Así era hace 230 millones de años el ‘dragón del pantano’ hallado en Guadalajara

El descubrimiento de este Paludidraco Multidentatus amplía aún más la enorme diversidad de los reptiles marinos de la época del Triásico.

Por Cristina Crespo Garay
Publicado 6 ago 2018, 17:05 CEST
El Paludidraco atancensis o 'dragón del pantano' junto a otra especie también recientemente publicada, el Parahenodus atancensis.
Fotografía de Eloy Manzanero, Natalia Pérez

Un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) ha descubierto un nuevo reptil marino que vivió hace 230 millones de años y cuyo estudio completo ha sido recientemente publicado. Los trabajos de investigación paleontológica realizados en un yacimiento cercano al pantano de El Atance, en Guadalajara, han permitido descubrir dos especímenes bien conservados del Paludidraco multidentatus o ‘dragón del pantano’.

Los restos del reptil, que ya se exhiben en el Museo de Paleontología de Castilla-La Mancha (MUPA), fueron hallados en dos excavaciones realizadas en 2008 y 2015 en el pantano donde habitó durante el Triásico Superior, en las aguas del Mar de Thetys que ocupaba entonces la zona. El ejemplar ha sido nombrado como Paludidraco multidentatus (dragón del pantano con muchos dientes), por el lugar del hallazgo y por la gran cantidad de dientes presentes en su cráneo y mandíbula.

Perteneciente al grupo de los simosáuridos, este descubrimiento amplía aún más la enorme diversidad de los reptiles marinos de su época, hasta ahora representado por depredadores marinos de 3 o 4 metros de longitud que se alimentaban de peces y crustáceos. El Paludidraco presenta sin embargo algunas características peculiares que distinguen al dragón del pantano de sus coetáneos más cercanos y que sugieren una adaptación trófica altamente especializada.

Los miembros del Grupo de Biología Evolutiva de la Universidad, Carlos de Miguel Chaves, Francisco Ortega y Adán Pérez-García, firman el estudio completo publicado recientemente en la revista Biology Letters. Los sauropterigios, tal y como cita el estudio, “es un grupo de reptiles acuáticos que aparecieron en el Triásico y se extendieron a lo largo del Mesozoico, y que contaban con una considerable diversidad de formas y tamaños. Algunos se convirtieron en depredadores enormes, mientras que otros desarrollaron estilos de vida alternativos”.

Fotografía de Eloy Manzanero, Natalia Pérez

Los fósiles hallados provienen del Triásico, “una época en la que la diversidad general se estaba recuperando de la gran extinción que hubo en el Pérmico, la mayor extinción que ha habido en la historia de la Tierra”, afirma Carlos de Miguel Chaves, uno de los descubridores del hallazgo. “En los últimos años se está viendo que durante el Triásico, al darse esta recuperación a nivel de biodiversidad, muchos seres vivos explotaron muchos nichos que no se conocían para adaptarse a modos de vida y alimentación diferentes”.

Este animal es uno de ellos, y explota un nicho nuevo que aún no se había visto en ningún reptil de aquella época ni porteriores, lo que permite seguir aumentando todavía más la diversidad de los animales de esta época. Los notosauroideos son un grupo de sauropterigios bien representados, pero su grupo hermano, los simosáuridos son un grupo poco conocido que hasta ahora estaba representado por el Simosaurus Gaillardoti.

Gracias al hallazgo de este esqueleto casi completo y de un segundo cráneo de este nuevo simosáurido, el estudio amplía los límites de este grupo de reptiles. El Simosaurus Gaillardoti fue un depredador activo con dientes cónicos y romos para alimentarse de presas duras, mientras que el nuevo Paludidraco estaba formado por un esqueleto provisto de robustas vértebras y costillas, así como una mandíbula delgada y frágil. Esto indica a los investigadores que este reptil tenía unas costumbres de vida inéditas en otros reptiles.

“La interpretación que hacemos es que este animal iría desplazándose por el fondo lentamente en zonas de aguas tranquilas, más o menos resguardadas, casi como los manatíes actualmente, y mientras iría filtrando el sedimento o materia vegetal para obtener el alimento”, explica Carlos de Miguel Chaves. “Es un nicho ecológico, un modo de vida, análogo con los manatíes que no se había visto en ningún reptil. La combinación exclusiva de este esqueleto poscraneal con este modo de alimentación es único”.

Recientemente, el mismo equipo de investigación que ha realizado este descubrimiento ha publicado un nuevo placodonto, al que se ha denominado Parahenodus atancesis. Este hallazgo se ha realizado a partir de un cráneo también procedente de El Atance, por lo que ambos descubrimientos contribuyen a situar El Atance como uno de los yacimientos de vertebrados del Triásico más relevantes de la Península Ibérica.

El potencial que tiene es muy importante porque “nos permite seguir conociendo cosas sobre este grupo y continuar colocando piezas en el puzzle de la historia evolutiva de los sauropterigios en el triásico”, concluye Carlos de Miguel Chaves.

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