La devastación social y ambiental de los incendios: Galicia y Portugal arden en un fin de semana

Devastación en el monte gallego y Portugal en el puente del Pilar del 2017 con una serie de incendios provocados.

Por Redacción National Geographic
Publicado 9 nov 2017, 4:30 CET
Incendio en Abrantes
Luchando contra un incendio forestal en Abrantes.
Fotografía de Rui Caria, National Geographic Your Shot

El puente del Pilar del año 2017 siempre será recordado por la devastación que ha sufrido el monte gallego y una buena parte de Portugal. Los casi 300 focos de fuego en tierra gallega han quemado más superficie que toda la ardida durante el resto del año, según el gobierno gallego, y en el país vecino a una equivalente a la provincia de Vizcaya.

Y, una vez más, el riesgo se torna en daño y desolación producida por el fuego implacable. La Galicia en llamas dejó un triste saldo de cuatro muertos, y 31 fueron  las víctimas mortales al otro lado de la frontera. La conselleira de Medio Rural de la Xunta de Galicia, Ángeles Vázquez, ha asegurado que «el cien por cien de los incendios» forestales registrados «fueron intencionados» e incluso los ha llegado a llamar como «actividad incendiaria homicida».

Pero es que esos incendiarios que están arrasando Galicia con cientos de fuegos intencionados y virulentos tienen ayuda. Según publica la Fundación Alternativas en el Informe sobre Sostenibilidad en España 2017, al alto porcentaje de pirómanos que hay en España, hay que añadir otro factor determinante que incrementa el riesgo: las condiciones favorables que encuentran las llamas para propagarse en el monte como consecuencia del cambio climático.

Incendio forestal en Vieira de Leiria, Portugal.
Fotografía de Helio Madeiras bombero voluntario, via Facebook

La regla del 30-30-30 en los incendios

Así fue. Durante estos días, se cumplió la regla 30-30-30, una ecuación matemática infalible para que se extendiera fácilmente el fuego: más de 30 grados de temperatura, menos del 30 por ciento de humedad y vientos de más de 30 kilómetros por hora.

Y como un triste reloj suizo, esa combinación sucedió. Las olas de calor cada vez más frecuentes en la Península Ibérica, la falta de lluvias que han provocado la peor sequía de los últimos 20 años, y la cola del ciclón tropical Ofelia, considerado un «gran huracán» y el que más cerca ha pasado por Europa desde que hay registros, lo hizo posible. El problema no era sólo el viento, sino su procedencia, porque el huracán impulsaba vientos del sur, lo que hizo que la humedad relativa bajara, según advertía la Agencia Estatal de Meteorología.

Cadenas humanas de vecinos gallegos que luchaban contra los incendios.
Fotografía de Twitter

Los incendios forestales, un problema cada vez mas grave

Pero si echamos la vista atrás, los incendios forestales son un verdadero problema en nuestro país. Solo en Galicia, más de la mitad de su territorio ha ardido desde 1976 hasta 2016, según datos del Ministerio de Agricultura, y lo peor es que no se vislumbran mejoras en el futuro.

El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) advierte que los ecosistemas mediterráneos se encuentran entre los más vulnerables del mundo y sufrirán impactos muy severos si no se reduce drásticamente la emisión de gases de efecto invernadero.

Los escenarios regionalizados para España indican un aumento de las temperaturas para  finales de siglo, que pueden incrementarse en 4ºC en invierno y 6ºC en verano. Los periodos de fuertes sequías y olas de calor extremas serán más frecuentes y duraderos. El número de días con precipitaciones podría disminuir un 25 por ciento al año. Y la duración de la temporada de incendios será́ mayor: si el aumento de temperatura global supera los 2°C, los días de riesgo de incendio se incrementarán en hasta seis semanas al año.

Desolación comprobando los efectos de los incendios forestales en San Cristovo de Cea, Ourense (via MAPAMA)
Fotografía de Mapama (@mapamagob) via Twitter

WWF también ha hecho un balance de lo que ha supuesto 2017 en materia de incendios con el objetivo de mostrar una radiografía de uno de los problemas ambientales más importantes del país, y confirma que se rompe la tendencia de mejora de los últimos años, ya que 2017 está siendo el tercer peor año del último decenio, con casi 101.000 hectáreas quemadas, 11.600 incendios de los cuales 22 han tenido dimensiones superiores a 500 hectáreas. Eso sin contar con la superficie arrasada de mediados de octubre.

También la organización ecologista Greenpeace hace mención especial al país vecino con el incendio de Pedrógão Grande (Portugal) con 65 muertos y 30.000 hectáreas considerado en Portugal como «la mayor tragedia de víctimas humanas de los últimos tiempos».

Ante este futuro desolador, ¿qué puede hacer la población? Quizá no se pueda evitar la propagación de un incendio, pero desde los Servicios de Protección Civil se recomienda educar a la población, tanto en caso de prevención como de protección. Pero Ecologistas en Acción, en su informe Grandes incendios forestales en España 2012-2016 también pide fomentar la cultura forestal: hay que transmitir apego y afecto por el entorno en el que se vive, que garantice una reducción de la intencionalidad criminal y de la combustibilidad de los montes.

Y es que los incendios forestales producen enormes daños ambientales. De éstos, el más fácilmente apreciable es la pérdida de calidad paisajística, pero el efecto de los incendios sobre la fauna es aún peor. Mueren todos aquellos animales que no han podido escapar del fuego y migran otros tantos por la pérdida de pastos y hábitats. Además, el suelo se ve afectado por la alteración del tipo de flora y el aumento del riesgo de degradación. Se pierde suelo fértil y avanza la erosión, junto a un cambio en el ciclo hídrico. En definitiva, un círculo vicioso del que es difícil escapar.

Galería relacionada: Los incendios en California

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