Descubren las primeras pruebas de que se puede entrenar a los mosquitos

Los mosquitos portadores de enfermedades pueden aprender a asociar las experiencias cercanas a la muerte con el olor y se mantienen alejados tras intentar matarlos.

Por Michelle Z. Donahue
Publicado 26 ene 2018, 12:33 CET
Mosquito
Un mosquito chupando sangre.
Fotografía de Joël Sartore, National Geographic Creative

La próxima vez que veas a un mosquito posado en tu brazo para echar un trago, intenta matarlo. Aunque falles, hay muchas probabilidades de que no vuelva a molestarte.

Parece ser que al intentar matar de un manotazo a un mosquito que está a punto de picarte, el insecto aprende a asociar este encuentro con la muerte con tu olor y te evitará en el futuro. El estudio, que aparece esta semana en Current Biology, supone la primera demostración de que los mosquitos son capaces de aprender y recordar.

El secreto del sigilo de los mosquitos, desvelado a cámara lenta

«Son básicamente mosquitos de Pávlov», afirma Jeff Riffell, neuroecólogo de la Universidad de Washington, refiriéndose al famoso experimento que condicionaba a los perros para que salivaran en el momento justo. Al igual que hicieron con aquellos cánidos, Riffell usó el condicionamiento clásico para comprobar si sus sujetos insectos podían aprender a asociar un estímulo negativo a un olor.

Los mosquitos se sienten atraídos por ciertos olores emitidos por objetivos apetecibles, incluidos los humanos. Expusieron a los mosquitos Aedes aegypti, inmersos en un olor humano muy atractivo, a una sesión de 20 minutos de pequeñas vibraciones molestas, similares en intensidad a las reverberaciones que recorren un brazo tras darle un golpe.

El equipo de Riffell descubrió que después estos mosquitos evitaban ese olor durante más de 24 horas, un efecto tan intenso como aplicar un espray repelente de supermercado hecho con DEET.

Como las asociaciones adquiridas están vinculadas con la dopamina, un neurotransmisor, Riffell y su equipo volvieron a probar este efecto, pero esta vez en mosquitos cuyos receptores de dopamina habían sido desactivados. Como era de esperar, ese grupo de insectos fue incapaz de aprender qué olor en particular significaba peligro y volvían a picar directamente.

«Esa capacidad de aprendizaje los hace increíblemente flexibles», afirma Riffell. «Eso significa que pueden aprender asociaciones sobre quién se defiende y quién no, y si podemos evitarlo, nunca lo aprenderán y podrán ser aplastados de forma más efectiva».

Luchando contra las picaduras

El Aedes aegypti es la especie de mosquito conocida por ser portadora de la fiebre amarilla y es vector de varias enfermedades humanas, como el dengue, el chikunguña y el zika. Este descubrimiento sobre la dopamina abre nuevas vías de investigación para el desarrollo de insecticidas o repelentes.

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    Los científicos experimentaron con los mosquitos en el laboratorio para comprobar cómo reaccionaban a los olores tras exponerlos a vibraciones parecidas a las que se producen cuando intentamos aplastarlos.
    Fotografía de Kiley Riffell

     «Los recuerdos son importantes y no estaban presentes en el panorama de la investigación sobre mosquitos», afirma Walter Leal, ecólogo químico de la Universidad de California Davis, que también estudia las interacciones entre humanos y mosquitos.

    «Ahora que sabemos que algunos compuestos provocan este recuerdo de evasión, es posible que podamos usar una fórmula que no solo incluya un repelente activo, como el DEET,  sino que también incluya algún compuesto que provoque el recuerdo de evasión», explica Leal. «Llevamos más de 60 años usando repelentes de un solo compuesto como el DEET y es hora de progresar».

    Pero es posible que la especie de mosquito en cuestión solo sea capaz de aprender asociaciones con sustancias químicas relacionadas con su principal especie huésped. Los mosquitos que transmiten el virus del Nilo Occidental, por ejemplo, se alimentan principalmente de aves pero optan por humanos cuando no disponen de su comida preferida. Hasta ahora, según Riffell, no han mostrado la capacidad de aprender a evitar a humanos del mismo modo que hace el A. aegypti.

    «No podemos hacer que aprendan, así que algo pasa», señala Riffell.

    Según Leal, no es algo tan sorprendente: «Como ocurre con las personas, hay muchas cosas que no pueden oler y muchas que simplemente ignoran. Los mosquitos tampoco tienen receptores para todo».

    Los científicos necesitarán seguir investigando el papel del aprendizaje y el olfato en la conducta de los mosquitos antes de desarrollar nuevos repelentes. Mientras tanto, Riffell recomienda que nos movamos: «Si estás de barbacoa en el campo y estás aplastando mosquitos, te recordarán. ¡Baila, sé activo! Los mosquitos se irán a otro humano».

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