¿Cómo sobrevivieron las aves de la era de los dinosaurios a la extinción masiva?

Las esporas fósiles y los árboles genealógicos aviares sugieren que la deforestación fue un factor fundamental a la hora de determinar quién sobrevivía hace 66 millones de años.

Por John Pickrell
Publicado 25 may 2018, 13:48 CEST
Ave
Una ilustración muestra un linaje de aves hipotético que sobrevivió —de cuerpo pequeño y terrestres— huyendo por un bosque en llamas tras el impacto del asteroide que exterminó a los dinosaurios no aviares.
Fotografía de Phillip M. Krzeminski

Cuando un asteroide de 14 kilómetros de ancho impactó en la Tierra hace 66 millones de años, explotó con una fuerza superior a la de un millón de bombas atómicas y aniquiló a tres cuartos de la vida del planeta, los dinosaurios no aviares incluidos. Pero sabemos que algunos miembros del árbol genealógico de los dinosaurios sobrevivieron, saliendo a delante a duras penas en el mundo posterior al impacto y proliferando para convertirse en las aves modernas.

La antigua pregunta es por qué algunas aves vivieron y otras murieron en el evento de extinción masiva a finales del Cretácico.

Quizá se deba a que el impacto y sus consecuencias destruyeron los bosques de todo el mundo, provocando la extinción en masa de aves prehistóricas arbóreas, según argumenta un equipo de investigadores en la revista Current Biology.

Las únicas aves que sobrevivieron fueron las terrestres, entre ellas las parientes primitivas de los patos, los pollos y los avestruces. Tras el cataclismo, estas supervivientes enseguida evolucionaron y formaron la mayoría de linajes de aves modernas con las que estamos familiarizados hoy en día, según los paleontólogos dirigidos por Daniel Field, de la Universidad de Bath, Reino Unido.

«Es una nueva hipótesis intrigante que explica la extinción y la supervivencia», afirma Julia Clarke, experta en evolución de aves de la Universidad de Texas en Austin.

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El fósil de Ichthyornis de Kansas, un hallazgo sin precedentes, aporta una nueva perspectiva sobre la evolución de las aves.

«Solo ahora comienza a entenderse el grado en que influyó la extinción masiva de finales del Cretácico en el historial evolutivo de los principales grupos modernos, como las aves, los mamíferos y las plantas con flores», afirma Fields.

«Esta catástrofe global dejó una marca tan indeleble en las trayectorias evolutivas de estos grupos que todavía podemos distinguirla 66 millones de años después».

El aumento de los helechos

Field y sus coautores recopilaron una gran cantidad de pruebas de fuentes diferentes para respaldar su argumento. Estas pruebas incluyen datos de nuevos árboles genealógicos enormes de aves vivas, evidencias de aves fósiles descubiertas recientemente y un análisis de esporas y del polen de la capa de roca depositada inmediatamente después del impacto.

«El estudio se fue componiendo poco a poco», afirma Field.

Comenzó con el análisis de cómo había cambiado la ecología aviar a lo largo de la historia evolutiva. Tras observar las relaciones evolutivas entre las más de 10.000 especies de aves vivas hoy en día, el equipo se dio cuenta de que sugerían que los supervivientes iniciales habían vivido en el suelo, lo que insinuaba que se había producido una deforestación global en su pasado común.

«Estos análisis mostraron que la mayoría de los ancestros comunes más recientes de las aves vivas, y todos los linajes de aves que pasaron la frontera de finales del Cretácico, probablemente vivían en el suelo», afirma Fields.

Los investigadores ya habían deducido hacía tiempo que el impacto del asteroide provocó incendios forestales globales, pero ahora el equipo ha reforzado el argumento de la destrucción forestal total. El coautor del estudio Antoine Bercovici, paleobotánico del Museo Smithsonian de Historia Natural en Washington, D.C., reunió datos sobre los recuentos de esporas y polen fosilizados en rocas de muchas regiones del mundo, entre ellas Nueva Zelanda y Estados Unidos.

En una fina capa de roca formada aproximadamente durante los primeros miles de años tras el impacto, entre el 70 y el 90 por ciento de las esporas descubiertas procedían de solo dos especies de helecho.

«Este aumento de los helechos supone la prueba de “la flora del desastre”, especies pioneras que recolonizan rápidamente el terreno abierto, como podemos ver hoy en día cuando los helechos recolonizan los ríos de lava en Hawái o los deslizamientos de tierra tras las erupciones volcánicas», afirma Bercovici.

El regreso de los bosques maduros podría haber tardado miles de años, según los investigadores, y su composición quedó cambiada para siempre.

Además, un análisis de las aves fósiles más abundantes en el Cretácico Superior —un grupo primitivo conocido como enantiornitas— sugiere que la mayoría vivía en los árboles. Ninguna de estas aves sobrevivió, algo que los autores suponen que se debió a que su hábitat desapareció por completo.

Por otra parte, los fósiles representativos de grupos de aves vivas del periodo posterior al impacto descubiertos recientemente parecen haber vivido en el suelo, basándose en las proporciones de sus patas.

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    «Estas observaciones concuerdan con la idea de que los linajes que vivían en el suelo sobrevivieron tras la frontera de finales del Cretácico y a continuación fueron subiendo a los árboles una vez los bosques globales se recuperaron», explica Field. «Todas las diversas fuentes de datos a las que recurrimos —el registro fósil de polen, el registro fósil de aves y las inferencias basadas en la ecología de aves modernas— respaldan fundamentalmente la misma hipótesis».

    Llenando los vacíos

    «Los autores han realizado un trabajo excelente, han presentado un argumento convincente sobre el papel de la desaparición mundial de los bosques en la evolución de las aves modernas», afirma Luis Chiappe, experto en aves primitivas y director del Dinosaur Institute en el Museo de Historia Natural del condado de Los Ángeles, California.

    «Es una nueva hipótesis tentadora que aporta una explicación idónea de la extinción de grupos arbóreos de aves arcaicas a finales del Cretácico», afirma. Sin embargo, los datos aún no explican por qué se extinguieron una serie de enantiornitas y otras aves prehistóricas no arbóreas.

    «Uno de los mejores aspectos de este nuevo estudio es que es verificable», añade Clarke. «No puede decirse lo mismo de las explicaciones sobre la extinción de los dinosaurios».

    Por ejemplo, los investigadores deberían seguir buscando pruebas geológicas de incendios extendidos en las rocas de todo el mundo para seguir reuniendo argumentos a favor de la deforestación global. Field y sus colegas también esperan llenar los vacíos del registro fósil de aves, que es escaso en los primeros millones de años tras el impacto.

    «Al igual que todas las buenas hipótesis, [este estudio] estimulará nuevas investigaciones y nuevas preguntas», afirma Chiappe, y algunas de las respuestas podrían depender de nuevos descubrimientos fósiles de partes del mundo poco muestreadas.

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