Los saigas experimentan un auge de natalidad, una buena noticia para esta especie en peligro crítico de extinción

En 2019, un rebaño kazajo de saigas produjo solo cuatro crías. Este año se han contado más de 500, una señal de que las labores de conservación funcionan.

Por Jason Bittel
Publicado 22 jun 2020, 12:18 CEST
Cría de saiga en Rusia

Los antílopes saigas (en la foto, una cría de Rusia) vagan por las estepas, o pastizales áridos, de Europa oriental y gran parte de Asia central.

Fotografía de Igor Shpilenok, Npl, Minden Pictures

Cada primavera desde 2007, los científicos han escudriñado la meseta de Ustyurt de Kazajistán en busca de crías de saigas. Como esta población de la especie en peligro crítico de extinción es la más pequeña y vulnerable del país, los resultados no suelen ser alentadores.

En 2018, por ejemplo, los científicos encontraron un total de 58 terneros en estas estepas sudoccidentales. En 2019, esa cifra cayó a cuatro recién nacidos.

Este descenso hace que el descubrimiento de 530 terneros de saiga agazapados bajo la hierba alta en mayo sea una señal de un posible auge de la natalidad para el animal, al que han cazado casi hasta la extinción.

En los años ochenta, millones de saigas adultos —conocidos por sus hocicos cómicos— vagaban por la meseta de Ustyurt. Sin embargo, tras el colapso de la Unión Soviética, la demanda de los cuernos de estos antílopes aumentó en los mercados de medicinas tradicionales asiáticas y los cazadores furtivos redujeron las poblaciones en sus áreas de distribución de Asia Central.

Entonces, en 2015 se produjo un brote bacteriano letal que mató a casi 200 000 de estos animales del tamaño de cabras y diezmó sus rebaños drásticamente. En poco tiempo desapareció más del 70 por ciento de la población restante. En un giro prometedor, el censo de 2019 determinó que la población kazaja se había recuperado con 334 400 ejemplares, más del doble que la población contada solo dos años antes.

Dos de las más de 500 crías nacidas esta primavera en la meseta de Ustyurt, Kazajistán, se acurrucan en la hierba.

Fotografía de Bakhtiyar Taikenov, AСBK

La cantidad de crías de saiga no es el único indicio prometedor, sino también la cantidad de adultos que las produjeron, que es la máxima observada en la zona en casi 10 años, señala Albert Salemgareyev, especialista en saigas de la organización sin ánimo de lucro Asociación para la Conservación de la Biodiversidad de Kazajistán (ACBK, por sus siglas en inglés).

«Nos parece muy emocionante», afirma Saken Dildakhmet, secretario de prensa del Comité de Silvicultura y Fauna del gobierno de Kazajistán. (Fariza Adilbekova, coordinadora nacional de la organización sin ánimo de lucro Altyn Dala Conservation Initiative, tradujo los comentarios de Dildakhmet por videollamada.)

«Debido a la buena protección y las patrullas de los guardabosques estatales tras la muerte masiva, cada año hemos observado un crecimiento constante de la población de saigas», afirma Dildakhmet.

El colapso de la población

Aunque la caza furtiva ha descendido, estos antílopes de color arena siguen amenazados en varios frentes. Un peligro fundamental se introdujo con la infraestructura humana.

En 2014, el gobierno kazajo instaló vallas a lo largo de la frontera del país con Uzbekistán para intentar prevenir el contrabando y el tráfico de drogas.

«Nunca iba a funcionar, porque es una zona muy remota y es solo alambre de espino. Pero funciona como trampa para saigas», afirma E.J. Milner-Gulland, científica de conservación de la Universidad de Oxford y directora de la Saiga Conservation Alliance.

Los animales migratorios invernan en el clima más templado de Uzbekistán y regresan a Kazajistán para reproducirse y dar a luz a partir de abril. Sin embargo, la valla fronteriza interrumpe esta migración a la mitad, aunque había pruebas de que algunos de los animales más decididos sí consiguieron hallar una forma de cruzar. «Nuestros especialistas encontraron pelo y sangre de saiga en las vallas», afirma Adilbekova.

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    Las enfermedades y la caza furtiva amenazan a los saigas
    El saiga, en peligro crítico de extinción, afectado por enfermedades y codiciado por sus cuernos, es el foco de las labores de conservación en Asia central. Hoy, quedan unos 225.000 saigas en Kazajistán, Rusia y Mongolia. En 2015, una misteriosa enfermedad provocó una muerte masiva en Kazajistán central en la que fallecieron 220.000 saigas en el transcurso de unas semanas, exterminando al 62 por ciento de la población mundial. Aunque los saigas sobrevivieron todavía están amenazados por la caza furtiva. En la carrera por salvar la población restante, los conservacionistas y los guardias anti caza furtiva aunaron fuerzas en la reserva de Irgiz-Turgay para estudiar la salud de los saigas y patrullar la zona contra el comercio ilegal de fauna salvaje.

    Las carreteras y otras construcciones humanas también frustran las migraciones.

    Hace unos años, Salemgareyev, Adilbekova y sus colegas recibieron la aprobación del gobierno para instalar huecos en la valla fronteriza para permitir que los antílopes pasaran. Por motivos desconocidos, los saigas no utilizaron los huecos hasta este pasado invierno.

    «Este año nos llegó la noticia de nuestros colegas uzbekos», cuenta Salemgareyev. «Había aparecido un grupo de saigas».

    «Al borde del precipicio, pero en la dirección adecuada»

    Teniendo en cuenta cuántos saigas acostumbraban a recorrer estas estepas, unos pocos centenares de terneros recién nacidos es una cifra muy pequeña, advierte Milner-Gulland, que no participó en el descubrimiento. Con todo, se trata de una señal prometedora tras una década durante la cual muchos expertos han estado preocupados por que la población de la meseta de Ustyurt fuera encaminada hacia la extinción.

    La población de saigas aún «pende al borde del precipicio, pero va en la dirección adecuada», explica. «Cualquier cría de saiga es una buena noticia».

    Conforme avanza la investigación, los científicos están aprendiendo mucho sobre el ciclo vital de la especie. «Cada año descubrimos algo nuevo», afirma Salemgareyev. Hace poco, sus colegas y él se toparon con una manada de unos 5000 saigas en la población de los Urales, al oeste; cuenta que sus balidos eran tan fuertes que era imposible escuchar a la persona que tenías al lado.

    En un principio, un grupo de ese tamaño no parecía inusual, hasta que los científicos se percataron de que todos eran machos, que tienen cuernos. Salemgareyev repasó la literatura científica en busca de observaciones similares y no pudo encontrar documentación previa; supone que los machos van por su lado durante la época de parto. También se descubrió que, en algunas zonas, la mayoría de los terneros recién nacidos tendían a ser macho, un cambio respecto a los hallazgos de hace 20 años.

    Incógnitas aparte, algo que sí se sabe sobre los saigas «es que son unos supervivientes», afirma Milner-Gulland. «Es una especie a la que han derribado en varias ocasiones, pero siguen levantándose».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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