Descubierta una nueva especie de ardilla voladora que podría resolver un misterio evolutivo

Te presentamos a la ardilla voladora de Humboldt, la especie norteamericana recién descubierta que es todo un misterio para los científicos.

Por Virginia Morell
Publicado 9 nov 2017, 4:17 CET
La ardilla voladora de Humboldt
La ardilla voladora de Humboldt es la tercera especie de ardilla voladora descubierta en América del Norte.
Fotografía de Nick Kerhoulas

Una nueva especie de ardilla voladora ha sido descubierta en el noroeste del Pacífico. Se le ha dado el nombre de ardilla voladora de Humboldt, en honor al célebre naturalista Alexander von Humboldt.

El descubrimiento implica que en América del Norte viven tres —y no dos— especies de estas planeadoras peludas. Esto cambia nuestro conocimiento previo sobre la evolución de estas ardillas y sobre cómo se extendieron a lo largo del continente, según informan los científicos responsables del hallazgo en Journal of Mammalogy.

La nueva especie es la 45ª ardilla voladora de la Tierra, y también se suma al cálculo en curso de la biodiversidad de nuestro planeta, una tarea cada vez más urgente si tenemos en cuenta el ritmo acelerado de las extinciones.

Los científicos quieren investigar a fondo el papel que tienen estos animales planeadores en sus ecosistemas. También quieren evaluar su estado en la naturaleza, sobre todo porque se encuentran en áreas donde viven búhos manchados, especie amenazada que con frecuencia se alimenta de ardillas voladoras —probablemente también de esta nueva especie—.

El año pasado, el Servicio de Pesca y Fauna Silvestre de los Estados Unidos denegó la condición de especie en peligro de extinción a una población de ardillas en el sur de California, y todavía no está claro si la designación de esta nueva especie afectará a la decisión.

«He estado devanándome los sesos con estas ardillas desde 1992», nos cuenta Brian Arbogast, mastozoólogo en la Universidad de Carlonia del Norte en Wilmington y autor principal del estudio. «Había algo raro en los ejemplares de la costa oeste».

De hecho, todas las ardillas voladoras son un poco extrañas. Para empezar, no vuelan sino que planean utilizando una membrana a ambos lados de su cuerpo que va desde la muñeca al tobillo y que actúa como un paracaídas. Cuando saltan hacia un árbol, extienden su cuerpo formando un cuadrado (un diseño que han copiado algunos profesionales del salto base) y pueden llegar a recorrer 45 metros en un solo salto con gran precisión.

Emplean sus amplias colas peludas para dirigir su vuelo y frenar, reduciendo la velocidad antes de llegar a su punto de aterrizaje. Suelen circular por el bosque de noche para evitar a los depredadores y buscar bayas, frutos secos, setas y huevos de pájaros. Durante el día, duermen en los agujeros de los árboles que rellenan de liquen y musgo. Estos diminutos animales nocturnos son prácticamente inaudibles para nuestros oídos. Son los seres más sigilosos de nuestros bosques y animales sin valor comercial, razón por la que quizá son tan apreciados entre aquellos lo suficientemente afortunados como para verlos.

Aunque Arbogast y sus colegas han sido algunos de estos afortunados, no descubrieron a la nueva ardilla mientras trabajaban en la naturaleza, sino a través de un estudio genético combinado con un análisis de la historia de estos animales y de los mapas de sus hábitats, entornos que han cambiado a medida que los glaciares y los bosques se expandían y se contraían.

Galería de fotos: Ardillas

Una de las dos especies norteamericanas que se conocían previamente, la ardilla voladora del sur (Glaucomys volans), se puede encontrar en poblaciones aisladas en México y América central, así como en todo el este de Estados Unidos. Suele establecer su refugio en bosques caducifolios de especies de hoja ancha (bosques latifoliados).

La otra especie, la ardilla voladora del norte (G. sabrinus), vive en los bosques boreales de coníferas del noreste de Estados Unidos, Canadá y Alaska. También se encuentra a mayor altitud en los montes Apalaches, las montañas Rocosas, al este de Oregón y al este del estado de Washington.

Los biólogos solían clasificar a las ardillas voladoras de California y de la costa noroeste del Pacífico junto con las ardillas voladoras del norte. Pero Arbogast, que ha estudiado la ecología y la genética de las dos especies, empezó a hacerse preguntas sobre las planeadoras de la costa oeste cuando examinaba especímenes de museo recogidos a principios del siglo XX. En muchas ocasiones, estos eran más pequeños y oscuros que las ardillas voladoras del norte, algo desconcertante.

Normalmente, estas diferencias no serían suficientes para identificar una nueva especie. De hecho, como señala Arbogast, el rasgo físico a partir del cual los científicos distinguieron a la ardilla del norte de la del sur —el báculo o hueso del pene, fuerte y puntiagudo en la especie del norte, y más largo en la especie del sur— no es un impedimento para que ambas especies se apareen y produzcan híbridos al sureste de Canadá.

«Fue todo un shock cuando me informaron», dijo acerca del híbrido de ardilla del sur y del norte. El nuevo estudio de Abrogast demuestra, de hecho, que ambas especies se encuentran estrechamente relacionadas, formando un grupo o taxón hermano, según afirman los científicos.

La otra sorpresa llegó cuando los científicos analizaron el ADN de muestras óseas y de tejidos obtenidas a partir de los especímenes de museo de ardilla voladora occidental. También examinaron el ADN de muestras más frescas proporcionadas por cazadores, que en muchas ocasiones encuentran a estos animales en trampas que colocan para las martas.

«Pensamos que las ardillas occidentales se habían separado de la especie del norte debido a los ciclos glaciales», afirma Arbogast. Después de la retirada del hielo, que recubría gran parte de América del Norte, las ardillas se habrían reunido de nuevo para aparearse, un acontecimiento que hubiera dado pie al «flujo genético» entre los dos grupos y que se habría detectado en el ADN de los animales.

Eso fue básicamente lo que ocurrió con las ardillas del sur y del norte. A medida que el hielo se extendía hacia el sur, las ardillas también fueron desplazadas hacia el sur, aislándose geográficamente de las otras. Posteriormente, cuando el hielo se derritió y los bosques crecieron hacia el norte, ambas especies avanzaron rápidamente hacia el norte. Las ardillas del norte también se expandieron hacia Alaska y hacia la costa oeste de Canadá, estableciendo así contacto con las ardillas occidentales.

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Sin embargo, pese a dicho contacto, el nuevo estudio demuestra que no existió un flujo genético entre la especie del norte y la occidental, ni siquiera en lugares como la Columbia Británica y Washington, donde vivían las unas junto a las otras. «Por la razón que sea, no se aparean entre ellas», afirma Arbogast. «Quizá porque no pueden».

Arbogast sospecha que estos planeadores de la costa del Pacífico tuvieron una experiencia diferente durante el periodo glacial y quizá se aislaron en las regiones meridionales de la costa del Pacífico. Por alguna razón que se desconoce, su expansión hacia el norte y el este a medida que el clima empezó a templarse no fue tan rápida ni extensa como la de las especies del norte y del sur. Y pese a que también viven en bosques de coníferas en el norte, sus hábitats son en general más húmedos, oscuros y templados que los bosques del interior del continente, más fríos.

Un animal misterioso

El análisis del ADN de 185 ejemplares a lo largo de América del Norte confirmó la idea de Arbogast sobre las ardillas de la costa oeste. Eran lo suficientemente diferentes y extrañas para ser clasificadas como nueva especie: G. oregonensis o ardilla voladora de Humboldt.

«Son lo que llamamos una ‘especie misteriosa’, aquella que permanece escondida a la vista de todos porque se parece tanto a otras especies que nunca averiguarías que se trata de una especie diferente», explica.

Actualmente, los científicos emplean regularmente fragmentos de ADN para detectar nuevas especies cuyas características no son evidentes a simple vista.

Pero el descubrimiento de Arbogast supone mucho más que eso, según afirma Peter Weigl, ecologista de vertebrados y profesor emérito de la Universidad Wake Forest, en Winston-Salem (Carolina del Norte). «Tiene su estudio genético, pero también ha mostrado cómo han cambiado su geografía, su clima y su vegetación a través del tiempo. Es la historia al completo».

Ahora el gran desafío consiste en «averiguar qué están haciendo las ardillas de Humboldt y las ardillas del norte», dice Weigl. «¿Qué es lo que las mantiene separadas? ¿Es la ecología o son sus comportamientos? ¿Están especializadas de tal manera que no están compitiendo?».

Responder a estas preguntas es importante para la conservación de cada especie. Podría ser, por ejemplo, que una de las especies se encuentra más comúnmente en zonas espesas de bosque primario, mientras que la otra se encuentra tanto en bosque primario como en zonas boscosas más abiertas y «jóvenes». Y la última pregunta de Weigl es igualmente importante: «¿Cómo las diferenciamos?».

«Eso es algo en lo que todavía estamos trabajando», explica Arbogast. Él y sus colegas están analizando en profundidad los especímenes de museo y también intentarán atrapar ardillas para estudiarlas y ver si pueden identificar alguna característica clave que las distingue.

«Ahora mismo, la forma más fácil de hacerlo es mediante la genética o la geografía». Así que si tienes la buena suerte de ver por la noche a una ardilla oscura del tamaño de la palma de la mano, en vez de una ardilla más gris y de mayor tamaño, planeando por los bosques plagados de musgo de la costa de Oregón, puedes presumir de haber visto una ardilla voladora de Humboldt, el nuevo mamífero de América del Norte.

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