Descubren un raro caso de cáncer en una pata fosilizada

Una tortuga de 240 millones de años se vio afectada por un tipo de cáncer de hueso que se parece al que padecen cientos de humanos cada año.

Por John Pickrell
Publicado 8 feb 2019, 12:19 CET
Los miembros de la especie de tortugas sin caparazón Pappochelys rosinae exploran un lago del Triásico en una ilustración.
Fotografía de Brian Engh

Hace unos 240 millones de años en la actual Alemania, una tortuga que todavía no había desarrollado un caparazón desarrolló algo menos fortuito: un tipo de tumor óseo que afectaba a una de sus patas traseras.

El tumor fosilizado, descrito en la revista JAMA Oncology, demuestra que incluso en el Triásico, en torno al momento en el que aparecieron los dinosaurios, los animales estaban asolados por mutaciones del ADN causantes de cáncer.

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El hallazgo resulta emocionante, ya que «el cáncer es ridículamente raro en el registro fósil», explica la líder del estudio Yara Haridy, paleontóloga del Museo de Historia Natural de Berlín. «La mayor parte de los cánceres se producen en tejidos blandos y, aunque a veces observamos pruebas de patologías en tejidos blandos en huesos [fosilizados], el cáncer sería difícil de diagnosticar de esa forma».

El equipo del estudio determinó que el antiguo tumor era un tipo de cáncer de hueso denominado osteosarcoma periostal, que «parece casi el mismo que el osteosarcoma en humanos», afirma el coautor Patrick Asbach, médico y radiólogo de la Universidad de Medicina de Charité, en Berlín.

«Resulta interesante observar que las enfermedades que conocemos también aparecen en animales extintos y que los humanos no somos los únicos que las padecemos», explica Asbach.

El eslabón perdido en la evolución de las tortugas

El pariente sin caparazón de las tortugas que posee el tumor, Pappochelys rosinae, fue desvelado al mundo en 2015. Entonces, esta especie del tamaño de un chihuahua se consideró la pieza definitiva del puzle que mostraba cómo habían evolucionado los caparazones de tortuga a partir de costillas planas y huesos de la tripa, formando las armaduras corporales que son hoy en día.

En 2008, se descubrieron unos 20 especímenes de Pappochelys en una cantera de piedra caliza cerca de la localidad de Velberg, a unos 80 kilómetros al noreste de Stuttgart, Alemania. Desde entonces, los fósiles se encuentran en el Museo Estatal de Historia Natural de Stuttgart.

Entre ellos figuraba un hueso del muslo con una protuberancia enigmática que llamó la atención de Haridy el verano pasado. Entonces, reclutó a Asbach para que la ayudara a llevar a cabo una microtomografía computarizada para observar el interior del hueso fosilizado y su estructura interna, lo que permitió al equipo determinar de qué tipo de cáncer se trataba.

Aunque resulta imposible saber a ciencia cierta si el cáncer que padeció esta tortuga le causó la muerte, en casos humanos de osteosarcoma, este suele extenderse a los pulmones.

«Si se extendió a los pulmones, podría haber hecho que a la tortuga le costara más huir o alimentarse, lo que, en última instancia, podría haberle provocado la muerte», especula Haridy.

Steve Salisbury, paleontólogo de la Universidad de Queensland en Australia que ha investigado las enfermedades infecciosas en fósiles de T. rex, explica que, aunque es relativamente habitual observar patologías en huesos fosilizados, la mayoría son el resultado de traumatismos, como mordiscos y roturas.

«Es muy insólito poder vincular patologías en vertebrados fósiles a enfermedades conocidas», añade Salisbury, que no fue uno de los autores del estudio. «Sería interesante comparar el hueso fosilizado con ejemplos de cánceres similares en tortugas modernas, asumiendo que los que las afligían en el Triásico todavía las afectan hoy».

Los orígenes del cáncer

Los científicos han descubierto otros cánceres en peces fosilizados y en un anfibio, y un tumor no canceroso en un pariente de los mamíferos ligeramente más antiguo denominado gorgonopsio. Sin embargo, este nuevo hallazgo es el cáncer más antiguo descubierto en un amniota, grupo que comprende a reptiles, aves y mamíferos.

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    El hallazgo de un osteosarcoma ayuda a eliminar la creencia de algunos expertos de que las enfermedades cambian tanto con el tiempo que «las manifestaciones actuales de las enfermedades no pueden utilizarse para reconocer las afecciones pasadas», explica el coautor Bruce Rothschild, profesor de medicina de la Universidad de Kansas e investigador adjunto del Museo Carnegie que ha estudiado el cáncer en dinosaurios.

    «El cáncer no solo podría reconocerse y confirmarse su diagnóstico, sino que podrían diagnosticarse variedades específicas».

    Y, aunque es cierto que los agentes cancerígenos modernos como la nicotina y el alcohol pueden aumentar el riesgo de desarrollar cáncer, el descubrimiento de un tumor del Triásico se suma a las pruebas de que resulta probable que muchos de los cánceres que existen hoy y sus genes asociados tengan orígenes antiquísimos, según los expertos.

    «No somos tan diferentes de aquellos con los que compartimos y hemos compartido el planeta», afirma Rothschild.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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