Nuevas investigaciones revelan que las madres chimpancés se parecen a nosotros

La nueva información sobre la maternidad de los chimpancés es vital y puede contribuir a la conservación de esta especie en peligro de extinción.

Por Grant Currin
Publicado 7 may 2021, 13:00 CEST

Una cría de chimpancé se aferra a su madre. Los grandes simios comparten aproximadamente un 99 por ciento del ADN con los humanos.

Fotografía de Eric Gevaert, Alamy

Cuidados las 24 horas durante un año. Amamantar hasta cinco años. Una relación intensa y agotadora que dura más de una década.

¿Te suena? Al igual que las madres humanas, los chimpancés invierten una gran cantidad de recursos para cuidar de sus crías y que sean adultos sanos, que pueden vivir hasta 40 años en el medio natural. Aunque las comunidades de chimpancés —que se distribuyen desde las selvas tropicales de Uganda hasta los bosques de las sabanas de Tanzania— son diversas, con peculiaridades y comportamientos propios, todas comparten las mismas bases: lazos sólidos entre madres y crías.

En los últimos años, nuevas investigaciones han revelado mucho sobre la maternidad en los chimpancés, al mismo tiempo que proporcionan información valiosa sobre esta especie en peligro de extinción.

Debido a la destrucción de hábitat, la caza y las enfermedades, las poblaciones de estos grandes simios han disminuido al menos un 70 por ciento, de casi un millón de ejemplares en 1900 hasta entre 172 000 y 300 000 en la actualidad. Aprender más sobre sus relaciones sociales puede contribuir a las iniciativas para proteger a las especies, ayudando a los conservacionistas a entender qué factores —como el tamaño del hábitat— necesitan las comunidades de chimpancés para prosperar.

Hay algo en los lazos de los chimpancés «que es indescriptible, como las relaciones de amor humanas», afirma Rachna Reddy, investigadora posdoctoral de la Universidad de Harvard que ha observado a los animales en el medio natural durante años.

A continuación, te contamos los otros descubrimientos sobre las madres chimpancés, que revelan lo similares que son a nosotros.

Lazos entre madre e hijo

Generaciones de primatólogos han documentado relaciones sólidas entre madres e hijos adultos, pero el año pasado un estudio demostró que estos lazos no son solo conmovedores, sino que también es probable que sean lo habitual.

Reddy y su coautor Aaron Sandel pasaron tres años observando las interacciones de 29 machos adolescentes y adultos con otros chimpancés en la comunidad de chimpancés de Ngogo, en el parque nacional de Kibale, Uganda. Los chimpancés macho no veían a sus madres con tanta frecuencia como antes, pero si sus caminos se cruzaban, los hijos buscaban a sus madres y las acicalaban durante periodos prolongados, probablemente repitiendo los comportamientos de su infancia.

Algunos tienen lazos aún más estrechos: «Casi un tercio de los machos adultos son básicamente los mejores amigos de sus madres», afirma Reddy.

Es probable que este tipo de relación duradera entre madre e hijo ocurra en todos los grupos de chimpancés. También es muy poco común en mamíferos, ya que la mayoría de los grupos abandonan el grupo donde nacieron una vez alcanzan la madurez. En el caso de los chimpancés, son las hembras las que encuentran un grupo nuevo, por eso los parientes más cercanos de un chimpancé hembra son probablemente sus propios hijos.

Aunque los machos jóvenes no abandonan a su familia, afrontan una transición dura: la entrada en la jerarquía social de los machos adultos.

El estudio también desveló que las madres desempeñan un papel crucial en esta transición vital, defendiendo a sus hijos durante los conflictos con machos mayores y ofreciendo consuelo a través del tacto.

Autocuidados para madres chimpancés 

Sean Lee, científico posdoctoral de la Universidad George Washington, se ha replanteado el saber convencional sobre la vida cotidiana de los chimpancés hembra.

Por ejemplo, los científicos pensaban que las madres chimpancés no eran tan sociables, porque pasan gran parte del tiempo con sus crías.

Pero empleando conjuntos de datos más amplios —y con una mente abierta—, Lee y sus colegas descubrieron que las madres chimpancés pasan tanto tiempo con los adultos como sus primos gregarios, los bonobos.

Para un estudio publicado a principios de este año, Lee y sus colegas documentaron los comportamientos de los bonobos en la República Democrática del Congo. A continuación, los investigadores compararon dichas observaciones con décadas de datos sobre chimpancés en el parque nacional Gombe Stream, en Tanzania.

Analizaron la cantidad de tiempo que pasaba cada especie haciendo diversas actividades, como alimentarse, viajar, acicalarse y jugar.

Las madres chimpancés pasaban más tiempo a nivel individual con sus crías —y menos tiempo con otros chimpancés— que los bonobos. Pero las madres chimpancés también pasaban casi tanto tiempo como los bonobos realizando actividades sociales, como el acicalamiento y el juego.

«Era exactamente lo contrario de lo que esperábamos», afirma Lee. Los hallazgos demuestran que «las madres chimpancés aún necesitan esa interacción social y ese tiempo social, y lo hacen».

Unidas en el dolor 

La investigación sobre chimpancés cautivos también puede ofrecer información sobre los comportamientos de sus parientes salvajes.

Moni, una chimpancé hembra y una de las miembros de menos categoría en su comunidad en el Royal Burgers’ Zoo en los Países Bajos, tenía dificultades para relacionarse con otros 14 chimpancés de su recinto y a veces se quedaba mirando fijamente a chimpancés que quería acicalar o se tiraba del pelo.

«No sabía cómo ser una chimpancé», afirma Zoë Goldsborough, candidata a doctora de la Universidad de Utrecht que pasó meses observando a Moni y su comunidad.

Una mañana, Goldsborough y su colega, Kayla Kolff, descubrieron a una cría mortinata en el recinto y se dieron cuenta de que Moni se había aislado en parte porque estaba embarazada.

La comunidad de chimpancés estuvo inusualmente callada aquel día. En lugar de evitar a Moni, como de costumbre, los chimpancés se sentaron a su lado, la besaron y le ofrecieron sus dedos para que los agarrara o se los metiera en la boca.

Los investigadores ya sabían que los chimpancés probablemente pasen por un periodo de duelo, pero la experiencia de Moni podría ser la primera evidencia documentada de que los chimpancés —al menos en cautividad— consuelan al superviviente de una pérdida, explica Goldsborough, autora principal del estudio sobre este comportamiento.

Aunque el afecto de los otros chimpancés por Moni solo duró unas horas, su pérdida podría haberla ayudado a abrirse camino en el grupo: ahora ocupa una categoría media y se acicala con varias parejas.

La conciencia de nuestra propia mortalidad se consideraba algo que «distinguía a animales y humanos», afirma Goldsborough, pero la investigación demuestra que los chimpancés sufren un duelo intenso, solo una de las muchas emociones que compartimos con nuestros parientes, los grandes simios.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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