La reapertura del zoo de «Tiger King» expone a los grandes felinos al coronavirus

Sabemos que los tigres pueden contraer la COVID-19 de los humanos. Ahora cientos de personas los acarician cada día.

Por Natasha Daly
Publicado 8 may 2020, 13:23 CEST
Greater Wynnewood Exotic Animal Park

 

El Greater Wynnewood Exotic Animal Park de Oklahoma, que antes era propiedad de Joe Exotic, ha vuelto a abrir sus puertas y continúa permitiendo que los visitantes acaricien a los cachorros. La reapertura se ha producido después de que cinco tigres dieran positivo en COVID-19 en Nueva York. A los expertos les preocupa que la manipulación por parte de los visitantes ponga a los cachorros en peligro de contraer el virus.

Fotografía de Steve Winter, National Geographic

Tras un paréntesis de un mes, vuelve a ser posible tocar cachorros de tigre en el antiguo zoo de Joe Exotic. Esto no solo expone a los cachorros al estrés de horas de manipulación humana, sino también al riesgo de contraer el coronavirus.

El Greater Wynnewood Exotic Animal Park de Oklahoma, que había estado cerrado casi un mes debido a las restricciones impuestas por la pandemia, ha sido el eje central de la exitosa serie de Netflix Tiger King. La instalación ha sido criticada por defensores del bienestar animal y profesionales de los zoológicos, que apuntan que explota a los tigres desde que nacen hasta que mueren y no proporcionan alimentos, recintos ni atención veterinaria adecuados. Sin embargo, las multitudes han vuelto el fin de semana del 2 de mayo para interactuar con los cachorros de tigre y visitar a los otros animales salvajes del zoo.

«Estaba abarrotado. Llenísimo», cuenta Daniela Toledo Vargas, que lo visitó con su marido la tarde del sábado, el día que el parque reanudó las actividades con cachorros. Había visto Tiger King y decidió reservar una de las experiencias de tocar cachorros, que están muy demandadas. Por 60 dólares por persona, los visitantes pueden estar seis minutos con dos cachorros de tigre. «Llegué a las dos y tuvimos que esperar hasta las seis y veinte». Cuenta que había dos cachorros de tigre en una habitación. Uno no quería acercárseles y otro se puso inquieto en un momento dado. «[La cuidadora] me dijo que llevaban haciéndolo desde las nueve de la mañana», dice. «Me dijo que eran los mismos tigres todo el tiempo».

Tocar cachorros es una actividad plagada de problemas de bienestar, con pandemia o sin ella. En diciembre, National Geographic reveló que muchos de estos zoos privados tienen sistemas de cría rápida de tigres para que haya un suministro constante de cachorros. En cuanto nace una camada, separan a los cachorros de la madre para que esté en celo antes y pueda volver a aparearse. Los cachorros tienen utilidad económica durante un periodo breve (entre las ocho y las 12 semanas de edad) porque pronto se vuelven demasiado peligrosos para interactuar con los visitantes. Pueden reproducirlos o exhibirlos, y también hay pruebas de que los sacrifican.

(El anterior dueño del zoo, Joe Maldonado-Passage, más conocido como Joe Exotic, está cumpliendo una pena de 22 años de cárcel por planear el asesinato de una de sus críticas, matar cinco tigres y vender tigres a otros estados ilegalmente. El actual dueño del zoo es Jeff Lowe, exsocio de Maldonado-Passage.)

Sin embargo, que el zoo de Oklahoma haya vuelto a permitir esta actividad en plena pandemia ha hecho saltar una nueva alerta: los tigres son susceptibles a la COVID-19. En abril, cinco tigres y cuatro leones del Zoo del Bronx, en Nueva York, dieron positivo en coronavirus. Se cree que lo contrajeron de un trabajador del zoo asintomático. Ahora, en Greater Wynnedood, cientos de personas están tocando cachorros y alimentando tigres cada día, lo que expone a los animales al virus.

Los cachorros de tigre y «ligre» sobre la hierba de Myrtle Beach Safarien abril de 2019. Este centro, que también apareció en Tiger King, también ha vuelto a abrir sus puertas. Los visitantes no suelen ser conscientes de las prácticas de cría necesarias para mantener un suministro constante de cachorros ni de lo que les ocurre a muchos tigres cautivos cuando crecen demasiado para interactuar con el público y que no pueden reproducir o exhibir.

Fotografía de Steve Winter, National Geographic

«En el mejor de los casos, [acariciar cachorros] es una práctica cuestionable e insostenible», afirma Dan Ashe, presidente de la Asociación de Zoos y Acuarios (AZA), un organismo de acreditación del que Greater Wynnewood no forma parte. «Con lo que sabemos sobre el riesgo de transmisión de COVID-19 entre humanos y felinos, creo que es imprudente».

No está claro cuánta gente manipuló a las crías de tigre el sábado. Los representantes del parque no respondieron a los emails ni los mensajes antes de la publicación de este artículo; sin embargo, Lowe, el dueño del zoo, contactó por email con National Geographic tras la publicación y declaró que «Ahora mismo, no organizamos encuentros con cachorros». Aún no ha proporcionado más detalles al respecto ni sobre cuándo dejó de hacerlo el zoo.

Toledo Vargas alega haber visto a varios grupos entrar en el recinto durante su visita, entre ellos una familia con seis niños que entró después que ella. También cuenta que vio una experiencia semiprivada en la que un cuidador trajo un cachorro a un grupo de 25 personas y todas lo tocaron. No solo se exponen los tigres; los expertos en salud pública advierten que tener una multitud de personas a poca distancia entre ellas puede exponerlas a la transmisión de humano a humano y las infecciones siguen aumentando en Estados Unidos.

Toledo Vargas y otros visitantes que acariciaron cachorros el sábado, el domingo y el lunes contaron a National Geographic que no se habían tomado medidas especiales de protección contra el coronavirus antes de entrar al recinto de los tigres. Los trabajadores a los que vio tampoco llevaban mascarillas ni pidieron a los visitantes que se pusieran guantes y mascarillas.

«No tomaron ninguna precaución», afirma Toledo Vargas. «No nos dijeron nada sobre el coronavirus».

Ashe señala que los zoos de carretera como este, sin acreditación y que dejan tocar a los cachorros, rara vez tienen veterinarios en plantilla. A diferencia del Zoo del Bronx, acreditado por la AZA y donde los veterinarios enseguida tomaron medidas para hacer el test a los grandes felinos y mantenerlos en observación, Ashe afirma que, si un felino contrajera un virus en un centro menos reputado, «sería improbable que lo diagnosticaran y, si se dieran cuenta, yo cuestionaría lo que harían al respecto».

Un llamamiento a medidas urgentes

El 29 de abril, ante la reapertura de Myrtle Beach Safari en Carolina del Sur (otro centro donde dejan tocar cachorros y que también aparece en Tiger King), PETA presentó un petición urgente ante el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, la agencia responsable de aplicar la Ley de Bienestar Animal, en la que exigían una prohibición temporal de tocar cachorros y del contacto directo con grandes felinos durante la pandemia.

Ashe afirma que la AZA apoya la petición: «Normalmente no nos alineamos [con PETA], pero en situaciones extremas haces extraños compañeros de cama».

Según David Perle, portavoz de PETA, el USDA no ha respondido a la petición.

Las multitudes de Greater Wynnewood del fin de semana sugieren que la popularidad viral de Tiger King se ha traducido en visitas, lo que confirma el temor de los expertos de que la serie incrementara la demanda de las experiencias de tocar cachorros. Los críticos sostienen que la serie disimuló los graves problemas de bienestar de la industria de los zoos de carretera que permiten este tipo de actividades de contacto. «La salacidad de la serie y la falta de atención real a los pésimos cuidados de los animales les han hecho un flaco favor», afirma Ashe.

«Sí, he visto Tiger King, por eso fui», cuenta Toledo Vargas. «Pero me sentí fatal por los tigres». Además de que los cachorros reciban visitas constantes, Toledo Vargas afirma que los recintos eran mucho más pequeños de lo que esperaba tras ver la serie. Los visitantes también pueden pagar cinco dólares a cambio de alimentar a los tigres «y la comida que daban eran galletas para animales. Y lo único que veías en las jaulas eran galletas para animales... tiradas. Como si ya no las quisieran. Eso también me hizo sentir mal», cuenta.

Señala que le sorprendió la gran cantidad de animales que había, muchos en jaulas con cuatro o cinco. «Es como... ¿Para qué necesitas tantos animales?».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com y se actualizó el 7 de mayo.

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