Análisis de ADN demuestran que las leyendas del yeti se basan en estos animales reales

Los análisis de muestras que pertenecen supuestamente al yeti también ofrecen información valiosa sobre el historial genético de los raros osos del Himalaya.

Por John Pickrell
Publicado 29 nov 2017, 13:51 CET

Cuenta la leyenda que, entre los picos nevados de Nepal y el Tíbet, vive una misteriosa criatura simiesca conocida como el yeti. El yeti, que supuestamente es una imponente figura humana cubierta de pelo enmarañado, sigue entusiasmando a los creyentes más devotos que todavía conservan la esperanza de que aparezcan pruebas que demuestren que esta bestia es real.

Ahora, el análisis del ADN de varias supuestas muestras del yeti —entre ellas pelo, dientes, piel y heces— demuestra que las historias se basan en animales reales que viven en las altas montañas. Los resultados, publicados esta semana en Proceedings of the Royal Society B, suponen la mejor prueba de que la leyenda del yeti tiene su origen en los osos del Himalaya y en los osos pardos.

Charlotte Lindqvist, directora del estudio de la Universidad de Buffalo en Nueva York, y su equipo examinaron nueve muestras del yeti del Himalaya conservadas en museos y colecciones privadas. Una era un diente de un espécimen disecado en el Museo Reinhold Messner en Italia. Otra era una muestra de pelo de una supuesta pata de yeti que se había convertido en una reliquia religiosa en un monasterio.

Su detallado análisis de ADN demuestra que el diente pertenecía a un perro doméstico, mientras que el resto de las muestras claramente pertenecían a subespecies de oso pardo del Himalaya y del Tíbet y del oso negro asiático (Ursus thibetanus). Los resultados ofrecen una ventana a los orígenes de las historias del yeti, que se llevan relatando durante siglos.

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«Analizar muestras del yeti y demostrar que la mayoría procede de osos proporciona una conexión entre los mitos que hablan de un hombre salvaje y una criatura real que a veces puede ser aterradora», afirma Ross Barnett, biólogo evolutivo y experto en ADN antiguo de la Universidad de Copenhague, en Dinamarca.

El análisis también ha permitido al equipo crear un nuevo árbol familiar de subespecies vulnerables de osos asiáticos, algo que puede resultar útil en los esfuerzos por proteger a estos animales.

Una leyenda que persiste

Lindqvist, que actualmente es profesora asociada visitante en la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur, se interesó por la tradición del yeti por un malentendido científico.

Había participado en el descubrimiento y el análisis de la mandíbula de un oso polar de 120.000 años descubierta en la Noruega ártica en 2004. Casi una década después, vio que su trabajo aparecía citado en un estudio de la Universidad de Oxford que vinculaba la mandíbula del oso polar a los restos del yeti.

Según el estudio publicado en 2014, ahora polémico, dos muestras de piel de yeti de Bután y del norte de la India coincidían con el ADN de este oso polar antiguo. El equipo que realizó este análisis argumentó que un híbrido de oso polar y oso pardo podría encontrarse con vida en las cumbres nevadas. Sin embargo, Lindqvist no estaba convencida y decidió comprobar los hallazgos por sí misma.

«Empecé a desconfiar de cómo podría haber osos polares en el Himalaya», afirma. También le preocupaban los métodos de estudio, porque el equipo había analizado secciones relativamente cortas y limitadas del ADN.

Su equipo reunió un total de 24 muestras de osos asiáticos y supuestos yetis. Aunque el equipo no consiguió obtener las muestras de pelaje exactas analizadas hace cuatro años, Lindqvist sospecha que una de sus muestras pertenecían al animal indio. Completaron un análisis más detallado de secuencias más largas del ADN, algo que según ella tiene más probabilidades de dar resultados más sólidos.

«Este estudio confirma claramente que las muestras del yeti analizadas son en realidad de osos que viven en la región tibetana y en el Himalaya», afirma Bill Laurence, biólogo de conservación en la Universidad James Cook en Queensland, Australia, que no participó en el nuevo estudio.

Para Lindqvist, recopilar y estudiar los supuestos restos del yeti fue «una buena transición hacia la posible obtención de muestras y para obtener información de calidad sobre la historia evolutiva de los osos de la región».

Por ejemplo, el nuevo árbol familiar de su equipo sugiere que, aunque los osos tibetanos están estrechamente relacionados con los osos pardos europeos y norteamericanos, los osos pardos del Himalaya (en peligro crítico de extinción) forman parte de un linaje más antiguo que podría haberse separado de los otros osos hace 650.000 años durante una glaciación.

Barnett afirma que el nuevo estudio es doblemente importante porque, antes de esto, se habían llevado a cabo escasos análisis genéticos de los osos vulnerables o en peligro de extinción de la región. Espera que el estudio aumente la información sobre los osos pardos del Himalaya y ayude a su conservación.

Sin embargo, pese a la solidez de los nuevos hallazgos genéticos, Barnett añade que la leyenda del yeti probablemente persistirá.

«No puedes desacreditar un mito con algo tan mundano como los hechos», afirma. «Mientras las historias se sigan contando —y los osos se avisten en condiciones ideales o dejen huellas sobre la nieve— habrá historias sobre el yeti».

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