Los "ositos de peluche" que viven en los árboles

Además de pájaros y ardillas, hay otros animales singulares e impresionantes que pasan toda su vida en las alturas.

Por Liz Langley

Todos sabemos que las aves y las ardillas pasan su vida en los árboles, aunque seguro que se te ocurren otros ejemplos más exóticos, como los koalas. Por eso hoy respondemos a la pregunta: ¿cuáles son las criaturas más inusuales y subestimadas que viven en los árboles?

CANGURO ARBORÍCOLA

Los brazos de estos animales de Australia y Nueva Guinea son mucho más fuertes que los de sus famosos parientes, los canguros rojos y grises. Sus garras son grandes para ayudarles a agarrarse y sujetar cosas, según nos contó por email Trevor Holbrook, coordinador del Programa de Conservación del Canguro Arborícola, con sede en el Zoo Woodland Park de Seattle.

Su hábitat de bosque nublado, amenazado por la destrucción y la fragmentación, es «extremadamente accidentado, escarpado, húmedo y con una densa capa forestal», lo que hace que estos animales sean difíciles de estudiar, afirmó Holbrook.

También se les da bien disfrazarse. Por ejemplo, el canguro arborícola de Huon tiene un «pelaje entre rojo y marrón que se camufla con el musgo que crece en los árboles», explicó Holbrook.

Para saber más: Canguro gris oriental

MANTURÓN

Estos animales del sureste asiático han desarrollado características para adaptarse a la perfección a la vida en los árboles, como un tobillo flexible que rota 180 grados y una cola prensil con una «parte al descubierto al final» que les proporciona una tracción adecuada, según nos explicó por email Joanna Lambert, bióloga de la Universidad de Colorado, Boulder.

Su clavícula flexible sirve como soporte para su tren superior cuando se mueven por las ramas, y sus ojos orientados al frente les permiten una «excelente percepción de la profundidad, importante para estimar la distancia entre las ramas».

Otro hecho curioso del manturón: su orina huele como palomitas de mantequilla recién hechas.

RANA ARBORÍCOLA DE HELEN

La rana arborícola de Helen es una de las 90 especies de ranas voladoras, famosas por moverse de árbol en árbol. Sus «enormes ancas unidas por membranas actúan como paracaídas cuando se desplazan entre las copas de los árboles», nos contó por email Jodi Rowley, bióloga en el Australian Museum.

Rowley descubrió a las ranas arborícolas de Helen en 2009 y nombró a la especie en honor a su madre. Estos anfibios, que viven en los bosques bajos del sureste asiático, bajan de los árboles para reproducirse y ponen sus huevos en las hojas que cuelgan sobre charcas de agua temporales. Después, según dice, los renacuajos saltan a estas charcas.

ORANGUTANES Y GIBONES

Los primates son los mamíferos más arborícolas, habiendo vivido sobre las ramas durante 55 millones de años, según nos explicó Lambert. Esto también nos incluye a nosotros, aunque nos hemos vuelto terrestres, como nuestro pariente el chimpancé.

Los orangutanes del sureste asiático son los moradores de los árboles más grandes del mundo, con un peso superior a los 80 kilos. Como compensación a sus enormes cuerpos, emplean un mecanismo que Lambert describe como «trepar a cuatro manos con precaución: utilizan las dos manos y pies para agarrarse a las ramas mientras se mueven».

Los gibones, que viven en Asia meridional, son totalmente opuestos. Estas 12 especies son las únicas «que realmente usan la braquiación», lo que significa que se balancean de árbol en árbol solamente empleando sus brazos. Sus hombros anchos y flexibles también les ayudan a saltar hasta 6 metros entre las ramas.

ARDILLAS VOLADORAS

Las ardillas voladoras de Norteamérica construyen madrigueras, duermen y tienen a sus crías en cavidades en los árboles, según nos ha explicado por email  Marne Titchenell, especialista de programas de vida salvaje en la Universidad estatal de Ohio. Los mamíferos descienden para buscar alimento, como frutos secos, bayas o insectos.

Planean de árbol a árbol gracias a su patagio, un colgajo de piel que va desde la muñeca hasta el tobillo. Una capa muscular mantiene el colgajo cerca de sus cuerpos cuando no están volando. Sus afiladas garras les ayudan a clavar el aterrizaje.

Como la ardilla voladora compañera de Bullwinkle, pero sin gafas de aviador.

 

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