El asteroide que mató a los dinosaurios provocó la extinción masiva de muchos tiburones

Estudiando dientes de tiburón fosilizados, un equipo de investigadores ha descubierto que el mismo asteroide que mató a los dinosaurios no aviares sentó las bases de las especies de tiburón actuales.

Por John Pickrell
Publicado 3 ago 2018, 13:36 CEST
Diente de tiburón
Diente fosilizado de un Squalicorax, un tiburón temible que alcanzaba casi cinco metros de largo y que se extinguió a finales del Cretácico.
Fotografía de David Ward, The Natural History Museum

Dinosaurios, aves y pterosaurios no fueron las únicas especies que sufrieron extinciones a manos de un asteroide que cayó sobre la superficie terrestre hace 66 millones de años. Un equipo de investigadores ha descubierto que, tras ese fenómeno, se produjo una extinción masiva de tiburones, aniquilando a la mayoría de integrantes del grupo dominante de depredadores oceánicos durante el Cretácico.

Aunque los dinosaurios sembraban el terror en tierra, los reptiles marinos gigantes y una gran diversidad de tiburones poblaban los mares. Algunos de estos tiburones, de un grupo conocido como anacorácidos, devoraban moluscos y reptiles marinos y, como informa el equipo de científicos en la revista Current Biology, la pérdida de estas presas tras el impacto del asteroide podría haber sido un factor que propició su extinción.

Los tiburones prehistóricos que se alimentaban de reptiles marinos se extinguieron hace 66 millones de años cuando sus fuentes de alimento —como el Mosasaurus de 17 metros, al que vemos al fondo— también perecieron.
Fotografía de Julius Csotonyi

 «Cambios sutiles pero importantes podrían haber sentado las bases de la posterior expansión de los carcarriniformes, un orden de elasmobranquios selacimorfos que componen el linaje más diverso de tiburones hoy en día», explica el coautor del estudio Nicolás Campione, paleontólogo de la Universidad de Nueva Inglaterra en Armidale, Australia. «Tras la extinción, los carcarriniformes proliferaron... y nuestra hipótesis es que la alteración de la disponibilidad de alimento desempeñó un papel importante en este cambio».

Los esqueletos de tiburón son predominantemente cartílago, que no se fosiliza bien, lo que dificulta el estudio de tiburones primitivos. En lugar de eso, el grupo internacional de autores del estudio analizó algo más duradero. Estudiaron cientos de dientes de tiburón de depósitos de fósiles anteriores y posteriores a la extinción masiva para comprobar cómo había cambiado con el tiempo la cantidad y la forma de los dientes. En términos muy generales, los dientes amplios y triangulares indican una función de corte, útil para alimentarse de presas grandes, mientras que los dientes más finos y largos sugieren una función de agarre, importante a la hora de devorar peces.

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    «Este artículo presenta un argumento sólido para estudiar tiburones y fósiles de tiburón como parte de la extinción de finales del Cretácico», afirma William E. Bemis, comisario de ictiología en el Museo Cornell de Vertebrados de Ithaca, Nueva York, que no participó en el estudio.

    «Los tiburones aportan pistas sobre los cambios en sistemas marinos en particular, a medida que se extinguieron grupos de reptiles marinos, algunos de ellos remplazados finalmente por mamíferos marinos, mientras que los peces óseos se extendieron de forma explosiva», explica.

    En la actualidad, existen dos grupos principales de tiburones depredadores. Los carcarriniformes —entre ellos los tiburones martillo, tigre y sarda— son los más numerosos, representados por más de 250 especies. Los lamniformes  —como el gran tiburón blanco, el mako y el tigre de arena— cuentan con 15 especies.

    Pero durante el Cretácico, ese predominio estaba invertido: los lamniformes —en particular, un diverso grupo de especies parecidas al tiburón blanco conocidas como anacorácidos— eran mucho más numerosos que los carcarriniformes. Una especie particularmente temible y robusta, el Squalicorax, que alcanzaba casi cinco metros de largo, podría haber dependido de reptiles marinos gigantes como medio de subsistencia.

    Es probable que los plesiosaurios y mosasaurios relativamente más pequeños, entre ellos el Plioplatecarpus y el Prognathodon, fueran presas fáciles para tiburones como el Squalicorax. Pero uno de los reptiles marinos más comunes todavía presente a finales del Cretácico era el Mosasaurus. Con 17 metros de largo, un Mosasaurus completamente desarrollado habría sido demasiado grande como para sentirse amenazado por un Squalicorax. De hecho, este superdepredador podría haber devorado tiburones. Pero Campione explica que es probable que los Squalicorax se alimentasen de mosasaurios muertos y cazasen a ejemplares jóvenes comparables en tamaño o más pequeños que ellos. Su dieta también podría haber incluido muchas especies grandes de moluscos cefalópodos con conchas en espiral, conocidos como amonites.

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    Pero cuando las presas grandes de las que dependían estos lamniformes desaparecieron de forma abrupta tras el impacto, también lo hicieron los tiburones que se alimentaban de ellas. Se cree que hasta el 34 por ciento de todas las especies vivas de tiburones de la época se habrían extinguido. Muchos de los tiburones que finalmente los remplazaron eran especies piscívoras que se convirtieron en los ancestros de la mayoría de tiburones que nadan hoy en nuestros mares.

    «En la extinción de finales del Cretácico se produjeron grandes pérdidas de reptiles marinos y cefalópodos que habrían sido una importante fuente de alimento para anacorácidos como el Squalicorax», afirma Campione. «Sin embargo, en el mundo posterior a la extinción se produjo un aumento de los peces óseos. A los anacorácidos, que habrían dependido de organismos marinos para su sustento, no les fue muy bien durante la extinción, mientras que a las especies predominantemente piscívoras, como los triáquidos, les fue mejor».

    Los científicos analizan dientes de tiburón primitivos, una fuente de información mucho más fiable que los esqueletos de tiburón, compuestos en gran parte de cartílago y que no se fosilizan bien.
    Fotografía de Mohamad Bazzi

    Michael Coates, experto en evolución de peces de la Universidad de Chicago, comenta que es interesante que la variedad general de formas de dientes sea similar antes y después de la recuperación del fenómeno de finales del Cretácico. «Como metáfora fácil, el espectáculo continúa, pero con un reparto reestructurado... Los sustitutos posteriores a la extinción, aparentemente, ocuparon gran parte del mismo espacio ecológico ocupado por las víctimas de la extinción».

    «Es un buen estudio que añade detalles a la idea emergente de cómo los principales grupos de vertebrados sufrieron y se recuperaron de la extinción masiva de finales del Cretácico», añade. «Inevitablemente, este estudio se limita al registro de dientes de tiburón, ya que los fósiles de cuerpos de tiburón son muy raros. Pero los dientes proporcionan un marcador útil de los grupos que estaban presentes y persistieron».

    Mediante el estudio de los dientes, los investigadores «fueron capaces de hacerse una idea de las vidas de los tiburones extintos», afirma Campione. Añade que al menos el 50 por ciento de las especies vivas de tiburón están amenazadas o en descenso, de forma que entender qué provocó las extinciones de tiburones en el pasado podría aportar información para evitar que corran la misma suerte.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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