El Mauna Loa recupera el título de volcán más grande del mundo

Un nuevo análisis del macizo Tamu, un volcán en escudo submarino, demuestra que ya no posee este récord porque podría no ser un volcán.

Por Robin George Andrews
Publicado 16 jul 2019, 13:02 CEST
Mauna Loa
La lava sale del Mauna Loa en Hawái, que vuelve a ostentar el título de volcán más grande del mundo.
Fotografía de Joe Carini, Getty Images

En 2013, un equipo de científicos sorprendió a los aficionados de la geología cuando informó de que el Mauna Loa, un volcán en escudo de 5179 kilómetros cuadrados, no era el volcán más grande del mundo. El equipo sugería que esta distinción pertenecía al monte Tamu, que se encuentra en el fondo del mar al este de Japón y que parecía ser un solo volcán en escudo que cubría 310 000 kilómetros cuadrados.

Pero un estudio de Nature Geoscience ha vuelto a examinar el macizo Tamu y ha llegado a una conclusión muy distinta: no es un volcán en escudo, lo que significa que el Mauna Loa ha recuperado su corona. Además, en un giro interesante de los acontecimientos, ambos estudios tienen el mismo autor principal: William Sager, geofísico marino de la Universidad de Houston.

Volcanes 101

«Es fantástico, porque así es como debería funcionar la ciencia», afirma Bill Chadwick, geólogo de lechos marinos del Laboratorio Ambiental Marítimo del Pacífico de la NOAA, en Oregón, que no participó en el estudio. «Sigues lo que te dicen las pruebas, independientemente de si contradicen algo que creías antes».

Sager coincide e indica que el análisis revisado de la enorme estructura submarina revela que podría ser un amontonamiento colosal de corteza oceánica que, por ahora, no puede explicarse, algo que quizá sea más extraño que un volcán gigante.

Explica que, en esencia, el macizo Tamu «sigue siendo extraordinario, aunque no ostente el título del más grande».

¿Cómo se formó?

Sager empezó a estudiar el macizo Tamu hace más de 25 años, mucho antes de bautizarlo. La estructura se encuentra en las profundidades del Pacífico noroeste, en la meseta oceánica Shatsky.

Una teoría sostiene que estos suelos volcánicos elevados y gruesos son el equivalente marino a los basaltos de inundación continentales, el producto de la expulsión prolongada de grandes cantidades de lava. La idea es que la parte superior de una pluma mantélica supercaliente se eleva, se descomprime, se derrite y genera una gran cantidad de magma en la corteza, ya sea en tierra o en el fondo del mar.

Varios artículos científicos de los años 90, entre ellos uno escrito por Sager, expusieron y apoyaron la idea del modelo de la pluma mantélica para explicar la creación de Shatsky y el macizo Tamu. En 2009, Sager y el Programa Internacional de Descubrimiento del Océano perforaron en varios puntos de la zona y descubrieron flujos de lava solidificada de hasta 23 metros de grosor, lo que apuntaba a que este macizo había sido el producto de erupciones gigantescas.

Los cortes transversales sísmicos extraídos poco después demostraban que todos esos ríos de lava procedían de una sola fuente. Para el equipo, parecía que el macizo Tamu era un volcán en escudo gigante, un tipo de volcán creado cuando la lava erupciona y se acumula en capas, lo que crea una estructura abovedada que se parece a un enorme escudo de roca. En ese caso, el macizo Tamu sería el volcán en escudo más grande del mundo, una idea que entonces interesó a Nature Geoscience, según Sager.

Grandes mejoras

Sager cuenta que, ante la aparición del artículo, la atención mediática resultante se tradujo en que muchas personas habían leído su investigación de 2013, algo que él acogió con gusto.

«Aunque había algunos aspectos que me preocupaban», afirma. En particular, parecía que había anomalías en su firma magnética.

El macizo Tamu está situado en el punto de encuentro de tres dorsales oceánicas. Aquí, el magma burbujea, se solidifica formando nueva corteza y se mueve hacia el exterior de la dorsal. Conforme se forma nueva corteza en estas dorsales, se registra una instantánea del campo magnético global de la Tierra.

De vez en cuando, el campo magnético terrestre se invierte y estas inversiones se registran en forma de patrón en el lecho marino, como si fuera un código de barras. Si se asume que la forma y el ritmo de producción de corteza es estable con el paso del tiempo, estos registros serían relativamente metódicos, algo que el crecimiento caótico del de un volcán submarino impulsado por una pluma mantélica no registraría.

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    Cerca del macizo Tamu hay otro monte más pequeño, el macizo Ori. Este tiene un patrón de códigos magnéticos que lo atraviesan, una señal sólida de que fue creado por el magma extruido por las dorsales oceánicas.

    Los datos de las firmas magnéticas del macizo Tamu no son perfectos, pero gracias a la respuesta mediática que recibió su artículo de 2013, Sager obtuvo financiación privada para seguir su investigación y cartografiar las firmas magnéticas del macizo Tamu con un nivel de detalle sin precedentes. Aunque era probable que las franjas del medio hubieran sido retorcidas por un segmento de la dorsal que habría rotado con el paso del tiempo, los mapas revelaban claramente un enorme paso de cebra de franjas magnéticas que atravesaban el macizo.

    Es decir, que el macizo Tamu no es un volcán en escudo. Parece que en realidad se trata de un conjunto enorme de corteza oceánica de 30 kilómetros de grosor, el cuádruple que la media global. No está claro cómo es posible, pero sí apunta a que la tasa de producción de corteza estaba por las nubes, de nuevo por motivos inexplicables.

    La meseta oceánica de Shatsky también está cubierta de franjas magnéticas reveladoras, es decir, que las mesetas oceánicas no son versiones submarinas de los basaltos de inundación continentales ni el producto de las plumas mantélicas. Según Sager, se han formado por un tipo aumentado de expansión del lecho marino.

    En retrospectiva, Sager afirma que el estudio de 2013, realizado a partir de una serie de perfiles y muestras sísmicas, fue como «intentar armar un nuevo dinosaurio a partir de un diente y un fémur».

    El regreso del rey, Mauna Loa

    Chadwick, de la NOAA, que no estaba convencido con el estudio de 2013, cree que los autores van por buen camino con la nueva investigación y cita sus convincentes datos magnéticos.

    Pero Ken Rubin, geoquímico y vulcanólogo de la Universidad de Hawái en Manoa, todavía se muestra escéptico. Según él, los datos sólidos para probar el modelo de volcán en escudo u otro cualquier modelo a esta escala, «son muy escasos hoy en día».

    Sin embargo, conseguir datos mejores no es tan fácil como parece. Frente a sus parientes terrestres, estudiar los volcanes submarinos cuesta mucho y es una labor plagada de dificultades logísticas. No se pueden tomar muestras sin más y en cualquier parte, y suele dependerse de observaciones indirectas. Además, es complejísimo observar formaciones volcánicas submarinas, la mayoría de las cuales están por descubrir.

    «Es más sencillo estudiar volcanes en otros planetas que los de nuestro propio océano», afirma Janine Kripper, del Programa de Vulcanismo Global del Instituto Smithsonian.

    Hasta que tengamos mucha más información sobre las dimensiones, distribuciones y orígenes de los flujos de lava, y hasta que se tomen más imágenes geofísicas para desentrañar las estructuras subyacentes, Rubin sospecha que las ideas sobre los orígenes del macizo Tamu y la meseta oceánica Shatsky seguirán siendo especulativas e hipotéticas.

    Y, mientras tanto, el Mauna Loa reinará como volcán más grande del planeta.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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