Por qué no debes comerte una babosa (por si necesitabas razones para no hacerlo)

Una pista: un parásito cerebral del que los gasterópodos son portadores se está extendiendo por el mundo.

Por Erika Engelhaupt
Publicado 19 mar 2018, 12:48 CET, Actualizado 30 ene 2023, 15:13 CET
Babosa negra

La babosa negra Limax cinereoniger, que se encuentra por toda Europa, podría liberar un olor desagradable cuando la aplastan, dependiendo de su dieta.

Fotografía de Premaphotos, Alamy

Sam Ballard tenía 19 años cuando, en una fiesta, sus amigos le desafiaron a tragarse una babosa. En cuestión de días, el joven australiano desarrolló una forma rara de meningitis y cayó en un coma que duró más de un año. Tras despertarse, sigue paralizado del cuello para abajo.

El culpable, según los médicos, es un nematodo parásito llamado Angiostrongylus cantonensis, que se encontraba en la babosa y que puede penetrar en el cerebro humano.

Ballard no es la única persona infectada en un desafío: hay al menos tres casos conocidos de niños o jóvenes a los que retaron a comerse una babosa o un caracol. Es más, ahora el parásito se está extendiendo a nuevas partes del mundo.

El nematodo, originario de Asia, ahora se encuentra en África, Australia, el Caribe y el sur de Estados Unidos. En 2017, la epidemióloga del estado de Hawái Sarah Park afirmó que ahora tenían unos 10 casos humanos de Angiostrongylus cantonensis al año.

En Brasil, un intento fallido de criar caracoles probablemente introdujo al parásito invasor de cerebros. A finales de los ochenta se comercializaron unos kits para criar caracoles gigantes africanos en el jardín, lo que dio lugar a un popular negocio desde casa.

Cuando esa industria fracasó —al parecer los brasileños no son muy fanáticos de este manjar—, los caracoles invadieron el entorno y el parásito Angiostrongylus cantonensis se instaló con ellos de forma inevitable. En 2007, National Geographic informó de dos casos humanos de meningitis en Brasil provocados por el Angiostrongylus cantonensis de los caracoles gigantes africanos.

En España también es conocida como Gusano pulmonar de la rata y «son parásitos de las ratas (gusano del pulmón de la rata). Las larvas excretadas son ingeridas por huéspedes intermediarios (caracoles y babosas) y por huéspedes paraténicos o de transporte (huéspedes que no son necesarios para el desarrollo del parásito pero que pueden trasmitir la infección al ser humano). Los seres humanos adquieren la infección al consumir caracoles, babosas o los huéspedes portadores (ciertos cangrejos terrestres, camarones o gambas de agua dulce, sapos o ranas) crudos o poco cocinados; aún no se comprobó si la contaminación de las verduras con larvas (p. ej., en la baba de los caracoles o las babosas que caminan sobre ellas) puede ocasionar la infección», afirman en un estudio revisado en 2022 Chelsea Marie y William A. Petri, Jr, de la Univesidad de Virginia.

En España y Europa se han detectado algunos casos en los últimos años. Se sabía de su presencia en Islas Baleares y Canarias, pero un estudio publicado en diciembre de 2022, demostró que había dado el salto a la Península y se habían encontrado ejemplares de Angiostrongylus cantonensis  en ratas de Valencia.

De las ratas a las babosas y, de ellas, a los humanos

Los Angiostrongylus cantonensis pueden vivir en una serie de especies de babosas y caracoles, que no muestran síntomas obvios de la infección, por eso es imposible saber si un animal es portador del parásito.

«Los caracoles tienen muchos parásitos», afirma Heather Stockdale Walden, parasitóloga de la Universidad de Florida que ha documentado la propagación de este parásito en el sur de Florida. «Los parásitos quieren un huésped al que vayan a comerse, y los caracoles son el alimento de muchos animales, entre ellos las aves».

También los consumen accidentalmente las mascotas y otros animales cuando las criaturas se introducen en el agua potable. En Florida, el parásito ha aparecido en perros, caballos miniatura, aves y varios animales salvajes, según Walden. Se cree que fue el responsable de la muerte de un gibón de manos blancas del Zoo Metropolitano de Miami en 2004 y en 2012 un orangután cautivo en la zona de Miami murió poco después de comer caracoles infectados.

A medida que el Angiostrongylus llega a nuevas zonas del planeta, los expertos dicen que somos nosotros quienes tendremos que adaptarnos. Y un primer paso es no comer gasterópodos crudos.

Gusanos errantes

El Angiostrongylus cantonensis que habita en las arterias pulmonares de las ratas durante parte de su vida. Se extiende cuando las ratas infectadas tosen las crías de gusano y terminan tragándose algunas. Los gusanos atraviesan el aparato digestivo de la rata y se depositan en sus heces. Un caracol o una babosa que se coma dichas heces se infectará con las larvas del gusano, que crecen dentro de su lento huésped.

Para reproducirse, un Angiostrongylus joven debe encontrar la forma de volver a una rata, lo que suele ocurrir cuando una rata devora a un caracol o babosa infectada. Una vez dentro de la rata, los nematodos llegan hasta el cerebro de esta, donde maduran parcialmente, y a continuación llegan a las arterias pulmonares que se extienden del corazón a los pulmones. En este entorno improbable, impulsados por el bombeo de la sangre, los gusanos se aparean.

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    Esto explica por qué es tan grave que una persona se coma a una babosa o un caracol. Como en la rata, un Angiostrongylus ingerido se dirige al cerebro. A veces los gusanos son capaces de penetrar la barrera protectora externa del cerebro humano, pero una vez dentro no pueden salir. Eso hace que los gusanos se queden alojados en el cerebro, dañándolo físicamente y provocando inflamación cuando el sistema inmune lucha contra ellos.

    En 1993, un niño de 11 años de Nueva Orleans fue ingresado en un hospital local con dolor de cabeza, rigidez en el cuello, vómitos y febrícula. «El niño admitió que, como desafío, se había comido un caracol crudo de la calle unas semanas antes», según informaron los investigadores en el New England Journal of Medicine. Finalmente se recuperó sin necesidad de tratamiento.

    Cuando los gusanos mueren en el cerebro, la inflamación puede intensificarse, por eso los médicos pocas veces tratan la infección con medicación para matarlos. En su lugar, suelen tratarse los síntomas y se permite al sistema inmune del cuerpo hacer su trabajo. Es raro que las personas infectadas con el parásito desarrollen meningitis graves, pero cuando ocurre suele ser mortal.

    Cómo no contraer parásitos cerebrales

    Ya te habrás dado cuenta de que comer babosas o caracoles crudos es una mala idea. Se aplica la misma norma en ranas, cangrejos de agua dulce o camarones crudos. Siempre debes cocer estos alimentos durante al menos tres minutos o cocinarlos a una temperatura interna de 75 grados Celsius (como se hace con el pollo) durante al menos 15 segundos para matar a cualquier posible parásito, según el Centro de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos.

    Y aunque te parezca obvio el hecho de que hay que evitar comerse babosas a propósito, ten en mente que es bastante fácil comerse a las babosas pequeñas por accidente y es posible que el parásito se encuentre en sus rastros de babas.

    «Eliminar a los caracoles, las babosas y las ratas que se encuentren cerca de casas y jardines también puede ayudar a reducir el riesgo», afirma Sue Montgomery, directora del equipo de epidemiología en la rama de enfermedades parasitarias del CDC. «Hay que lavar detenidamente las verduras si se comen crudas, y hay que tapar bebidas y otros recipientes que contengan líquidos para que no entren caracoles o babosas».

    Teniendo en cuenta los casos de Australia y Nueva Zelanda, también es buena idea enseñarles a los niños a no comer animales salvajes, ni siquiera si les retan.

    Si decides que el Angiostrongylus es una buena excusa para matar a las babosas que se alimentan de tus plantas, es importante deshacerse de las babosas muertas, ya que ratas, mascotas o animales salvajes pueden comérselas.

    Es mejor prevenir que lamentar, porque este parásito podría extenderse a otras partes del mundo: «Con el aumento de las temperaturas por el calentamiento climático y el desplazamiento de las babosas hacia el norte, es solo cuestión de tiempo», afirma Walden.

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