Estos animales también practican el distanciamiento social para no enfermar

Algunas especies, como los chimpancés y las abejas, aplican medidas estrictas para prevenir la propagación de enfermedades.

Por Sydney Combs
Publicado 25 mar 2020, 14:21 CET
Chimpancé
Se han observado chimpancés atacando y expulsando a otros chimpancés con enfermedades visibles.
Fotografía de Michael Nichols, Nat Geo Image Collection

En los países más afectados por la pandemia de coronavirus, muchas personas tienen dificultades para evitar el contacto con otras personas y quedarse en casa.

Sin embargo, el distanciamiento social no es un concepto nuevo en el mundo natural, donde las enfermedades infecciosas son habituales. De hecho, varias especies sociales expulsan a los miembros de su propia comunidad si los ha infectado un patógeno.

Es difícil, porque como nos explica Joseph Kiesecker, científico principal de The Nature Conservancy, no siempre es «fácil distinguir» a los individuos infecciosos.

Sin embargo, los animales pueden detectar determinadas enfermedades (a veces antes de que aparezcan síntomas visibles) gracias a sus sentidos especializados y modificar su comportamiento para evitar enfermar.

Las abejas melíferas y los chimpancés, por ejemplo, pueden ser implacables a la hora de expulsar a los enfermos.

Las enfermedades bacterianas que afectan a las colonias de abejas, como la loque americana, son particularmente devastadoras, ya que acaban con las larvas de abeja desde dentro. «Dejan un residuo viscoso de color castaño. Y huele muy muy mal», explica Alison McAfee, investigadora posdoctoral del departamento de Entomología y Patología Vegetal de la Universidad del Estado de Carolina del Norte.

Según la investigación de McAfee, las larvas infectadas emiten sustancias químicas reveladoras que pueden oler las abejas mayores, como ácido oleico y β-ocimeno, una feromona de las abejas. Una vez las identifican, las abejas expulsan a los miembros infectados de la colmena.

Como esta adaptación evolutiva protege la salud de una colonia, apicultores e investigadores han criado de forma selectiva este comportamiento durante décadas. Ahora, estas abejas más «higiénicas» zumban por todo Estados Unidos.

«En realidad no es tan diferente»

En 1966, cuando estudiaba chimpancés en el parque nacional de Gombe Stream, Tanzania, Jane Goodall observó a un chimpancé llamado McGregor que había contraído la polio, causada por un virus muy contagioso.

Sus compañeros lo atacaron y lo expulsaron del grupo. En una ocasión, el chimpancé parcialmente paralizado se acercó a los otros chimpancés que se acicalaban en un árbol; privado de contacto social, extendió la mano como saludo, pero los demás se alejaron sin mirarlo siquiera.

«Durante dos minutos enteros, el viejo [McGregor] permaneció sentado, inmóvil, observándolos», escribió Goodall en su libro de 1971 En la senda del hombre.

«En realidad, no es tan diferente de la reacción de algunas sociedades ante una tragedia como esa en la actualidad», contó al periódico Sun Sentinel en 1985.

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Goodall documentó otros casos de chimpancés con polio excluidos durante su investigación, aunque señaló que, en algunos casos, el grupo readmitió a los individuos infectados.

Al igual que los humanos, los chimpancés son criaturas visuales y hay estudios que sugieren que el estigma inicial de los chimpancés con polio podría ser producto del miedo y el asco que sienten por sus deformidades, algo que forma parte de la estrategia de evitar contraer la enfermedad que provoca dichas deformidades.

Los animales son listos

No todos los animales muestran tanta agresividad hacia sus compañeros convalecientes; a veces, es tan simple como evitar a aquellos que podrían infectarte.

Antes de que Kiesecker empezara a estudiar a los renacuajos de rana toro a finales de los 90, los modelos que predecían la propagación de enfermedades dentro de grupos de animales salvajes asumían que el contacto con individuos infectados era aleatorio.

Suponían que cada miembro de la población tenía las mismas probabilidades que cualquiera de contraer la enfermedad.

«Pero es evidente que los animales son más listos», afirma Kiesecker.

En sus experimentos, Kiesecker descubrió que los renacuajos no solo podían detectar una candidiasis letal en otros renacuajos, sino que los individuos sanos trataban de evitar a los enfermos. Como las abejas melíferas, los renacuajos determinan quién está enfermo y quién no a partir de señales químicas.

Las langostas comunes del Caribe también rehúyen a los miembros enfermos de su comunidad mucho antes de que sean contagiosos.

Normalmente, las langostas infectadas con el virus mortal Panulirus argus tardan unas ocho semanas en volverse contagiosas. Las langostas, que son animales sociales, ya empiezan a evitar a los enfermos cuatro semanas después de la infección, cuando son capaces de detectar determinadas sustancias químicas que producen los individuos enfermos.

Elegir a la pareja adecuada

En lo que respecta al apareamiento, muchas especies son muy exigentes a la hora de seleccionar a una pareja sana.

Por ejemplo, los ratones hembra pueden determinar si sus posibles parejas están infectadas de alguna enfermedad olisqueándolas. Si el ratón hembra huele una infección parasitaria en la orina del macho, es probable que pase a otras parejas más sanas, según los investigadores de la Universidad de Ontario Occidental.

El pez guppy (Poecilia reticulata) macho sufre un escrutinio similar por parte de sus parejas en potencia. Los peces hembra prefieren a parejas sin parásitos de forma aplastante. Una combinación de pistas visuales de una infección, como las aletas pinzadas o la palidez, y determinadas sustancias químicas que emite la piel infectada delata a los machos enfermos.

En general, cabe destacar que, a diferencia de nosotros, los animales no saben que «si se quedan en casa, quizá reduzcan la tasa de transmisión», explica Kiesecker. «Como humanos, nosotros sí podemos hacerlo. Es una diferencia importante».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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