La cuenta atrás para declarar el fin del segundo brote de ébola más grande de la historia

La República Democrática del Congo lleva casi dos años luchando para erradicar este virus mortal. Al fin parece que han conseguido derrotar este brote.

Por Tim Vernimmen
Publicado 3 abr 2020, 14:51 CEST
Kakule Kavendivwa

Una trabajadora sanitaria lleva a Kakule Kavendivwa, de 14 años, a una ambulancia en Beni. El día antes, las hermanas de Kakule lo habían llevado a un centro de salud cercano, pero huyeron cuando el equipo les recomendó acudir a un centro de tratamiento. El centro de salud alertó a la Organización Mundial de la Salud, que encontró a la familia. Tras varias horas hablando con trabajadores de alcance comunitario, permitieron que una ambulancia se lo llevara para tratarlo.

Fotografía de Nichole Sobecki

Mientras el mundo se enfrenta a la actual pandemia de coronavirus, pronto podría declararse el fin del segundo mayor brote de ébola de la historia.

La República Democrática del Congo (RDC) notificó sus primeros casos en el que pasaría a conocerse como brote de Kivu en agosto de 2018. Hasta la fecha, la enfermedad ha sumado 3453 casos y se ha cobrado 2273 víctimas. Sin embargo, no se han registrado casos de ébola en la RDC desde el 17 de febrero y, si la situación se sostiene, la Organización Mundial de la Salud planea declarar el fin del brote el 12 de abril.

Kavugho Mukoni Romelie, de 16 años, recibe tratamiento contra el ébola en el centro de la Alliance for International Medical Action en Beni el año pasado. El tratamiento tiene lugar dentro de unidades bioseguras de atención urgente, conocidas como «cubos», un reciente avance en la tecnología para tratar el virus.

Fotografía de Nichole Sobecki

Como el nuevo coronavirus, el del ébola es un virus zoonótico, es decir, que puede transmitirse de animales a personas. Sin embargo, el ébola es una enfermedad diferente que ataca varios órganos y provoca fiebre hemorrágica, mientras que el coronavirus ataca principalmente los pulmones. Asimismo, las personas contagian el ébola en cuanto empiezan a mostrar síntomas, mientras que el nuevo coronavirus puede transmitirse aunque una persona se encuentre bien.

La mayor epidemia de ébola se produjo en el África occidental entre 2014 y 2016. Por aquel entonces, la enfermedad surgió en una región fronteriza que carecía de experiencia con el virus y el ébola dejó una estela de destrucción en varios países, cobrándose más de 11 000 vidas. En cambio, el brote de Kivu se ha confinado principalmente en la RDC. Con todo, el malestar local provocado por las tensiones políticas y sociales ha contribuido a impulsar su propagación y ha obstaculizado las iniciativas de contención preliminares.

La contención definitiva del ébola en el nordeste de la RDC ha reflejado el valor de una campaña de vacunación intensiva con una mayor concentración en la implicación de las comunidades para disipar sospechas sobre las iniciativas del gobierno, las organizaciones internacionales y los trabajadores sanitarios que tratan de detener la propagación del virus.

La disponibilidad de una nueva vacuna, probada por primera vez durante el brote de ébola del África occidental en 2016, ha sido crucial para su trabajo. Desde que comenzó el brote de Kivu, se ha vacunado a más de 300 000 personas, siendo este el mayor despliegue de medicina preventiva para combatir el ébola. Por ahora, los investigadores siguen trabajando en una vacuna para el nuevo coronavirus y cabe la posibilidad de que las versiones preliminares no estén disponibles hasta dentro de un año.

«Si no la hubiéramos tenido, habría sido mucho peor», cuenta Thibaut Jombart, epidemiólogo que trabajó en la RDC durante seis meses para analizar el brote en tiempo real y asesorar a los trabajadores sanitarios sobre el terreno.

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    La superviviente del ébola Mulyanza Vithya Huguette, de 24 años, comparte su testimonio con un grupo de mujeres para reducir el estigma respecto al virus.

    Fotografía de Nichole Sobecki

    «La población se rebeló»

    Cuando las organizaciones internacionales llegaron al este de la RDC en 2018, la población local ya sospechaba de ellas debido a la larga historia de conflictos de la región. La desconfianza aumentó cuando el gobierno anunció cambios en las elecciones generales de aquel año.

    Las regiones de Beni y Butembo fueron unas de las zonas más afectadas por el brote de ébola. Con todo, tras un largo historial de violencia y abandono, la gente tiende a ser más crítica respecto al gobierno. En diciembre de 2018, las autoridades gubernamentales anunciaron que dichas regiones tendrían que esperar hasta marzo de 2019 para votar, aunque las elecciones seguirían según lo previsto el último día de 2018 en el resto de la RDC.

    «La población se rebeló por esto. Colocaron barricadas en las carreteras que nos impidieron seguir los casos de ébola y traerlos a los centros de tratamiento. Así que permanecieron en la comunidad, donde contagiaron a los demás», cuenta Mathias Mossoko, epidemiólogo del Ministerio de Salud Pública de la RDC.

    En un día nublado, la gente zigzaguea entre las tumbas recientes para asistir al entierro del agente de policía Tabu Amuli Emmanuel (50) en el cementerio de Kitatumba, en Butembo, República Democrática del Congo, el 2 de marzo de 2019. Este cementerio, ubicado en las colinas de los alrededores de Butembo, la mayor ciudad del nordeste de la RDC, es donde han enterrado a las víctimas del reciente brote de ébola del Congo. El difunto Tabu Amuli Emmanuel era agente de policía y fue asesinado por un hombre armado cuando defendía el centro de tratamiento del ébola de Médicos Sin Fronteras en Butembo.

    Fotografía de Nichole Sobecki. National Geographic

    Un equipo local de trabajadores sanitarios y de relaciones con la comunidad se reúne al final del día para hablar de su progreso colectivo y los retos a los que se enfrentan a las afueras de Kyondo, RDC, el 4 de marzo de 2019. La OMS ha establecido varios campamentos de respuesta al ébola en zonas como Kyondo, fuera de las grandes ciudades, donde se han encontrado pequeñas agrupaciones de pacientes de ébola. Kyondo está a una hora y media en coche desde Butembo yendo hacia Virunga.

    Fotografía de Nichole Sobecki
    Un equipo de la Organización Mundial de la Salud comprueba la temperatura de Confirme Masika Mughanyira, de 7 años, en la localidad de Vayana, una pequeña aldea a dos horas de Butembo en la República Democrática del Congo. Confirme perdió a sus padres, su hermano mayor y su hermana pequeña por el ébola. Como única superviviente de su familia, ahora la cuidan sus parientes.

    Las protestas, combinadas con varios ataques a los trabajadores sanitarios y los centros de tratamiento, provocaron un repunte de la transmisión del ébola. Los incidentes violentos continuaron durante la primavera de 2019, conforme se difundían rumores falsos sobre que el brote de ébola era una farsa y que los trabajadores sanitarios estaban experimentando con la gente y robándole los órganos. En abril, los casos de ébola se dispararon y algunos días se confirmaban más de cien pacientes nuevos.

    Cómo se combatió el ébola

    Tras darse cuenta de que se necesitaban medidas drásticas, un grupo dirigido por Michel Yao, director de incidentes de la OMS en el brote de Kivu, puso en marcha una estrategia intensificada. El equipo decidió responder mucho más rápido a los casos nuevos, preferiblemente en 24 o 48 horas. También acordó localizar y vacunar a todas las personas que hubieran estado en contacto con cada caso, así como a los contactos de dichos contactos.

    «En algunos lugares pequeños con solo unos cientos de personas, donde todos eran un contacto del contacto, simplemente vacunábamos a todo el mundo», afirma Mossoko.

    La estrategia también tenía el objetivo de mejorar la implicación de la comunidad y hacer que la respuesta sobre el terreno pareciera menos intimidante e invasiva.

    «Creamos un equipo de personas influyentes que nos ayudaron a convencer a la gente para que aceptara las intervenciones de los equipos de respuesta, que fuera a un centro de tratamiento si tenían síntomas y que celebrara entierros dignos y seguros para los difuntos», cuenta Mossoko.

    Jombart afirma que, tras poner en marcha la iniciativa el 7 de mayo de 2019, empezó a descender el número de casos en torno al centro de tratamiento de Butembo, uno de los últimos (y mayores) bastiones del virus. Su investigación demuestra que este fue el principio del fin de brote. Su equipo espera que la eficacia de la estrategia motive a los gobiernos y las autoridades sanitarias a aplicar tácticas similares con anterioridad en brotes futuros donde la violencia sea un problema y que se concentren en crear confianza en las comunidades afectadas y en la vacunación con tanta antelación y amplitud como sea posible.

    Mossoko cree que es muy probable que el brote haya terminado, pero añade que «esto no va a hacer que bajemos la guardia». Su equipo sigue intensificando las actividades de supervisión de enfermedades por la región, en zonas afectadas y en lugares donde no se han registrado casos, para intentar prevenir cualquier posibilidad de un rebrote.

    Esta vigilancia está justificada: un análisis publicado el año pasado advirtió que si no se notificaba más de uno de cada cinco casos durante el brote, 42 días podría no ser un periodo suficiente para declarar con seguridad el fin del brote. Ahora mismo, no hay datos fiables sobre el número posible de casos no notificados. Pero si se tiene en cuenta que los casos más recientes procedían de cadenas de transmisión conocidas, Jombart también cree que la última epidemia de la RDC con el ébola podría haber llegado a su fin.

    Una vista de Kyondo, RDC, el 4 de marzo de 2019. La OMS ha establecido varios campamentos de respuesta al ébola en zonas como Kyondo, fuera de las grandes ciudades, donde se han encontrado pequeñas agrupaciones de pacientes de ébola. Kyondo está a una hora y media en coche desde Butembo yendo hacia Virunga.

    Fotografía de Nichole Sobecki

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