Las truchas pueden volverse adictas a la metanfetamina: te explicamos por qué es preocupante

Las drogas pueden tener repercusiones poco conocidas —y desastrosas— en la fauna de agua dulce, según demuestran nuevos experimentos de laboratorio.

Por Carrie Arnold
Publicado 9 jul 2021, 13:05 CEST
Una trucha común cautiva

Una trucha común cautiva nada en una reserva en Lombardía, Italia.

Fotografía de Franco Banfi, Npl, Minden Pictures

Según un nuevo estudio, los restos de metanfetamina y otras drogas que entran en los cursos de agua pueden causar adicción en peces.

Recientes experimentos de laboratorio han desvelado que las truchas comunes, un pez habitual en los ríos de Europa del Este, expuestas a la metanfetamina en concentraciones como las observadas cerca de plantas de tratamiento de aguas residuales mostraban síntomas de adicción —como la menor actividad— y abstinencia. En el medio natural, los peces adictos a la metanfetamina podrían tener dificultades para reproducirse y encontrar alimento.

«Me sorprendió que los consumidores de metanfetamina puedan causar sin saberlo adicción a la metanfetamina en peces en los ecosistemas que nos rodean», escribió en un correo electrónico Pavel Horký, ecólogo del comportamiento de la Universidad Checa de Ciencias de la Vida en Praga.

La adicción a la metanfetamina, un estimulante sintético, se considera una de las amenazas sanitarias más importantes a nivel mundial, dice Horký, en parte porque puede provocar cambios de humor, paranoia, pulso acelerado, una mayor tensión arterial y, en algunos casos, la muerte. Durante la pandemia y en los años anteriores, los índices de consumo de metanfetamina se dispararon en Estados Unidos y Europa: entre 2011 y 2018, las muertes por sobredosis de metanfetamina aumentaron en todos los grupos raciales y étnicos, según un estudio de enero de 2021.

Una vez que el cuerpo de una persona metaboliza la droga, esta se segrega en sus heces y orina. Las plantas de tratamiento de aguas residuales retiran muchos —pero no todos— contaminantes del agua del alcantarillado antes de que se libere en cursos de agua, que se ven afectados por contaminación hídrica de todo tipo.

Los resultados se basan en pruebas crecientes de que los compuestos artificiales presentes en las aguas residuales —desde la cocaína y la heroína hasta los antidepresivos y la píldora anticonceptiva— perjudican los ecosistemas, sobre todo los de los peces, dice Horký, cuyo estudio se publicó esta semana en la revista Journal of Experimental Biology. Por ejemplo, las truchas comunes son una presa vital para muchos depredadores y los cambios en su comportamiento o población podrían reverberar a lo largo de la cadena trófica.

El efecto derrame en truchas

Para su investigación, Horký y sus colegas colocaron 60 truchas criadas en cautividad en agua con metanfetamina durante dos meses, al mismo tiempo que mantenían otro grupo control de 60 truchas en un tanque sin drogas. Para simular las condiciones silvestres, los investigadores garantizaron que los niveles de droga (un microgramo por litro) coincidieran con los niveles de metanfetamina que otros investigadores han documentado cerca de las plantas de tratamiento de aguas residuales en Chequia y Eslovaquia.

En los primeros días después de ser retiradas del tanque con metanfetamina, los peces se movían menos, lo que el equipo interpretó como estrés por abstinencia. El análisis del tejido cerebral demostró que los peces que se habían movido menos tenían más metanfetamina en el cerebro.

Los investigadores también dieron a truchas de ambos grupos la opción de entrar en una de dos corrientes de agua: una con metanfetamina y otra sin ella. Las truchas expuestas a la droga preferían nadar en el agua con metanfetamina, sobre todo en los dos días posteriores a la retirada del suministro de la droga. Con el paso del tiempo, la preferencia de las truchas del estudio por la metanfetamina disminuyó y coincidió con los peces control, una señal clara de abstinencia, dice Horký.

Perturbaciones en ecosistemas de agua dulce

El estudio demuestra que las aguas residuales son una ruta infravalorada por la que las drogas pueden perjudicar a los animales salvajes, dice Emma Rosi, ecóloga de ecosistemas del Instituto Cary de Estudios Ecosistémicos de la Universidad de Georgia que no participó en la investigación.

«La forma en que los [animales] acuáticos responden a un antidepresivo será diferente a los humanos, pero eso no significa que no vayan a reaccionar», afirma Rosi.

En un estudio, se descubrió que la cocaína en los ríos de Europa podía interferir con la reproducción de anguilas en peligro crítico de extinción. En Ontario, los jóvenes piscardos macho expuestos al estrógeno sintético de la píldora anticonceptiva no desarrollaban testículos y en su lugar producían huevos. Otros estudios han descubierto peces feminizados y ranas anormalmente hermafroditas por los elevados residuos químicos en las aguas residuales.

Los animales salvajes adictos a las drogas podrían decidir pasar más tiempo cerca de tuberías o escorrentías de aguas residuales, «lo que altera la ecología entera del sistema», dice Matthew Parker, neurocientífico del comportamiento en la Universidad de Portsmouth, en el Reino Unido. Por ejemplo, los peces que se mueven constantemente ayudan a distribuir nutrientes por el medioambiente, a través de sus propios desechos y sus actividades de búsqueda de alimento, así que permanecer en un mismo lugar podría desequilibrarlo.

Las truchas salvajes no se han estudiado

Como estos estudios se realizaron en un laboratorio —un paso necesario para entender los posibles efectos de una sustancia química en condiciones controladas—, no está claro cómo podrían alterar el comportamiento de los peces en los cursos de agua reales, advierte Rosi. Las aguas residuales albergan una amplia gama de contaminantes y nutrientes que podrían tener efectos distintos comparados con la metanfetamina por sí sola.

Con todo, Rosi dice que estos resultados deberían servir de motivación para que gobiernos y grupos de conservación mejoren la salud de los cursos de agua del planeta, analizando y retirando contaminantes como medicamentos y drogas.

«Las plantas de tratamiento de aguas residuales realizan un servicio público fantástico», dice. «Si queremos que hagan un servicio mejor, necesitamos invertir en formas de retirar los residuos de manera más eficaz».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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