Los perros pueden ser «sistemas de alerta temprana» para la exposición a sustancias químicas tóxicas en casa

Los perros y las personas tienen cantidades muy similares de sustancias químicas domésticas en el cuerpo, lo que podría ser de gran ayuda para la salud humana.

Por Carrie Arnold
Publicado 11 jun 2020, 13:01 CEST
Perro

Los perros domésticos tienen características físicas y enfermedades similares a los humanos, particularmente los cánceres.

Fotografía de Robin Siegel, Nat Geo Image Collection

Más de 10 000 años de domesticación han hecho que los perros tengan similitudes increíbles con los humanos, como su capacidad para interpretar nuestras expresiones faciales o la estrecha relación entre nuestros genomas. Ahora, un nuevo estudio revela que los perros y los humanos portamos las mismas sustancias químicas tóxicas en nuestros cuerpos, un hallazgo que podría ser beneficioso para la salud humana.

Muchos artículos cotidianos, como los envases de los alimentos o los cosméticos, contienen sustancias perjudiciales como pesticidas, pirorretardantes y ftalatos, utilizados para ablandar el plástico. La exposición crónica a largo plazo a estos tres grupos químicos comunes se ha vinculado a enfermedades en humanos, entre ellas varios tipos de cáncer.

Como los perros se parecen mucho a nosotros y comparten el mismo espacio vital, se ha llevado a cabo la primera investigación sobre cómo afectan los productos químicos industriales a los humanos y los perros que viven en el mismo domicilio.

Mediante collares y pulseras de silicona —una tecnología relativamente nueva para detectar la exposición a sustancias químicas—, se descubrieron similitudes asombrosas entre las cargas químicas de los perros y sus dueños, según el estudio, publicado recientemente en la revista Environmental Science and Technology.

Catherine Wise, la líder del estudio, señala que estos resultados son alentadores porque demuestran que los perros pueden actuar como sistemas de alerta temprana, ya que ofrecen pistas valiosas sobre los efectos perjudiciales de estas exposiciones.

A menudo, las enfermedades tardan décadas en manifestarse en personas, pero las repercusiones en mascotas pueden producirse en pocos años, señala Wise, candidata a doctora en la Universidad del Estado de Carolina del Norte. Por ejemplo, si los científicos descubrieran que los ftalatos provocan cáncer en perros, podrían ofrecer pautas para que las personas vigilemos mejor la exposición a los plásticos.

Wise añade que su investigación es muy relevante ahora, debido a la pandemia de coronavirus.

«Como la mayoría estamos encerrados en casa con nuestros perros mucho más tiempo», la importancia «de nuestro entorno compartido nunca ha sido tan grande como en la actualidad», explica.

El perro de la mina de carbón

Que la exposición a sustancias químicas afecte a nuestras mascotas no es ninguna sorpresa, pero lo que nadie sabía era la íntima correlación entre estas exposiciones ni cómo se desarrollaba a lo largo de la vida de una mascota, indica el coautor Matthew Breen, experto en cáncer canino de la Universidad del Estado de Carolina del Norte.

«Los perros tienen cánceres muy similares, así que ¿por qué no tendría sentido que los perros también pudieran encontrarse en esta situación al compartir también el mismo entorno?», apunta Breen. «Un perro respira el mismo aire y bebe la misma agua, y cuando le tiramos la pelota en el parque, un perro corre por la misma hierba tratada con herbicidas».

Para el estudio, Breen y Wise enviaron collares y pulseras de silicona a 30 parejas de perros y humanos en Nueva Jersey y Carolina del Norte y pidieron a los sujetos del estudio que las llevaran durante cinco días en julio de 2018. A continuación, los participantes se las devolvieron por correo a Wise y Breen, quienes las sumergieron en un disolvente químico para extraer los compuestos recopilados.

Los niveles de contaminantes eran similares en perros y humanos; por ejemplo, descubrieron un tipo de bifenilo policlorado (BPC) en el 87 por ciento de las pulseras humanas y en el 97 por ciento de los collares de perros. Estas sustancias químicas se utilizaban como fluidos refrigerantes electrónicos y en diversos procesos industriales antes de que el gobierno de Estados Unidos prohibiera su uso en 1979.

La silicona es eficaz porque absorbe de forma pasiva las sustancias químicas de forma similar a las células humanas, con lo que los científicos pueden hacerse una idea tanto de las sustancias químicas con las que entra en contacto una persona cuando llevan la pulsera como de la cantidad de la que es portadora. Anteriormente, solo se podían medir las sustancias químicas en la sangre y la orina, señala Kim Anderson, toxicóloga ambiental de la Universidad del Estado de Oregón que desarrolló la tecnología de las pulseras.

«Tú y yo podemos estar expuestos al mismo producto durante el mismo periodo y lo que aparece en nuestra orina puede ser muy diferente», explica Anderson. Esto dificulta comprender a qué cantidad de una sustancia química se ha expuesto una persona.

Pero Anderson advierte que este tipo de estudios no pueden demostrar que un producto en particular tenga una consecuencia específica: solo demuestran una relación.

Vínculos químicos

Esta investigación se basa en estudios previos en otros animales, como caballos y gatos. En 2019, Anderson descubrió que existía una relación entre los pirorretardantes y una enfermedad en gatos denominada hipertiroidismo felino. Esto podría deberse a que a los gatos les gusta descansar en muebles tapizados, que a menudo contienen pirorretardantes.

Anderson también ha adaptado la pulsera de silicona en un collar para caballos y publicó un estudio en abril que demuestra la existencia de un vínculo sólido entre los potros enfermos y las sustancias químicas liberadas por una operación cercana de fracturación hidráulica en Pensilvania.

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    Ahora que Wise y Breen han establecido esta conexión en perros, pretenden emplear el mismo método para estudiar el vínculo entre las sustancias químicas y el cáncer de vejiga en perros. Investigaciones previas han descubierto relaciones entre la exposición de un perro a los herbicidas del césped y el desarrollo de cáncer de vejiga.

    Lo estudiarán cuando puedan volver al laboratorio. Ahora mismo, Wise sigue en casa persiguiendo a su perra rescatada, Simbaa. «Me hace compañía y hace cameos en las reuniones de Zoom, aunque tiene que competir por el protagonismo con nuestros dos gatos, Loki y Nebula».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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