Estos científicos usan sopladores de hojas para estudiar la selección natural

Seis semanas después de que dos huracanes se extendieran sobre el Atlántico, unos investigadores regresaron a unas islas caribeñas para averiguar cómo habían sobrevivido los lagartos restantes.

Por Elaina Zachos
Publicado 2 ago 2018, 10:32 CEST
Estos científicos usan sopladores de hojas para estudiar la selección natural

El año pasado, el biólogo Colin Donihue viajó a Turcas y Caicos para estudiar una iguana de roca en peligro de extinción. Después de concluir su investigación en Pine Cay y Water Cay, se dirigió al norte. Menos de una semana después, se produjo el desastre: dos huracanes afectaron a estas islas.

«Cuatro días después de marcharnos, llegó el huracán Irma», afirma Donihue, investigador posdoctoral en la Universidad de Harvard y el Museo de Historia Natural de París. El huracán María lo siguió poco después.

Las islas sufrieron una destrucción masiva, pero en plena tragedia, Donihue y su equipo hallaron una oportunidad para estudiar la resiliencia de la naturaleza. Seis semanas más tarde, volvieron a las islas para estudiar por qué determinados lagartos anoles habían sobrevivido a las tormentas.

«Cuando nos dimos cuenta de que teníamos esta oportunidad, volvimos con un par de hipótesis en mente», afirma Donihue. «Si hay algo que ayude a un lagarto a sobrevivir a un huracán, es probable que sea algo relacionado con cómo se agarra a las superficies».

Aferrándose a la vida

Primero, los investigadores determinaron que los lagartos soportaban las tormentas agarrándose a los árboles. Dedujeron que las marejadas harían que refugiarse entre las raíces de los árboles fuera demasiado peligroso.

Para el experimento, los investigadores capturaron a 47 lagartos Anolis scriptus y los llevaron al laboratorio. A continuación, colocaron a cada lagarto en una vara de madera —que remplazaba la rama de un árbol— y la apuntaban con un soplador de hojas. Los científicos fueron aumentando de forma gradual la velocidad del viento de la máquina para imitar los vientos de un huracán, orientándola hacia el lagarto hasta que se soltara de la vara.

Los investigadores colocaron redes y almohadillas protectoras bajo los lagartos para garantizar que no sufrieran daños durante el experimento. Tras una prueba con cada uno, liberaron a los reptiles en sus hábitats originarios.

«Empleando un soplador de hojas para simular los vientos huracanados fue muy creativo, inteligente e inventivo», afirma Amber Wright, profesora de ecología en la Universidad de Hawái en Manoa. Wright no participó en la investigación.

«Para mí, lo que resulta interesante del estudio es que vincula los rasgos a la supervivencia a través de un mecanismo específico: la capacidad de aferrarse a un punto y ser un objetivo pequeño», continúa Wright. Esto ayuda a los biólogos a predecir qué da a los lagartos una ventaja a la hora de sobrevivir a una tormenta y, en última instancia, qué rasgos tienen más probabilidades de transmitirse mediante la selección natural.

Donihue y sus colegas suponían que las almohadillas más grandes en los pies y las patas más largas ayudarían a los lagartos a ferrarse a la vara. Y, en parte, no se equivocaban: los lagartos que sobrevivieron tenían almohadillas más grandes y patas delanteras más largas, pero sus patas traseras eran más cortas que las delanteras.

«No se nos ocurrió qué implicarían unas patas traseras más cortas», afirma Donihue.

Tras analizar el vídeo del experimento, los investigadores se dieron cuenta de que los lagartos perdían el agarre con las patas traseras antes que con las patas delanteras, más largas.

Entonces ¿no deberían ser capaces de agarrarse con más fuerza los lagartos con patas delanteras y traseras más largas? Donihue dice que no está del todo claro, pero que crezcan más en general podría tener sus desventajas. «Los lagartos más grandes son más fuertes, pero también corren el riesgo de atrapar más viento», afirma.

Desafiando las tormentas

Los grandes fenómenos, como las tormentas o la aparición de un nuevo depredador, pueden devastar a un gran número de animales, acelerando el proceso normal de selección natural por el cual los supervivientes transmiten sus genes. Por ejemplo, se ha observado selección rápida en determinados mejillones cuyas conchas se engrosan para protegerse frente a cangrejos depredadores, según explica por email Tracy Langkilde, bióloga de Penn State que no participó en la investigación. Además, el tamaño de la cabeza de algunas serpientes disminuyó rápidamente a lo largo de generaciones para protegerse frente a los sapos de caña venenosos e invasores.

«El estudio de Donihue es uno de los primeros que proporcionan pruebas de que los fenómenos meteorológicos extremos pueden imponer la selección rápida a las especies», continúa Langkilde. «Da incentivos para que otros pongan a prueba estos efectos en otras especies».

Wright añade que, aunque los detalles del estudio no pueden aplicarse necesariamente a otras especies, la metodología es fundamental. Si los investigadores estudian a otras especies en relación a cambios medioambientales determinados, los futuros estudios podrían contribuir a entender cómo responden los animales a los desastres naturales.

«Ser capaz de generar este tipo de predicciones es importante para gestionar las poblaciones y desarrollar modos de aumentar la resistencia ante el aumento predicho de fenómenos extremos debido al cambio climático», afirma Wright por email.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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