¿Qué plantas de interior puedes comprar para purificar el aire de tu casa? Ninguna.

Tener plantas de interior en casas y oficinas proporciona diversos beneficios, pero los expertos afirman que un aire más limpio no es uno de ellos.

Por Sarah Gibbens
Publicado 18 nov 2019, 13:31 CET
La jardinería interior ha aumentado este año y muchas plantas de interior populares vendidas a los consumidores se promocionan como vías fantásticas para purificar el hogar. Sin embargo, una nueva investigación demuestra que las plantas de interior no purifican el aire de nuestras casas.
Fotografía de Rebecca Hale y Mark Thiessen, National Geographic

Es un mito que muchos desearían que no se hubiera roto. Pese a que son bonitas, las plantas de interior apenas purifican el aire de una habitación, según los científicos que estudian el aire que respiramos.

Aunque con una búsqueda rápida en Internet uno pensaría todo lo contrario. Páginas web de decoración muy populares enumeran una serie de plantas que prometen eliminar del aire las toxinas y productos químicos peligrosos y varios distribuidores venden plantas «purificadoras del aire» a los consumidores.

«Decidimos estudiar en más profundidad la respuesta a todos los artículos de Internet y publicaciones de blogs de bienestar que promocionan las plantas como una solución mágica para mejorar calidad del aire interior», afirma Michael Waring, ingeniero ambiental y experto en la calidad del aire interior de la Universidad de Drexel.

En un estudio publicado en el Journal of Exposure Science and Environmental Epidemiology, Waring y su coautor revisaron 12 estudios científicos publicados en la última década que habían analizado 196 plantas.

Los estudios, que concluyeron que una planta de interior pequeña podía eliminar una serie de toxinas, se llevaron a cabo en laboratorios. Waring sostiene que el experimento típico consistía en colocar una planta en una cámara pequeña e introducir moléculas gaseosas denominadas compuestos orgánicos volátiles (COV). Los experimentos variaban en densidad y tiempo de eliminación. Uno demostró que las hiedras comunes eran capaces de eliminar dos tercios del formaldehído al que se las exponía en solo 24 horas.

Waring sostiene que el problema de dichos experimentos es que las cámaras con una concentración gaseosa densa del laboratorio no imitaban los entornos doméstico o de oficina habituales.

Muchos de los blogs y los vendedores que promocionaban las plantas purificadoras del aire citaban un estudio de la NASA de 1989 en el que colocaron plantas en cámaras de 60 centímetros de ancho y de largo y las llenaron con varios gases que circulaban por un ventilador pequeño. Los expertos afirman que es aquel estudio de 30 años —que demostró que las plantas reducían los COV en pequeños recipientes herméticos— lo que ha hecho que los consumidores estimen en demasía las capacidades de las plantas de interior.

«No decimos que los datos experimentales sean erróneos», afirma Waring, sino que son precisamente experimentales.

Del laboratorio al hogar

Para medir cómo interactuarían las plantas en un ambiente doméstico habitual, Waring calculó la tasa de producción de aire limpio (CADR, por sus siglas en inglés) de cada una. La CADR mide cuánto aire limpio bombea en una habitación un purificador de aire con el paso del tiempo.

Estandarizando los resultados de cada estudio con la CADR, pudieron determinar hasta qué punto una planta limpiaba una habitación respecto a estrategias demostradas, como un purificador de aire mecánico o abrir una ventana.

«Aunque sí eliminan los COV, las plantas lo hacen a un ritmo tan lento que no pueden competir con los mecanismos de intercambio de aire que ya hay en los edificios», afirma Waring.

Según él, para reducir los COV lo bastante como para influir en la calidad del aire de una oficina pequeña se necesitarían entre 100 y 1000 plantas.

Técnicamente, las plantas eliminan una cantidad ínfima de toxinas aéreas, pero «para competir con el intercambio de aire, se necesitaría una cantidad de plantas inviable», afirma.

En la actualidad, la NASA cultiva plantas a bordo de la Estación Espacial Internacional para tener alimentos frescos y «crear una atmósfera bonita» e indica que los beneficios para la salud yacen en su capacidad para mejorar nuestro estado mental.

¿Qué tiene de malo el aire?

«Todo el mundo ha estado en una sala de conferencias que estaba mal ventilada y donde hacía calor. ¿Qué ocurre cuando estás en ese espacio? Estás distraído, miras el reloj y cuando la puerta se abre imbuye literalmente vida en la sala, y se siente. Tienes menos sueño. Tienes los ojos abiertos y te sientes más vivo», afirma Joe Allen, profesor de Harvard que estudia cómo influye el diseño de los edificios en nuestra salud.

Allen describe su labor como cuantificar el sentido común: medir nuestra comprensión innata de que es más agradable estar en unas habitaciones que en otras.

Sostiene que la contaminación del aire puede proceder de fuentes diversas. Cocinar puede generar partículas en suspensión y los COV pueden proceder de productos de limpieza químicos y revestimientos sintéticos en alfombras y muebles.

«A menudo, la persona que gestiona el edificio ejerce repercute más en tu salud que tu médico. Eso se debe a que la persona que gestiona el edificio también controla muchos de estos factores, como la ventilación y los materiales de construcción», explica.

Según los expertos, la forma más eficaz y evidente de mitigar la contaminación del aire interior es retirar la fuente. Waring insiste en que el aire limpio carece de olores, así que rociar ambientador se parece más a llenar una habitación de perfume que a limpiarla de toxinas.

«Sería maravilloso tener plantas que limpiaran el aire. Pero existen formas más eficaces de limpiar el aire interior que requieren sistemas mecánicos para mover el aire por algún tipo de dispositivo de filtrado», afirma Elliott Gall, profesor de la Universidad del Estado de Portland que estudia cómo influyen los edificios a la calidad del aire interior.

Muchas veces, para filtrar el aire interior contaminado hay que bombear al interior el aire exterior filtrado, pero cuando tenemos un aire exterior contaminado, las comunidades utilizan vegetación o «barreras de árboles» para reducir la polución del aire. Gall afirma que las zonas tras barreras de árboles bien diseñadas reducen de un 10 a un 30 por ciento de sus emisiones, pero la mejor opción sigue siendo retirar la fuente de contaminación.

«Para eliminar la contaminación del aire hay que reducir la actividad económica o el transporte de personas de un lugar a otro de la ciudad. Pero [retirar la fuente] es la forma más eficaz de reducir la contaminación», añade.

Plantas de interior mejoradas

En la Universidad de Washington, el ingeniero ambiental Stuart Strand ha experimentado con la modificación genética de plantas para que eliminen mejor los COV del aire.

El año pasado, él y su equipo de investigación publicaron los resultados de su trabajo de modificación genética del poto (Epipremnum aureum) con una proteína hallada en hígados de mamíferos. Es la misma proteína que producen nuestros cuerpos para descomponer el alcohol. En el transcurso de dos años, han podido codificar las plantas con una versión de la proteína extraída de conejos. En ensayos de laboratorio, las plantas modificadas genéticamente eliminaron más cloroformo y benceno del aire que sus homólogas no modificadas.

Para limpiar el aire de forma significativa, Strand afirma que tendrían que consolidar un gran volumen de estas plantas, creando un sumidero, y se necesitaría algún tipo de ventilador para dirigir los COV hacia ellas.

«Creo que podemos introducir un par de genes más en la planta. Estamos trabajando en una segunda generación de OGM para el formaldehído», afirma.

Sin embargo, Gall sigue siendo escéptico respecto a que una planta modificada genéticamente pueda mejorar la calidad del aire de manera significativa.

«Creo que, científicamente, es una gran labor», afirma, pero sigue mostrándose escéptico respecto a que las plantas demuestren una mejora considerable fuera de un entorno de laboratorio.

Según un informe citado por Bloomberg, las ventas de plantas en los últimos tres años han alcanzado los 1700 millones de dólares, sobre todo en el rango de edad de 18 a 34 años. Aunque las plantas proporcionan una serie de beneficios psicológicos, como el alivio de la tensión, Gall, Strand, Allen y Waring insisten en que no deben comprarse como método para purificar el aire.

«No querría que una familia con ingresos bajos preocupada por [la calidad] del aire considere sus opciones y piense: “puedo comprar un purificador de aire de 400 dólares o una planta de 30”. Esa planta no va a mejorar la calidad del aire, punto y final», afirma Gall.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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