Las exportaciones de pitones reales suscitan preocupación ante el aumento de su demanda como mascotas

Aunque las pitones se crían en cautividad en Estados Unidos y Europa, cada año exportan decenas de miles desde África occidental. Se desconoce cómo repercute esto en su conservación y su bienestar.

Por Rachael Bale
Publicado 6 jul 2020, 13:45 CEST

Las pitones reales se crían en cautividad en Norteamérica y Europa. Cada año se exporta una media de 50 000 desde Togo, el principal país de origen en su área de distribución en África occidental y central.

Fotografía de Aaron Gekoski, World Animal Protection

Aunque no te gusten las serpientes, si interactúas una pitón real cabe la posibilidad de que te encariñes con ella. Son suaves y lustrosas. Son de color ébano o chocolate con marcas marrones doradas. Son apacibles y mansas, y cuando tienen miedo se enroscan en una bola y colocan la cabeza en el medio.

Mucha gente ha cogido cariño a las pitones reales, que viven principalmente en África occidental y central. Se cree que son la serpiente más popular como mascota en Norteamérica y Europa. La National Pet Owners Survey estima que unos 800 000 hogares estadounidenses tienen serpientes, aunque se desconoce cuántas de ellas son pitones reales.

Las pitones reales cautivas, que adquieren cientos de colores y patrones, se exponen para la venta en una expo de reptiles en Southaven, Misisipi, en 2019. Normalmente, las pitones reales criadas en cautividad en Estados Unidos y Europa son más caras que las importadas desde África, por eso es más probable que los dueños primerizos compren ejemplares importados.

Fotografía de Aaron Gekoski, World Animal Protection

Entre 1997 y 2018, se exportaron legalmente 3,6 millones de pitones reales desde África occidental. Según la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES), el tratado que regula el comercio transfronterizo de animales salvajes, Togo —principal país proveedor—, Benín y Ghana representan más del 98 por ciento de las exportaciones.

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    Pese a la magnitud del comercio internacional, existe muy poca información sobre cuántas pitones reales hay en la naturaleza y cómo afecta el comercio a las poblaciones silvestres, que también se enfrentan a una presión considerable por la caza de carne de animales salvajes y su uso en medicinas tradicionales. Las pitones reales no se clasifican como especie en peligro de extinción, pero un conjunto de nuevas investigaciones sugiere que quizá deberían: apunta a lagunas en la supervisión de la cadena de suministro en África occidental y plantea incógnitas sobre si se deberían otorgar más protección a las pitones reales.

    Dave Barker, biólogo que junto a su mujer Stacy fundó una de las mayores empresas de cría de pitones reales en cautividad, explica que las pitones reales se consideraban serpientes baratas y comunes para tener como mascotas durante los años ochenta y principios de los noventa. En 1992, empezaron a venderse las primeras pitones reales «de diseño»: ejemplares albinos criados en cautividad. De repente, la especie «pasó del asiento trasero del coche al asiento del conductor», explica Barker. La demanda de pitones reales se disparó y ahora se crían en colores y patrones deslumbrantes.

    Aunque la cría en cautividad a escala comercial de estas serpientes comenzó hace décadas, las pitones reales también son la especie más común protegida por CITES exportada viva desde África porque es más barata que sus homólogas criadas en cautividad. Conforme a la normativa de CITES, los países establecen cupos anuales de exportación legal y solo se permite el comercio si existen pruebas científicas de que no perjudica a las poblaciones silvestres. Togo, por ejemplo, posee un cupo de exportación anual de 1500 pitones reales salvajes y 62 500 criadas en «granjas» a partir de un huevo o una hembra con huevos capturada en la naturaleza.

    Neil D’Cruze, doctor en herpetología, es el director internacional de investigación de fauna silvestre del grupo World Animal Protection e investigador visitante de Oxford WildCRU, un proyecto de investigación de conservación de la Universidad de Oxford, en Inglaterra. Hace dos años, le entró curiosidad por el comercio de pitones reales.

    Filip Sudak, de la República Checa, es un criador de pitones reales a pequeña escala. La popularidad de las pitones reales —que ahora son unas de las serpientes más comunes como mascotas— se disparó en los años noventa, cuando empezaron a criarse en cautividad las primeras pitones reales albinas.

    Fotografía de Aaron Gekoski, World Animal Protection

    «Como amante de los reptiles que ha pasado muchas horas estudiándolas, entiendo por qué alguien querría tener una», dice. Pero cuando examinó los datos comerciales, las cifras de exportaciones le llamaron la atención e hicieron que se preguntara qué medidas se toman para garantizar que el comercio no suponga un riesgo en lo referente al bienestar animal, la salud humana y la conservación.

    D’Cruze y un equipo internacional e interdisciplinario de científicos —expertos en ramas diversas como la socioeconomía del comercio de fauna silvestre o la cría, genética, bienestar y patología de las pitones— estudiaron el comercio de pitones reales con ayudas de World Animal Protection. Sus hallazgos se han hecho públicos en una serie de cinco artículos científicos y en tres más por publicar.

    En su conjunto, la investigación sugiere que, tras décadas de exportaciones altas y supervisión escasa, la falta de datos fiables se traduce en que es imposible tomar decisiones educadas y basadas en la ciencia sobre la gestión y la protección de las poblaciones salvajes de pitones reales. En particular, los investigadores cuestionan la idoneidad del cupo de exportación de Togo.

    Un informe publicado el 23 de marzo por World Animal Protection exige un cambio drástico: suspender el comercio internacional de pitones reales. Sin embargo, los trabajos de investigación, publicados en revistas de código abierto revisadas por pares, hacen recomendaciones más moderadas, sobre todo para Togo. Una de ellas es reducir la cantidad de pitones reales que pueden exportarse desde el país y el fortalecimiento de la supervisión de su captura, cría y estándares de bienestar.

    Los importadores de Estados Unidos sostienen que la compra de pitones reales de África occidental es beneficiosa para la conservación y que, al asignar un valor a las serpientes, quienes viven cerca de ellas tienen un incentivo para asegurarse de que no desaparezcan. «Es sostenibilidad a través de la comercialización», afirma Michael Van Nostrand, dueño de Strictly Reptiles, una empresa de compraventa de reptiles de Florida. Según los documentos de importación del Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos obtenidos por World Animal Protection, su empresa importa más de 10 000 pitones reales cada año desde Togo. «Por supuesto que algunas se destinan al comercio de mascotas, pero para eso está el sistema de cupos», afirma.

    «Una señal de alarma»

    Para obtener más información sobre la sostenibilidad de la exportación de pitones reales desde Togo, los investigadores entrevistaron a 57 cazadores de serpientes togoleses que abastecen a centros de exportación. Tres cuartos dijeron que ven menos pitones reales hoy que hace cinco años.

    Los cazadores de Ghana enseñan una pitón real hembra que acaban de sacar de su madriguera. Ghana, Togo y Benín representan más del 98 por ciento de las exportaciones de pitones reales vivas, la mayoría de las cuales se crían en granjas o nacen en cautividad a partir de huevos y hembras embarazadas capturadas en el medio natural.

    Fotografía de Aaron Gekoski, World Animal Protection

    En una granja de Accra, Ghana, retiran a una pitón real de su recinto para comprobar si tiene garrapatas. Las pitones reales son animales solitarios y excavadores, así que los veterinarios recomiendan tenerlas separadas y darles acceso a escondites por su bienestar.

    Fotografía de Aaron Gekoski, World Animal Protection

    «Es una señal de alarma», afirma D’Cruze.

    Según el estudio científico que analiza las entrevistas a los cazadores, habrá que investigar más para determinar qué proporción del descenso percibido por los cazadores togoleses se debe a su captura para el comercio de mascotas y no a otras presiones. Pero estas entrevistas —combinadas con otros hallazgos de la investigación— plantean incógnitas sobre si los cupos de exportación de Togo se basan en una ciencia ecológica sólida y una supervisión regular, que son requisitos de CITES.

    «Ahora mismo hay bastantes señales de alarma para reducir drásticamente la actividad», dice D’Cruze sobre el comercio.

    El zoólogo Gabriel Segniagbeto, de la Universidad de Lomé, es la autoridad científica para CITES en Togo. Su trabajo consiste en asesorar al gobierno sobre las repercusiones del comercio en las especies silvestres y proporcionar fundamentos para establecer cupos de exportación. También es el coautor de varios de los trabajos publicados sobre las pitones reales en el marco del proyecto. Admite que la información de los cazadores resulta preocupante, pero no cree que sea necesario reducir el cupo de exportación de Togo, por ahora. Él apoya un programa de supervisión de las actividades de caza y cría en cautividad. Señala que «el comercio de pitones tiene valor económico para los cazadores», así que debe protegerse su sustento.

    Mike Layman, cuya empresa de cría e importación de reptiles con sede en Florida Gourmet Rodents importan miles de pitones reales cada año, dice que la clave es centrarse en el comercio responsable de cualquier especie. «El uso responsable de ese recurso podría no ser igual hoy que mañana. Es algo que aún debe revisarse», afirma. Además de tener una sensación de responsabilidad hacia los animales, dice que el comercio sostenible es importante para las empresas importadoras: si las poblaciones se desploman, su negocio sufrirá las consecuencias.

    Según Eric Fouchard —que cuenta que su centro de Lomé, Toganim, produce casi un 45 por ciento de las exportaciones de pitones reales criadas en granjas de Togo—, el comercio de pitones reales en África occidental es importante porque impide que la gente las capture para el mercado de carne de caza. El comercio de mascotas «enseña a nuestra gente que un animal vivo es más rentable que uno muerto», escribió en un email. (El resto de las granjas de Togo con las que contactó National Geographic no respondieron a nuestras preguntas.)

    D’Cruze responde que este argumento, planteado por varias personas implicadas en el comercio de mascotas entrevistadas para este reportaje, se basa en un supuesto no probado. Señala que «hasta que tengamos pruebas de que el comercio de mascotas es una herramienta fundamental para la supervivencia [de las pitones reales], preferiría que pecáramos de precavidos» reduciendo o deteniendo el comercio.

    Un largo viaje

    La cría de pitones reales comienza con los cazadores rurales, que llevan huevos y hembras portadoras de huevos capturadas en la naturaleza a las granjas. En los centros eclosionan los huevos y crían a las jóvenes pitones reales hasta tener la edad suficiente para exportarlas, de unos pocos días a varias semanas. Para contrarrestar el impacto de capturar huevos silvestres en Togo, se devuelven a la naturaleza las hembras que estaban embarazadas y una parte de las pitones jóvenes.

    Un cargamento de pitones reales vivas en bolsas de tela, destinadas a Miami desde África occidental, se abre para una inspección de aduanas en Francia. Uno de los requisitos para su transporte internacional es amortiguar los contenedores rígidos con rellenos como periódico arrugado y no introducir más de ocho pitones reales en una sola bolsa, que debe medir 45 por 60 centímetros.

    Fotografía de Cyril Ruoso, Minden Pictures

    Cuando las pitones reales exportadas llegan a Estados Unidos, el Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre puede inspeccionarlas para asegurarse de que los contenidos del cargamento coincidan con la documentación. Eva Lara, inspectora supervisora regional del servicio, explica que el fin es garantizar que no hay contrabando de especies no declaradas y que se cumplan las normas de bienestar animal para el transporte establecidas por la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA). (El Servicio Federal de Pesca y Vida Silvestre carece de los recursos necesarios para inspeccionar todas las importaciones de fauna silvestre, pero los cargamentos de especies vivas incluidas en CITES son prioritarios, según Lara.) A continuación, las serpientes son reclamadas por los importadores. Pueden venderse a un mayorista, a un vendedor de reptiles, a una tienda de mascotas o a un comprador directamente.

    No se ha estudiado cuántas pitones reales mueren en tránsito intercontinental, pero las estimaciones del comercio internacional de reptiles sugieren que fallece hasta un cinco por ciento, que podría equivaler a miles de pitones reales al año. Layman, de Gourmet Rodents, sitúa la tasa de mortalidad de sus importaciones de pitones reales de 2019 en poco más del uno por ciento.

    El proceso de transporte puede resultar estresante para las pitones, apunta Mike Corcoran, veterinario y presidente de la Asociación de Veterinarios de Anfibios y Reptiles. Están adaptadas a entornos cálidos y húmedos, condiciones que podrían ser difíciles de mantener durante un traslado largo.

    La mayoría de las serpientes sobreviven a los envíos internacionales, pero D’Cruze afirma que la mera supervivencia no basta. «La capacidad de un animal de tolerar y sobrevivir es independiente de su capacidad de sufrir», afirma.

    Los animales estresados también son más propensos a enfermar. «En cuanto entran en el comercio, hay que considerar que están inmunodeprimidas durante un periodo determinado y que son propensas a padecer cualquier enfermedad que puedan contraer las pitones reales», afirma Tom Hellebuyck, veterinario e investigador de patologías de fauna silvestre en la Universidad de Gante, Bélgica.

    La prevención de enfermedades

    Las enfermedades no son solo un posible problema para las pitones reales, sino también para los humanos. Los animales salvajes de todo tipo pueden ser anfitrionas de diversos patógenos, como ha evidenciado la pandemia de COVID-19, una enfermedad zoonótica que, según se cree, procede de los murciélagos. Hellebuyck indica que se sabe que las serpientes y otros reptiles, por ejemplo, son portadores de cepas de salmonela, el virus del Nilo occidental y enfermedades transmitidas por garrapatas.

    Esta pitón real de una granja de África occidental tiene garrapatas en la cabeza. Las garrapatas africanas pueden ser portadoras de varias enfermedades perjudiciales para el ganado, los humanos y otros reptiles, así que es crucial impedir que entren en cargamentos de pitones reales.

    Fotografía de World Animal Protection

    Un brote de salmonela de 2017 en Estados Unidos que enfermó a varios niños se rastreó hasta las pitones reales. Muchos reptiles sanos son portadores de la salmonela, por eso los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) recomiendan que los niños de menos de cinco años y las personas inmunodeprimidas no tengan contacto con ellas.

    D’Cruze y sus colegas revisaron la literatura científica existente para identificar más de 150 patógenos diferentes que podrían transportar las pitones reales. A continuación, tomaron muestras en granjas de reptiles de Togo y las analizaron en busca de bacterias patógenas. El trabajo que detalla los resultados ha sido aceptado por una revista, ha completado la revisión por pares y se prevé que se publicará pronto. D’Cruze afirma que ninguno de los animales se encontraba «en condiciones higiénicas ni seguras... Hay pruebas definitivas de bacterias patógenas que son motivo de preocupación». Fouchard, que no ha visto el estudio, afirma que las muestras obtenidas en Toganim procedían de una pequeña cantidad de animales y no son representativas de la granja.

    También está la posibilidad de nuevos patógenos. «Cualquier animal que proceda de su hábitat autóctono podría venir acompañado de un conjunto de patógenos potenciales que desconocemos», afirma Brian Bird, virólogo de la Universidad de California, Davis, que forma parte del PREDICT Project, que busca virus que podrían saltar de animales a humanos. Señala que con el comercio de animales salvajes se corre el riesgo de introducir el próximo virus causante de SARS o COVID-19 en humanos o el próximo hongo quítrido (que afecta a anfibios de todo el mundo) en serpientes de otras regiones.

    Lara explica que los inspectores de fauna silvestre solo interceptan un cargamento con una serpiente herida o enferma si el problema parece deberse a una violación de la normativa de bienestar de la IATA. Si una serpiente está visiblemente enferma —sin reflejos, débil o con mucosidad, por ejemplo— y no se detectan violaciones de las normas de la IATA, el encargo se enviaría a los CDC si entraña riesgos para la salud humana. Se destinaría al Departamento de Agricultura si existe un riesgo para el ganado, como con la cowdriosis, que transportan las garrapatas africanas y resulta devastadora para los animales. También es posible que un animal sea portador asintomático de una enfermedad.

    Para minimizar el riesgo de contagiar enfermedades a otras serpientes, algunos importadores de reptiles ponen en cuarentena a las serpientes importadas. Según Layman, las pitones reales recién llegadas a Gourmet Rodents son tratadas con antibióticos y después se les realizan chequeos veterinarios semanales hasta que las venden, así que si muestran síntomas de una enfermedad pueden recibir tratamiento de inmediato.

    Supervisión laxa y falta de datos

    Otro nuevo estudio sobre la genética de las pitones reales de Togo que forma parte del proyecto sugiere que una parte importante de lo que se supone que hace que la cría sea sostenible —la liberación de hembras que antes estaban embarazadas y de una proporción de los ejemplares juveniles— no se lleva a cabo de forma adecuada.

    Cabezas de pitones reales a la venta en el mercado público de Cotonú, la mayor ciudad de Benín, donde el vudú es una religión oficial. La captura y la matanza de pitones reales para el vudú y la medicina tradicional somete a mayor presión a las poblaciones silvestres. La religión, que también se practica en Togo y Ghana, sostiene que diferentes animales ofrecen diferentes propiedades sanadoras y protectoras.

    Fotografía de Aaron Gekoski, World Animal Protection

    Según Mark Auliya, autor principal y experto en reptiles del Museo de Investigación Alexander Koenig de Alemania, el estudio apunta a la posibilidad de que no estén devolviendo a los animales al lugar donde los capturaron. Indica que las pitones reales se adaptan muy bien y pueden sobrevivir en hábitats diferentes, pero si no las liberan en su hábitat autóctono existe el riesgo de propagar enfermedades o defectos genéticos.

    Asimismo, no hay datos sobre qué porcentaje de pitones reales liberadas sobrevive, lo que también dificulta saber si las liberaciones compensan las capturas. Lo que sí se sabe es que algunos cazadores liberan menos serpientes de las que se llevan, según lo que les han contado a los investigadores. La mitad de los entrevistados afirmaron que no solo recogen huevos y hembras embarazadas para las granjas, sino también machos, hembras no embarazadas y juveniles.

    «Es un problema porque hay estudios anteriores que han demostrado que las hembras son las más importantes en la reproducción» para mantener las poblaciones estables, explica Christian Toudonou, candidato a doctor de la Universidad de Abomey-Calavi, en Benín, donde estudia la explotación y la conservación de pitones reales. Dice que él también ha presenciado la recolección indiscriminada de machos y hembras, adultos y juveniles en Benín, que para proteger a la especie redujo su cupo de exportación un 50 por ciento en 2017 y ha mantenido un cupo inferior en los años posteriores.

    También quedó patente que no se ha aplicado un sistema para garantizar que las pitones reales que exporta Togo proceden de allí. Algunos cazadores togoleses contaron a los investigadores que a menudo capturan pitones reales de Ghana o Benín, donde la especie está bajo «grave amenaza», según un informe de 2015 de Toudonou. Pero como dichas serpientes se trasladan a centros de Lomé, las etiquetan como si fueran de Togo en los permisos comerciales. Toudonou y otros investigadores también han documentado esta práctica. D’Cruze sostiene que eso socava el razonamiento científico que fundamenta el cupo de exportación de cada país.

    Afirma que unos cupos de exportación coordinados entre Togo, Benín y Ghana contribuirían a minimizar las repercusiones de las capturas transfronterizas. Segniagbeto, la autoridad científica de CITES en Togo que ha propuesto una mayor supervisión, también apoya esta estrategia.

    «Un negocio innecesariamente peligroso»

    El comercio de pitones reales «es un negocio innecesariamente peligroso desde la perspectiva de la salud humana y la conservación, y desde la perspectiva del bienestar de los animales», dice D’Cruze. «Me cuesta comprender cómo lo justifican». Apunta que este conjunto de estudios sobre las pitones reales es solo el principio de lo que se necesita para comprender cómo hacer el comercio más sostenible, transparente, seguro y humano.

    Para D’Cruze, el bienestar individual de las serpientes es de especial importancia. Indica que se ha demostrado en estudios académicos que los reptiles pueden sentir dolor, estrés, miedo y ansiedad. En lo que respecta a su bienestar, según él, deberíamos verlos igual que a los perros y los gatos. Los importadores y los criadores están de acuerdo en este tema, aunque a menudo difieren en qué condiciones les parecen aceptables.

    Auliya insiste en que habrá que investigar mucho más para entender la distribución de las pitones reales y el estado de sus poblaciones. Cuando se unió al proyecto, le sorprendió la escasa información ecológica de la que disponían. «Es la especie de serpiente viva más comerciada del mundo», afirma. «¿Por qué nadie ha trabajado para responder a estas preguntas?».

    Como coordinador de la Lista Roja de la UICN, un inventario del estado de conservación de las especies, Auliya dice que es hora de pensar en cambiar la clasificación de la especie de «preocupación menor» a «casi amenazada» o incluso «vulnerable». «A la luz de nuestra investigación y de nuevos hallazgos, que apuntan a problemas de gestión comercial inadecuada y descensos regionales, su clasificación en la Lista Roja debería reconsiderarse como medida de precaución», afirma.

    Hellebuyck dice que las pitones reales se encuentran en «una situación de “blanco o negro”». Es «innecesario importarlas», ya que están disponibles a través de la cría en cautividad.

    En cambio, Segniagbeto argumenta que la captura de pitones y de huevos es una fuente de ingresos importante para los cazadores, así que él apoya que el comercio prosiga, aunque con más supervisión. Layman, de Gourmet Rodents, dice que los importadores quieren lo mismo. «Nuestra industria no intenta diezmar las poblaciones silvestres», afirma. «Eso no nos beneficia. Queremos hacer lo correcto y lo responsable» apoyando las exportaciones sostenibles.

    Al fin y al cabo, Auliya indica que todo se reduce a los compradores. El mercado de pitones reales salvajes en Norteamérica y Europa existe porque la gente las compra como mascotas. Según él, los compradores deben ser responsables con la fauna silvestre. «Nosotros, como [consumidores], somos los que más problemas causamos. No nos importa cómo las capturan, cómo las tratan», afirma. «Solo queremos que sean nuestras mascotas. Explotamos su naturaleza para nuestros fines».

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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