¿Sienten los animales el dolor como los humanos?

Un conejo con dolor coloca las orejas hacia atrás y entrecierra los ojos. Estos gestos forman parte de una «escala de muecas» que nos revela cómo sienten malestar los animales.

Por Liz Langley
Publicado 23 ene 2019, 10:43 CET
Un lobo herido
Un lobo herido (Canis lupus) se lame las heridas tras una lucha por el territorio en el bosque bávaro, Alemania.
Fotografía de Arterra, Getty Images

El dolor puede ser bueno. El dolor es un mensajero. Nos indica que hay un problema y que debemos encargarnos de él.

La gente puede expresar malestar, pero a los animales, a veces, les cuesta mucho más. De ahí que nos preguntemos esta semana: ¿sienten dolor como nosotros los animales? Y ¿cómo podemos saberlo?

Dinos dónde duele

Según Marc Bekoff, biólogo evolutivo y escritor, los mamíferos comparten el mismo sistema nervioso, sustancias neuroquímicas, percepciones y emociones, todos ellos integrados en la experiencia del dolor.

Bekoff explica que no se sabe si los mamíferos sienten dolor o no, pero eso no significa que no lo experimenten.

Existen pistas que indican cómo comunican los animales —sobre todo las mascotas— el sufrimiento físico.

Por ejemplo, el perro de Dorothy Brown, Foster, tiene dolor por un miembro fantasma en una pata que le amputaron cuando lo atropelló un coche.

«Se duerme profundamente, salta, llora y mira el lugar donde estaba la pata», afirma Brown, profesora de cirugía en el hospital veterinario de la Universidad de Pensilvania, donde llevaron a Foster para tratarlo. Los humanos amputados también experimentan este fenómeno.

Brown añade que los veterinarios también recurren a los dueños para que estén atentos e informen de los cambios conductuales que puedan indicar dolor, como que ya no salten en el sofá o pierdan el apetito.

Los científicos han desarrollado «escalas de muecas» —que al principio se usaban en niños— para ratones, conejos, ratas y caballos. Cada animal muestra determinados cambios físicos que son indicadores fiables de dolor; los conejos con dolor, por ejemplo, tensan los bigotes, entrecierran los ojos y echan las orejas hacia detrás.

Existe una base científica tras la afirmación de dueños y veterinarios de que «puedo verlo en sus ojos y en su cara», como dice Brown.

Unas tortugas gigantes se aparean en la Estación Científica Charles Darwin.
Fotografía de Inga Spence, Alamy

Te entiendo

Interpretar el dolor es más complicado en no mamíferos, como los reptiles, que «no pueden exhibir expresiones faciales como los mamíferos y muchos ni siquiera tienen párpados», escribe por email Bree Putman, investigadora posdoctoral en el Museo de Historia Natural de Los Ángeles.

Pero eso no significa que no experimenten dolor: «Reptiles, anfibios y peces tienen la neuroanatomía necesaria para percibir el dolor», según el libro Pain Management in Veterinary Practice.

Los reptiles evitan los estímulos dolorosos y los medicamentos analgésicos reducen dicha respuesta: según Putman, ambos son indicadores de que experimentan dolor.

Brown explica que, en la naturaleza, las especies que son presas, como los conejos, evitan mostrar dolor por si un depredador decide que son un blanco fácil.

Bekoff afirma que ocurre lo mismo con los depredadores, como los lobos, para los que mostrar dolor o debilidad podría hacerlos vulnerables ante sus compañeros.

También explica que las aves tienen receptores de dolor y sienten dolor como los mamíferos. En un estudio del año 2000 un grupo de pollos cojos escogió la comida que contenía analgésicos cuando les permitieron escoger su propia dieta.

Criaturas grandes y pequeñas

Independientemente de la especie de animal, los veterinarios tratan a sus pacientes «atendiendo a que puede ser algo doloroso», señala Brown.

Esto incluye a las tortugas gigantes de Floreana, que a veces pueden lesionarse durante el coito.

«Si el macho se cae de la hembra tras aparearse», explica, estos gigantes pueden romperse el caparazón o una pata. «¡Tiene que doler!».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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