¿Por qué los perros son tan amistosos? La ciencia tiene la respuesta

Nuestros mejores amigos presentan alteraciones en los genes que les hacen más sociables que los lobos, según un nuevo estudio.

Por Carrie Arnold
Publicado 26 nov 2018, 11:34 CET

Para Marla, la pastora inglesa de 11 meses de Bridgett von Holdt, todo el mundo es un amigo por conocer.

«Es hipersocial. Hasta la he genotipado», admite von Holdt.

El interés de von Holdt no es mera curiosidad. Esta bióloga evolutiva de Princeton y sus colegas han pasado los últimos tres años estudiando la base genética del comportamiento social en perros y lobos.

Algunos estudios han demostrado que los perros son más sociales que los lobos criados en circunstancias similares, prestando más atención a los humanos y obedeciendo nuestras órdenes de forma más eficaz, en general.

La formación de von Holdt en genética evolutiva hizo que se preguntara si existiría una posible base genética que explicase dichas diferencias.

Su estudio del 19 de julio en Science Advances aporta una pista intrigante: los perros hipersociales como Marla son portadores de variantes de dos genes llamados GTF2I y GTF2IRD1. La deleción de dichos genes en humanos provoca el síndrome de Williams, que se caracteriza por rasgos faciales menudos y delicados, dificultades cognitivas y una tendencia a querer a todo el mundo.

Von Holdt sospecha que las variantes genéticas en perros inhiben su funcionamiento normal, provocando los mismos síntomas observados en humanos con síndrome de Williams.

«Podríamos haber engendrado un síndrome conductual en un animal de compañía», afirma.

Una cuestión atractiva

Un border collie posa para la cámara. Los perros domésticos tienen más tendencia a responder a los humanos que los lobos criados en circunstancias similares.
Fotografía de Vincent J Musi, National Geographic Creative

Desde su evolución a partir de un ancestro compartido con los lobos hace al menos 10.000 años, los perros domésticos nos han ayudado a encontrar alimento y han evitado que nos convirtiéramos en la cena de otros depredadores, siempre con rostro amable y meneando la cola.

Entender cómo nuestros mejores amigos, desde el chihuahua al mastín, se han convertido en lo que son hoy es una «cuestión atractiva», en palabras de Karen Overall, experta en conducta canina en la Universidad de Pensilvania que no participó en el estudio.

En 2010, en colaboración con Monique Udell, experta en con en la Universidad del Estado de Oregón, von Holdt analizó los genomas de perros y lobos e identificó alteraciones en el gen WBSCR17 que tuvieron lugar durante la domesticación canina, resultados que publicaron en Nature.

Su proyecto permaneció inactivo hasta 2014, cuando von Holdt y Udell obtuvieron financiación para organizar una nueva serie de experimentos con 18 perros de diversas razas —entre ellos perros salchicha, Jack Russell terriers y berneses de la montaña— y 10 lobos habituados a los humanos.

Los científicos adiestraron a todos los animales para que abrieran una caja que contenía un trocito de salchicha. A continuación, pidieron a los cánidos que abrieran la caja en tres situaciones distintas: con un humano conocido presente; con un humano desconocido presente y solos, sin ningún humano.

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    En los tres casos, los lobos superaron a los perros por un amplio margen. El margen se amplió mucho más cuando los perros tuvieron que abrir una caja en presencia de personas.

    «No es que fueran incapaces de resolver el rompecabezas, solo que estaban demasiado ocupados mirando al humano como para hacerlo», afirma von Holdt.

    Los perros siguen evolucionando

    Para el nuevo estudio, von Holdt llevó a cabo análisis genéticos adicionales de la parte de los genomas que rodeaba el gen alterado WBSCR17 en una muestra más amplia de perros y lobos.

    Además de confirmar su hallazgo inicial, que el WBSCR17 variaba en perros y lobos, descubrió que dos genes cercanos, el GTF2I y el GTF2IRD1, también eran diferentes.

    La combinación de los datos genéticos y conductuales revelaron a von Holdt que los cambios en esta región del genoma contribuyeron a convertir a los lobos en perros que adoraban a los humanos.

    Overall, de la Universidad de Pensilvania, advierte de que el estudio tenía una dimensión pequeña, lo que limita la solidez de los hallazgos, pero alabó la solidez del análisis genético.

    «Ahora seleccionamos perros que sean fáciles de mantener, que puedan pasar mucho tiempo en un piso pequeño», afirma Overall. «Cada año, cambiamos activamente la conducta canina».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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