Entrevistamos a la primatóloga Jane Goodall a su paso por Madrid

Con motivo de la exposición 'Una ventana al mundo: 130 años de National Geographic', hablamos con la científica y activista sobre su experiencia viviendo en la selva, sus metas y logros, así como las luces y las sombras de la situación actual del mundo.

Por Redacción National Geographic
Publicado 17 dic 2018, 17:06 CET
Entrevistamos a Jane Goodall a su paso por Madrid
Con motivo de la exposición 'Una ventana al mundo: 130 años de National Geographic', hablamos con la científica y activista sobre su experiencia viviendo en la selva, sus metas y logros, así como las luces y las sombras de la situación actual del mundo.
Esta historia forma parte de 130 años de National Geographic, la exposición de una de las instituciones sin ánimo de lucro con mayor reconocimiento mundial: National Geographic Society. Una referencia en investigación, educación y conservación de la naturaleza. Más información aquí.

Inspiradora y conmovedora allá por donde pasa, la renombrada primatóloga Jane Goodall continúa, a sus 84 años, luchando por construir un mundo mejor. Tras ese velo de aspecto delicado se esconde la inquebrantable fuerza que la ha llevado a transformar el campo de la investigación de los primates y la conservación de la naturaleza. Nombrada Mensajera de la Paz por la Organización Mundial de las Naciones Unidas y Exploradora en Residencia de la Sociedad National Geographic, a lo largo de su camino ha sido galardonada con numerosos premios internacionales, como el Premio Príncipe de Asturias en 2003.

Científica, activista y pionera entre las heroínas del siglo XX, Goodall ha estado presente en la exposición Una ventana al mundo: 130 años de National Geographic, donde nos ha hablado sobre las luces y las sombras de la situación en el mundo respecto a la destrucción de la naturaleza, la caza furtiva y el cambio climático, así como sobre sus propios logros, metas y proyectos, inspirando a las personas con cada una de sus palabra a formar parte del cambio que tanto nos apremia.   

Hoy es el Día Internacional del Mono.  ¿Cuál es la situación actual de los primates en comparación con el momento en el que empezó a estudiarlos?

La diferencia entre 1960 y ahora es gigantesca. Desde 1960, hemos destruido gran parte de la selva, gran parte del hábitat de los primates. Y en algunos casos, está empujando a muchas especies de primates al borde de la extinción. Es completamente diferente.

¿Qué fue lo más importante que aprendió de la cohabitación con monos salvajes y, sobre todo, con chimpancés?

Primero, lo mucho que se parecen a nosotros en muchos sentidos. Y, por supuesto, ahora se ha demostrado que también son muy parecidos a nosotros biológicamente. Compartimos el 98,4 por ciento de nuestro ADN. También aprendí que tienen las mismas posturas y gestos con los que nos comunicamos: besos, abrazos, darnos la mano, pedir comida.

Cortesía de Fundación Telefónica.
Fotografía de Espacio Fundación Telefónica

Los chimpancés no solo me enseñaron, sino que a través de mí pudieron abrir la ventana de la mente científica. Cuando presenté mi estudio por primera vez, me dijeron que lo había hecho todo mal cuando llegué a la Universidad de Cambridge. Que no debería haberles puesto nombres a los chimpancés, sino números. Que no podía hablar de sus personalidades, sus mentes ni sus emociones porque eran nuestras exclusivamente. Pero, gracias a los chimpancés, la ciencia se ha dado cuenta de que no somos los únicos seres del planeta con personalidades, mentes y emociones. No estamos aparte, sino que formamos parte del reino animal. Nos han enseñado humildad.

¿Cuándo supo que quería dedicar su vida a los chimpancés y a la conservación?

El momento que abandoné el Gombe, donde pasé los mejores años de mi vida aprendiendo sobre los chimpancés, construyendo una estación de investigación, pasando horas en la selva conociendo la interconexión entre todas [las formas de] vida. Me di cuenta de que incluso la especie más diminuta desempeña un papel en este hermoso y complejo tapiz de la vida.

Más adelante, en la conferencia de 1986 en la que se reunieron investigadores de chimpancés procedentes de los otros seis centros de investigación en África. Al principio solo estaba el mío. Celebramos una sesión sobre conservación y fue abrumadora. Mostraba que, por todo África, los bosques estaban desapareciendo, se producía mucha caza y comercio de animales vivos, se disparaba a las madres para vender a las crías a circos, zoos, investigación médica... Era el comienzo del comercio de carne de animales salvajes, la caza comercial de animales salvajes como alimento, en el que se incluye a los chimpancés de algunos países africanos.

También celebramos una sesión sobre las condiciones [de los chimpancés] en algunas situaciones de cautividad, como el cruel entrenamiento de chimpancés para el sector del entretenimiento. Tuve pesadillas durante semanas tras ver imágenes grabadas en secreto de nuestros parientes vivos más cercanos, tan parecidos a nosotros en tantos sentidos, en jaulas de metro y medio por metro y medio con barrotes de metal alrededor, barrotes de metal en el suelo, barrotes de metal en el techo. Quizá llevaban 20 o 30 años así. Y solo porque los científicos sabían que sus cuerpos eran parecidos a los nuestros creían que podían usarlos como cobayas, que podían infectarlos con enfermedades humanas que otros primates menos parecidos a nosotros no padecían, pero se negaban a siquiera tener en cuenta sus similitudes psicológicas y conductuales.

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    Cortesía de Fundación Telefónica
    Fotografía de Espacio Fundación Telefónica

    Entré en esa conferencia siendo científica, pero salí siendo activista. Eso fue en octubre de 1986. Desde entonces, no he pasado más de tres semanas consecutivas en un solo lugar, y eso es solo dos veces al año, Navidad y verano. Los 300 días restantes del año estoy viajando.

    Estamos en la exposición de National Geographic. ¿Cuándo unió su carrera y esfuerzos como activista a National Geographic y qué significa para usted la National Geographic Society?

    Cuando fui al Gombe por primera vez, solo había dinero para seis meses. No tenía un grado, no había ido a la universidad. Acababa de llegar desde Reino Unido. Mi meta y mi sueño desde que tenía 10 años había sido vivir con animales salvajes y escribir libros sobre ellos. No anhelaba ser científica y en aquella época las mujeres no eran científicas en ese sentido. Pero conocí a Louis Leakey, quien me dio la oportunidad de vivir no con cualquier animal, sino con el más similar a nosotros.

    Las primeras semanas se convirtieron en meses, pero tan pronto como me veían, los chimpancés huían y yo estaba cada vez más desesperada porque sabía que, si no veía algo emocionante, el dinero de seis meses se agotaría y no habría más. Pero entonces, por suerte, un chimpancé empezó a perder el miedo, lo llamé David Graybeard por su preciosa barba blanca. Lo observé mientras fabricaba y utilizaba herramientas para pescar termitas. Fue esa observación lo que permitió a Leakey acudir a National Geographic. Eso fue en 1960. Acordaron financiar la investigación cuando el dinero se agotase y enviaron un fotógrafo, Hugo van Lawick, y documentalista. Fueron sus fotografías y su documental lo que llevó la historia de Jane y los chimpancés al mundo a través de la National Geographic Society, la revista y los documentales.

    La relación comenzó en 1960 y ha continuado desde entonces. Muchos artículos, varios documentales y el documental más reciente, Jane, que está dando la vuelta al mundo y obtiene galardones allá donde va.

    Su trabajo también ha abierto fronteras en el campo de la igualdad de las mujeres. ¿Qué significa para usted haber sido una pionera a la hora de eliminar esas barreras?

    Es interesante que ser una mujer fuera una ventaja para mí desde el principio. Primero, Leakey creía que las mujeres podrían ser mejores observadoras sobre el terreno. Segundo, cuando empecé mi investigación en Tanzania, acababa de proclamarse la independencia. Los africanos que habían asumido el gobierno no estaban precisamente contentos con los hombres blancos. Se sentían o intimidados o enfadados. Pero [yo era] una chica joven, querían ayudarme. Eso supuso una gran ventaja. En lo que a [National] Geographic se refiere, no hizo daño que no fuera precisamente fea. Creo que pudieron usar el escenario del tipo La Bella y la Bestia y que eso fue un factor a la hora de obtener fondos, en los documentales, todo eso.

    ¿Cómo surgió el primer Instituto Jane Goodall y cuál es la labor de estos centros hoy en día?

    Fundamos el primer Instituto Jane Goodall (JGI, por sus siglas en inglés) en Estados Unidos porque eran la fuente del dinero. En 1977 se convirtió en ONG registrada. Desde entonces, el instituto ha ido apareciendo en diversos países del mundo. Ahora hay 34 Institutos Jane Goodall y surgen porque visito un país y tiene que haber alguien en ese país que se apasione y quiera avanzar.

    Cortesía de Fundación Telefónica.
    Fotografía de Espacio Fundación Telefónica

    Uno de los programas del JGI es nuestro programa para jóvenes, Raíces y Brotes (Roots&Shoots), que ahora está en casi 80 países. Incluye a jóvenes de preescolar a la universidad y todas las etapas intermedias para que comprendan que cada uno de nosotros ejerce un impacto en el planeta cada día y que podemos elegir qué tipo de impacto ejercemos. Cada grupo escoge tres proyectos para mejorar el mundo: uno para las personas, otro para los animales y otro para el medio ambiente. Ahora que se ha expandido por el mundo, los jóvenes se arremangan, se apasionan, cambian el mundo mientras hablamos.

    ¿Qué mensaje mandaría a los jóvenes del mundo que aún están a tiempo de proteger el planeta?

    Lo que le digo a los jóvenes –y también a los mayores— es que no deben perder la esperanza. Porque si se pierde la esperanza, te rindes y no haces nada. Y si no hacemos nada, entonces se acabó. Si los jóvenes pierden la esperanza, sería mejor que nos rindiéramos. Por eso inicié Raíces y Brotes, porque, ya en 1991, jóvenes de todo el mundo me decían que habíamos puesto en peligro su futuro y que no podían hacer nada al respecto. Y es cierto, porque hay un dicho: «No hemos heredado el planeta de nuestros padres, lo hemos tomado prestado de nuestros hijos». Pero no hemos tomado prestado su futuro, se lo hemos robado. Todavía se lo estamos robando.

    La primatóloga se trasladó en 1960 a Gombe, Tanzania, para estudiar por primera vez a los chimpancés salvajes.
    Fotografía de Hugo Van Lawick, National Geographic Creative

    Sin embargo, creo que existe un margen de tiempo en el que, si todos colaboramos, podremos empezar a remediar parte del daño infligido. Pero ese margen es cada vez más estrecho, es urgente que colaboremos ahora y que cada uno aporte su granito de arena. Y, como ya he dicho, si no tenemos esperanza para el futuro, caeremos en la apatía y no haremos nada. Por eso he viajado durante todos estos años y durante todos estos días cada año por todo el mundo, porque estaba dando el regalo de la comunicación y las personas escuchan. Digo esto porque la gente se me acerca después de una conferencia o tras haber leído uno de mis libros y me dicen: «Me ha cambiado la vida, gracias, aportaré mi granito de arena».

    En su opinión, ¿cuál es la mayor amenaza para el planeta?

    La mayor amenaza es la pobreza extrema, porque si eres muy pobre, destruyes el medio ambiente para intentar cultivar alimentos o compras lo más barato sin preguntarte cuál es su procedencia, si ha destruido el medio ambiente o perjudicado a animales, porque tienes que vivir. [También lo son] el estilo de vida insostenible del resto de nosotros, el crecimiento demográfico continuo, el deseo de un desarrollo económico ilimitado en un planeta con recursos naturales limitados. Todo ello nos lleva hasta la gran amenaza del cambio climático, que ya no es una amenaza, sino algo que está pasando. Los huracanes empeoran, las tormentas empeoran y son más frecuentes, las sequías, las inundaciones. El aumento del nivel del mar, el derretimiento del hielo... Está con nosotros. Por eso es urgente actuar ahora.

    Esta entrevista se ha traducido del inglés y editado.

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