escasas del mundo.  Desde esta posición estratégica, la topografía de la isla se despliega ante usted en toda su inusitada gloria; no se la pierda al amanecer. 

Degusta el vino 

Era el tónico cotidiano de George Washington.  Alexander Hamilton y el resto de los padres fundadores de los Estados Unidos lo eligieron para brindar en ocasiones memorables.  Thomas Jefferson escribía a menudo sobre los "sedosos" vinos de Madeira; más adelante, para celebrar la compra de Luisiana en un brindis en cuatro partes, lo eligió como el vino que representaba Estados Unidos.  James Madison almacenaba barriles de madeira en su ático. 

¿Por qué es tan especial el madeira?  Este vino fortificado -que puede ser seco y disfrutarse como aperitivo o dulce y servirse con el postre- tiene sabores terrosos y a nuez y suele compararse con el caramelo, el azúcar quemado y la piel de cítrico cocida.  Estos sabores proceden de una combinación de variedades de uvas, la mezcla y la oxidación como resultado de las fluctuaciones térmicas a lo largo del tiempo.  Al igual que el oporto, los vinos son duraderos e incluso acumulan matices de sabor a lo largo de décadas (y a veces siglos) de envejecimiento. 

"Los vinos de Madeira viven para siempre", afirma Alberto Luz, sumiller del Belmond Reid’s Palace, refiriéndose a la larga historia de la bebida.  Al principio, este vino era tan misterioso como popular.  Los marineros fortificaban el vino con brandy para que durara en el largo viaje a la India y acabaron descubriendo que el contenido de los barriles sabía aún mejor al final de la travesía.  "Intentaron reproducir lo que ocurría en los barcos, incluso el movimiento de los barriles para comprobar si esa era la clave", explica Luz. "Al final, se dieron cuenta de que era el calor". 

Hay ocho productores de vino de Madeira y algunos, como Barbeito y Henriques & Henriques, reciben a visitantes en excursiones y catas.  En el fascinante museo del Blandy’s Wine Lodge en Funchal, la guía Sofía Marques nos dice "bienvenidos al cielo" mientras muestra los barriles envejecidos, no en bodegas, sino en áticos, que imitan los almacenes sofocantes de los buques históricos.  Blandy’s ofrece un menú que cambia constantemente en su pequeño restaurante. Prueba los maridajes de madeira, como el Bual 10 Years servido con cerdo ibérico sobre un carpaccio de piña, batatas locales y una pera remojada en madeira. 

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    Las uvas crecen en el suelo volcánico de Madeira.  "Aquí todo crece sin parar", afirma João Pedro Machado, enólogo del viñedo de Barbusano. 

    Fotografía de Luis Davilla, Getty Images

    El vino de Madeira desapareció de las mesas estadounidenses tras la promulgación de la Ley seca.  Ha retornado en la actualidad, sobre todo en cócteles mezclados con madeira.  Pero beber un madeira puro y sin adulterar es como beber historia en una copa,  y una historia más bien extraordinaria:  en 2015, se descubrió en el Museo Liberty Hall de Nueva Jersey un alijo de damajuanas y cajas de vino de Madeira de hacía siglos, que se había acumulado en la época de la Ley seca. Una de estas botellas, que databa de 1796, fue subastada por Christie por casi 16 000 euros y aún se puede beber. 

    Planifica tu viaje 

    Cómo llegar: Iberia tiene un vuelo directo a Madiera desde Madrid, pero sino TAP Air Portugal ofrece vuelos directos desde Lisboa, donde es el punto más fácil en el que hacer escala antes de volar a Madeira, donde los aviones aterrizan en el aeropuerto Cristiano Ronaldo junto al mar, llamado así por el célebre futbolista autóctono de la isla. 

    Boats leave the harbor of Câmara de Lobos, a fishing village just west of Funchal, capital of Madeira. From Funchal, visitors can explore the island’s rich vineyards and stunning vistas.
    Fotografía de Juergen Sack, Getty Images

    Dónde alojarse:  Funchal, la dinámica capital de Madeira, es la base perfecta.  En la Quinta da Casa Branca puedes dormir en la mansión histórica de los antiguos mercaderes de vino de Madeira (Leacock aún existe como marca hoy en día).  Los jardines botánicos del hotel, plantados con más de 260 especies, son exquisitos; las terrazas de plátanos bordean la piscina alimentada por las levadas. Los jardines de su hotel hermano, Quinta Jardins do Lago, son igualmente hermosos. 

    Prueba los cócteles de madeira del barman Luis Sousa en el legendario Belmond Reid’s Palace (fundado en 1891), ubicado en un acantilado con vistas a la bahía de Funchal. El Churchill, que se llama así por su huésped más famoso, mezcla vodka Absolut con verdelho de 10 años. Justo al lado, la piscina infinita del estiloso Les Suites at Cliff Bay parece flotar sobre la bahía de Funchal. 

    Qué hacer: Si estás cansado de flotar en las piscinas naturales de Porto Moniz, en el litoral noroccidental de Madeira, viva una aventura que hará que fluya la adrenalina, como el barranquismo, el submarinismo, la escalada en roca o las carreras de montaña (la isla celebra la Madeira Island Ultra Trail race, o MIUT, en abril.) 

    Madeira, abundante en cultura y amante de las fiestas, celebra eventos durante todo el año, como el Festival del Vino de Madeira a principios de septiembre. Hay actuaciones folclóricas, una vendimia tradicional y un desfile que muestra la historia del vino de Madeira. Descubre anécdotas graciosas sobre el vino y datos sobre Madeira en una excursión a pie por Funchal o explora los viñedos de la isla con Wine Tours Madeira. La guía Sofía Maul destaca las mariposas monarca que revolotean por los jardines de Funchal. 

    "Quizá las conozcan más por su gran migración en Norteamérica, pero una tormenta las trajo hasta aquí y no vieron motivo alguno para marcharse", cuenta Maul. 

    Mary Winston Nicklin es una escritora independiente y editora con base en París. Puedes encontrarla en Twitter.
    Este texto fue publicado originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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