Hallados en Nueva Zelanda los fósiles de un murciélago excavador gigante extinto

El mamífero prehistórico vivió en la actual Nueva Zelanda hace millones de años.

Por Elaina Zachos
Publicado 12 ene 2018, 12:55 CET
Fotografía de UNSW News, via Twitter

Hace unos 50 millones de años, las actuales Nueva Zelanda, Australia, Sudamérica y la Antártida formaban parte de un gran supercontinente arbolado llamado Gondwana. Las temperaturas superaban las del clima actual en más de 12 grados Celsius, lo que generó especies adaptadas al calor de cocodrilos, tortugas de tierra y varios tipos de aves.

En una parte de lo que más tarde se convertiría en la Isla Sur de Nueva Zelanda, existía un ecosistema de estas especies diversas alrededor del lago Manuherikia. En una zona con la superficie aproximada de la isla del Príncipe Eduardo, prosperaron durante generaciones. Sin embargo, a medida que las temperaturas descendieron y secaron el continente, la flora y la fauna empezaron a extinguirse.

Avancemos hasta la actualidad: tras 15 años de investigación, un equipo internacional de científicos ha presentado el descubrimiento de un murciélago excavador gigante que frecuentaba tanto los cielos como la tierra de Gondwana. Su estudio, publicado en Scientific Reports el pasado 10 de enero, fue dirigido por la Universidad de Nueva Gales del Sur.

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Un descubrimiento gigantesco

El fósil, que pertenece a una especie llamada Vulcanops jennyworthyae —en referencia al dios romano y a la científica responsable del descubrimiento— consta de dientes y fragmentos de hueso de un mamífero que habría vivido tanto en los árboles como sobre tierra. Los científicos estiman que el mamífero de entre 19 y 16 millones de años, descubierto en sedimentos de Otago Central en la Isla Sur, habría pesado unos 42 gramos. Esa cifra es el triple del tamaño medio de los murciélagos actuales.

El murciélago primitivo habría cazado por aire y por tierra, y sus dientes especializados y su gran tamaño le habrían ayudado a escabullirse entre la flora para satisfacer su variada dieta. El omnívoro se alimentaba de invertebrados como insectos y arañas, así como de fruta, flores y néctar. En comparación con otros murciélagos mistacínidos, esta especie muestra un cambio en su dieta, que es más similar a la de sus parientes sudamericanos.

Los fragmentos pertenecen a la que los científicos consideran la especie más grande de murciélago excavador. Como parte de una superfamilia que en su día habitó Gondwana, el hallazgo también supone el primer nuevo género de murciélago que se añade a la fauna de la región en más de 150 años.

«Los fósiles de este murciélago espectacular y de otros de la fauna de St. Bathans muestran que el aviario prehistórico que era Nueva Zelanda también incluía una diversidad sorprendente de animales peludos, además de las aves», afirmó en un comunicado de prensa el coautor del estudio Trevor Worthy, profesor de la Universidad de Flinders.

La especie se encuentra más estrechamente relacionada con los murciélagos modernos que viven en Sudamérica que con los del Pacífico sudoriental, según la autora principal Sue Hand. Otros parientes son los murciélagos vampiro y los murciélagos Mormoops megalophylla, así como los murciélagos que se alimentan de peces, ranas y néctar.

Diversidad histórica

Como muchas especies contemporáneas, los Vulcanops se extinguieron tras el Mioceno temprano. Entre otros animales prehistóricos que desaparecieron de la faz de la Tierra en torno a esta época había especies de cocodrilos, tortugas y varias aves, como los Palaelodidae, una familia de aves parecidas a los flamencos, y especies de las familias Collocaliini, Columbidae, Psittaciformes y aves limícolas. Algunas de las especies de la zona, como los tuátaras o los kiwis, sobrevivieron hasta el presente.

En la actualidad, solo viven dos especies nativas de murciélago en Nueva Zelanda, el único lugar donde todavía hay murciélagos excavadores. En los últimos 800 años, los humanos han introducido especies invasoras que han perjudicado a la fauna nativa.

«Demuestran que los emblemáticos supervivientes de esta fauna perdida evolucionaron en una comunidad mucho más compleja que la que se [sic] creía hasta el momento», afirmó en un comunicado el coautor Paul Scofield del Museo de Canterbury.

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