¿Cómo podría afectar el huracán Florence a la fauna salvaje?

Los expertos sopesan los posibles efectos que un huracán de categoría 4 podría tener sobre los animales salvajes, como aves y tortugas marinas, en el sureste de Estados Unidos.

Por Jason Bittel
Publicado 13 sept 2018, 18:15 CEST
Chorlitejo silbador
Los chorlitejos silbadores migran desde Long Island, Nueva York, a las Bahamas durante el otoño, y el huracán Florence podría alterar este largo viaje.
Fotografía de Tom Vezo, Minden Pictures, National Geographic Creative

Las evacuaciones han empezado en Carolina del Norte y del Sur, en preparación para la llegada del huracán Florence este fin de semana. Pero ¿qué les ocurrirá a los animales salvajes que no reciben alertas por SMS?

Por experiencia, sabemos que no será una situación agradable, y abundan historias de huracanes pasados. Por ejemplo, en agosto de 2017, el huracán Harvey estuvo a punto de exterminar por completo la última población salvaje de gallos de la pradera de Attwater en Texas. Dos meses después, el huracán Irma mató al 22 por ciento de la población restante de ciervos en peligro de extinción en los cayos de Florida. Y aunque no amenazó a especies específicas de la misma forma, el huracán Matthew derribó un ciprés sobre un aligátor americano a su paso por Georgia en 2016.

Florence ha sido clasificado como huracán de categoría 4, por lo que parece probable que la costa este y sus animales pasen un par de días duros.

Por ejemplo, cuando llega el final de la temporada, algunas tortugas bobas todavía tienen huevos a la espera de eclosionar.

«Las playas son sistemas dinámicos, pero las grandes tormentas pueden ser peligrosas para los nidos y las tortuguitas recién nacidas», afirma David Steen, ecólogo e investigador del Centro de Tortugas Marinas de Georgia.

«Si los nidos quedan sumergidos durante mucho tiempo, reducirá sus posibilidades de supervivencia, y algunas tormentas pueden arrastrarlos mar adentro».

¿Cómo afectará a las aves?

Además de las marejadas ciclónicas y los oleajes peligrosos, los vientos del huracán Florence pasarán factura a las numerosas especies migratorias que se dirijan a la zona.

«Ahora mismo, cada noche, hay miles de tordos y reinitas que sobrevuelan el Atlántico y algunos de ellos van a desviarse y acabar exhaustos», afirma Daniel Cristol, ornitólogo del College of William & Mary.

Las aves migratorias son capaces de realizar viajes colosales contando con las calorías justas. De forma que si una tormenta las desvía de su curso uno o más días, podrían no tener las reservas de grasa necesarias para compensar esa pérdida.

«La pérdida de hábitat es el mayor riesgo para las aves de interés para la conservación, sobre todo especies migratorias que necesitan lugares donde recuperar fuerzas para completar el viaje», afirma Gary Langham, vicepresidente y científico jefe de la National Audubon Society.

Por ejemplo, los chorlitejos silbadores, que se reproducen en Long Island pero pasan el invierno en las Bahamas, podrían estar de camino a la zona.

«Cuando migran, los chorlitejos suelen detenerse por el camino varias veces para recuperar fuerzas antes de seguir. Las aves limícolas costeras pueden soportar la pérdida de uno o dos sitios, siempre y cuando haya más lugares donde detenerse por el camino», explica Langham.

En tierra, los vientos tempestuosos que acompañan a un huracán pueden arrancar las hojas de los árboles y afectar a otras formas de vegetación hasta tal punto que las aves locales y migratorias se queden sin refugio. Las aves quedarían expuestas a los depredadores y a los elementos.

Es más, el viento puede llevarse volando su comida, como insectos, frutas y semillas.

Las plantas son capaces de recuperarse, «pero no a tiempo para las aves», afirma Cristol.

Las aves migratorias como esta reinita coronada podrían no ser capaces de compensar los retrocesos provocados por las tormentas, debido al pequeño margen de error en su consumo de calorías.
Fotografía de George Grall, National Geographic Creative

 «Quizá tengan que irse a otra parte, pero no son capaces de hacerlo».

Un estudio determinó que ocho meses después de que el huracán Hugo pasara por Saint Croix en 1989, se produjo un descenso de decenas de especies de aves diferentes, y las más afectadas fueron las que dependían del néctar, la fruta y las semillas.

«Las aves se adaptan muy bien y son resilientes si les proporcionamos un hábitat donde ajustarse y recuperarse», afirma Geoff LeBaron, director del Christmas Bird Count de la National Audubon Society.

«Se han enfrentado a los huracanes a lo largo de miles de generaciones de aves. La mortalidad directa durante las tormentas podría afectar a algunas aves, pero a largo plazo, dichas tormentas son un factor natural a la hora de modificar nuestro continente y la migración aviar».

Arrastradas por el viento

A veces, los vientos huracanados son lo bastante intensos como para alejar a las aves marinas del océano y empujarlas tierra adentro.

Por ejemplo, cuando el huracán Newton salió del océano Pacífico en 2016, trajo consigo cientos de paíños.

«El huracán llegó y arrojó un montón de aves marinas en Arizona», afirma Cristol. «Aparecieron en estanques y en piscinas, especies que nunca habíamos visto antes» en el estado, añade.

Cristol explica que la buena noticia es que las aves marinas suelen desplazarse cientos de kilómetros a diario solo para encontrar comida, por lo que es probable que los animales vuelvan al mar una vez se disipe el huracán.

Los huracanes pueden arrastrar a aves como los paíños y las pardelas sombrías (en la foto) a lugares con los que no están familiarizados.
Fotografía de Frans Lanting, National Geographic Creative

Si es que pueden volar de nuevo, claro está. A las pardelas, los paíños y los albatros les cuesta despegar sin agua.

«Cualquier ave que tenga las patas lejos del cuerpo tiene dificultades a la hora de acelerar lo suficiente para emprender el vuelo», explica Cristol.

Por eso las aves intentan aterrizar en grandes masas de agua cuando se ven arrastradas tierra adentro. También ha habido casos de observadores de aves que acuden a dichas zonas tras una tormenta para ver si pueden avistar a alguna especie que no podrían ver normalmente.

«Insisto en que la gente sensata, a la que le preocupa que caigan árboles sobre sus casas, no hace esto», cuenta Cristol. «Las que practican la observación de aves durante huracanes son personas jóvenes que corren riesgos».

Meter el dedo en la llaga

Mucha gente cree que el agua dulce es buena para los animales salvajes, pero cuando penetra demasiada al mismo tiempo en ecosistemas costeros de agua salada —como ocurre durante las inundaciones provocadas por huracanes—, puede ser devastador para los animales que los habitan.

«Los cangrejos azules migran rápidamente ante esta entrada de agua dulce. Lo hemos visto muchas veces», afirma David Eggleston, director del Centro de Ciencias y Tecnología Marinas de la Universidad del Estado de Carolina del Norte.

Curiosamente, las marejadas ciclónicas vinculadas a los huracanes también pueden arrastrar a un gran número de cangrejos azules en estado postlarvario a los estuarios. A veces, esto puede reponer las poblaciones.

Los daños provocados por el huracán María en Puerto Rico en una fotografía de octubre de 2017. Las marejadas ciclónicas y el exceso de lluvia pueden afectar a animales como ostras y cangrejos.
Fotografía de Ricardo Arduengo, AFP/Getty Images

Pero aquí, el agua dulce también puede ser letal. Eggleston cuenta los huracanes Floyd, Dennis e Irene de 1999 arrastraron una cifra récord de cangrejos en estado postlarvario que no sobrevivieron porque el agua salada estaba demasiado diluida por las inundaciones. En otras palabras, el efecto que puede tener un huracán sobre algunas especies es muy complejo y variable, según las condiciones específicas de dicha tormenta.

Los sedimentos que se desplazan dentro del agua dulce también pueden suponer un problema.

«Los animales que no pueden desplazarse, como los arrecifes de ostras, pueden quedarse cubiertos de sedimentos que se desplazan río abajo».

Las ostras no pueden aguantar un exceso de sedimento.

Animales atrincherados

Roland Kays, zoólogo del Museo de Ciencias Naturales de Carolina del Norte en Raleigh, explica que la mayoría de animales terrestres se atrinchera y espera a que pase la tormenta.

De hecho, en un estudio llevado a cabo por varios alumnos de Kays, se descubrió que los ciervos de cola blanca no aumentaban ni disminuían su actividad en los días previos a una gran tormenta. Sin embargo, el mismo día de la tormenta, los animales permanecían quietos.

Kays afirma que todavía tiene una serie de cámaras trampa por la zona y espera añadir información nueva sobre esta tormenta en particular. Es más, explica que se puede usar la aplicación Animal Tracker para observar qué hacen algunos de los animales salvajes con dispositivos de rastreo por GPS durante el huracán Florence en tiempo real.

Se puede elegir entre un águila calva de Norfolk, Virginia, una garza azulada de Charlotte, Carolina del Norte, y un águila calva de Greensboro, Carolina del Norte.

«Es probable que el último águila, Freedom, haga algo interesante; ya la han visto volando por toda la costa este», afirma Kays.

Pero de todos los animales que podrían verse afectados por el huracán Florence, Eggleston explica que uno le preocupa más que el resto:

«El Homo sapiens», afirma. «Es mi principal preocupación ahora mismo».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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