Corea del Sur ha evitado el desastre, pero la lucha contra el coronavirus no ha acabado

Entre otras medidas, el país ha combatido la COVID-19 realizando una gran cantidad de test de diagnóstico. ¿Podrá mantener su éxito?

Por Mark Zastrow
Publicado 13 may 2020, 12:41 CEST
Centro de pruebas de COVID-19

Los trabajadores sanitarios hacen frotis de nariz y de garganta (que llevan menos de un minuto) en una clínica del Hospital H Plus Yangji en Seúl el 14 de abril de 2020. La clínica cuenta con cabinas para prevenir el contacto entre los pacientes y el personal médico. Desde la apertura de este tipo de centros de test el 10 de marzo, el hospital había examinado a 2700 pacientes e identificado cuatro casos confirmados a 22 de abril. El resultado del test puede recibirse en entre cuatro y seis horas.

Fotografía de Jun Michael Park, National Geographic

El centro de test de COVID-19 del Hospital H Plus Yangji, en el sur de Seúl, parece normal y corriente desde fuera. El edificio temporal, similar a una casa móvil, se encuentra en un aparcamiento cerca de una rampa de carga y está apuntalado en un extremo con una tabla de madera. Las paredes son rojas y blancas y los carteles proclaman que el hospital figura entre los 100 mejores de la República de Corea.

En cambio, en su interior hay cuatro cabinas con paredes de plástico transparentes y guantes de goma incrustados en ellas, como en los laboratorios de bioseguridad. Cuando una persona entra en una cabina, habla por un interfono con un médico que se queda fuera. El médico puede tomar un frotis de nariz y garganta con los guantes y sin entrar en contacto con el paciente. Las cabinas mantienen una presión de aire negativa, lo que absorbe cualquier gotita aérea que transporte el virus. Tras la prueba, un trabajador con equipo de protección desinfecta la cabina y frota las paredes con una escobilla de goma.

El 2 de mayo de 2020, se realizan test de diagnóstico obligatorios a las personas que llegan del extranjero en el Centro de Salud del Distrito de Eunpyeong en Seúl, Corea del Sur. Estos centros de salud comunitarios han estado en primera línea de los test y la detección en la batalla del país contra el coronavirus.

Fotografía de Jun Michael Park, National Geographic

Los cientos de cabinas de test similares colocadas por todo el país han sido uno de los pilares de la estrategia de éxito de Corea del Sur para contener la COVID-19, ya que ha ayudado a las autoridades a poner en marcha test de  diagnóstico de forma rápida y generalizada.

El país de 51 millones de habitantes también ha adoptado el enfoque de los macrodatos para rastrear a los contactos. Usa el historial de la tarjeta de crédito y los datos de ubicación de los teléfonos móviles para reconstruir los movimientos de las personas infectadas. Las encuestas demuestran que la mayoría de los ciudadanos coreanos está conforme con sacrificar la privacidad digital para detener un brote. Por otra parte, las autoridades han promocionado una campaña de distanciamiento social intensa (pero en gran medida voluntaria) y dado libertad operativa a la mayoría de los bares, restaurantes y cines.

Con todo, Corea del Sur aún no ha erradicado la lacra viral: el 12 de mayo se notificó un brote vinculado a varios clubes nocturnos con 102 casos confirmados. A pesar de esto, la respuesta del país podría servir de modelo al resto del mundo, pero conseguir este nivel de éxito rápido ante una pandemia no ha sido fácil.

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    Jo An-na (35) y Seong Geum-ran (33) se ponen protección de Nivel C en la estación de enfermería de la UCI del Centro Médico Nacional de Seúl, Corea del Sur, el martes, 14 de abril de 2020.

    Fotografía de Jun Michael Park, National Geographic

    Las enfermeras del Centro Médico de Seúl rara vez apartan la vista de los monitores del ala de aislamiento mientras comen. Foto del viernes, 3 de abril de 2020.

    Fotografía de Jun Michael Park, National Geographic

    Lecciones del pasado

    Uno de los principales factores en los que se ha basado la respuesta de Corea del Sur fue la capacidad de aplicar lo aprendido de brotes anteriores, específicamente del brote de MERS de 2015, que dejó 186 casos y 38 muertos.

    En el periodo inmediatamente posterior, el órgano legislativo de Corea del Sur construyó los fundamentos legales para una estrategia exhaustiva de rastreo de contactos por la cual podía rastrearse y aislarse a cualquiera que hubiera interactuado con una persona infectada. Las enmiendas autorizaban explícitamente que las autoridades sanitarias solicitaran el historial de transacciones a las empresas de tarjetas de crédito y los datos de ubicación a las compañías telefónicas de los pacientes y que publicaran los movimientos trazados en forma de «diarios de viaje» para que la gente pudiera saber los momentos y los lugares donde podría haberse expuesto.

    El impulso del rastreo de contactos y los test de diagnóstico logró acorralar un aumento temprano de casos que amenazaban con descontrolarse. Se notificaron cientos al día, con un pico de 909 casos el 29 de febrero, la mayoría vinculados a una secta religiosa en la ciudad de Daegu. La estrategia también consiguió detectar varios cúmulos de coronavirus subsiguientes en iglesias, recreativos y un centro de llamadas. Para el 15 de abril, Corea del Sur celebró sus elecciones nacionales de forma segura, con una participación de 29 millones de personas. Los votantes llevaron mascarillas y guantes, y los colegios electorales tomaron la temperatura de todo el mundo y separaron a las personas con fiebre. No se han rastreado casos de las elecciones.

    El 22 de abril de 2020, un técnico de laboratorio divide reactivos en TCM Biosciences, una empresa que desarrolla kits de pruebas de la COVID-19 en Pagyo. Los test agresivos, el rastreo de contactos y las cuarentenas han sido la clave del éxito de Corea del Sur en la batalla contra el coronavirus. Las muestras se analizan con PCR (reacción en cadena de la polimerasa) en tiempo real y los resultados llegan de cuatro a seis horas después.

    Fotografía de Jun Michael Park, National Geographic

    Aunque en otros países la gente puede considerar que la recopilación de datos de Corea del Sur es una violación de la privacidad del paciente, las medidas cuentan con el apoyo generalizado del público surcoreano. El 4 de marzo, en una encuesta realizada por la Escuela de Postgrado de Salud Pública de la Universidad Nacional de Seúl, el 78 por ciento de los 1000 encuestados estaba de acuerdo en que deberían suavizarse las protecciones de los derechos humanos para fortalecer las medidas de contención del virus. La experiencia con brotes pasados también se tradujo en que los coreanos enseguida se quedaron en casa y llevaron mascarillas en público antes de que el gobierno publicara medidas formales.

    Otro factor crucial es que Corea del Sur había aumentado su capacidad de test de diagnóstico tras el brote de MERS de 2015. A diferencia de Estados Unidos, que depende de kits de pruebas desarrollados por los CDC en Atlanta, Corea del Sur recurrió al sector privado. En una reunión a finales de enero, las autoridades instaron a las empresas de biotecnología a que desarrollaran kits de pruebas. En un mes, el país ya realizaba más de 10 000 test al día.

    Según Thomas Shin, consejero delegado de TCM Biosciences, una empresa de Pangyo, al sur de Seúl, un reciente auge en la escena biotecnológica de Corea del Sur muy anterior a la pandemia ha contribuido a esta aceleración. «En los últimos cinco años, han aparecido muchas nuevas empresas de biociencias», afirma Shin. TCM fue una de las empresas que atendió el llamamiento del gobierno para desarrollar kits y recibió la aprobación del Ministerio de Seguridad de Alimentos y Medicamentos en abril.

    Shin señala que la decisión no fue fácil desde una perspectiva empresarial: cuesta predecir las nuevas enfermedades y si se sofocan rápido puede ser difícil amortizar los costes del desarrollo inicial. Pero ante los vínculos de Corea del Sur con el epicentro del brote en China, Shin afirma que TCM previó que se desarrollaría una situación similar en el plano nacional y vio una oportunidad de negocio en el mercado internacional. Hasta la fecha, la empresa ha enviado kits por valor de casi 2,6 millones de dólares.

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      Siguiendo los consejos del gobierno surcoreano, las instituciones privadas y públicas han organizado exámenes con medidas de distanciamiento social. El sábado, 25 de abril, la Asociación de Seguros de Vida de Corea y la Asociación de Seguros Generales de Corea llevaron a cabo un examen de cualificación para agentes de ventas de seguros al aire libre. Hacía viento, pero más de 18 000 personas hicieron el examen en toda Corea del Sur. Los examinados estaban contentos de que volvieran a hacerse exámenes tras un parón de más de dos meses.

      Fotografía de Jun Michael Park, National Geographic

      En el pico del brote de COVID-19 en Corea del Sur, el gobierno desaconsejó las congregaciones religiosas. Como la cifra de nuevas infecciones del país ya es de menos de una docena al día, han relajado de forma gradual las medidas de distanciamiento social. El 23 de abril, solo una semana antes del cumpleaños de Buda, un gran número de budistas se reunieron en el templo Jogyesa, en el centro de Seúl, para rezar.

      Fotografía de Jun Michael Park, National Geographic

      Los residentes esperan para sacarse una foto frente a un campo de tulipanes en el Bosque de Seúl el domingo, 26 de abril. Las medidas de distanciamiento social se han relajado y la vida parece volver a la normalidad. Llevar mascarilla y lavarse las manos con frecuencia se han convertido en las nuevas normas.

      Fotografía de Jun Michael Park, National Geographic

      El 30 de abril, el país solo confirmó cuatro casos, todos ellos de viajeros procedentes del extranjero. Fue el primer día sin infecciones locales en dos meses y medio. Con el descenso de los casos, el gobierno ha relajado las directrices con cautela y ha marcado un cambio hacia medidas de «cuarentena cotidiana», como llevar mascarilla y hacer chequeos de temperatura en los colegios.

      La actitud de la gente también parece más relajada, por eso a algunos les preocupan el exceso de confianza y una segunda ola de infecciones. El brote de la zona de bares podría acentuar esos miedos, pero el gobierno ya ha respondido de forma agresiva rastreando y haciendo el test a miles de personas en cuestión de días.

      El tramo final es el más difícil

      Aunque las empresas que fabrican test respondieron enseguida a la demanda, la distribución de los kits presentaba obstáculos. En febrero, la demanda de test aún superaba la oferta y solo había kits suficientes para un número limitado de hospitales.

      Además, los hospitales tenían dificultades a la hora de administrar los test a pacientes potencialmente contagiosos de forma rápida y segura. Las zonas de pruebas tenían que desinfectarse tras cada paciente, el virus podía propagarse mientras la gente hacía cola y los trabajadores sanitarios estaban quedándose sin equipo de protección individual. En el Hospital de Yangji, esto también provocó agotamiento entre el personal, según cuenta el director del centro, Sang Il Kim.

      «Hasta cuando teníamos kits, los tiempos de espera eran demasiado largos para hacerle la prueba a todo el mundo, así que tenían que irse a otros hospitales», añade Yoona Chung, médico del departamento de cirugía del hospital.

      Según los datos del Yangji, el centro realizaba unos 10 test al día a finales de febrero, pero se rechazaba a muchos más pacientes debido al tiempo de espera. Otros hospitales de Corea del Sur empezaron a experimentar con centros de pruebas desde el coche, donde los pacientes podían recibir el test sin salir de sus vehículos. Sin embargo, el Hospital de Yangji se encuentra cerca de una estación de metro en un barrio concurrido del sur de Seúl; para muchos de sus pacientes, el coche no era una opción.

      Así que Kim decidió diseñar cabinas accesibles y comenzó un experimento piloto el 10 de marzo. En cuestión de días habían triplicado la cantidad de test administrados. Para finales de mes, el hospital podía atender a más de 90 pacientes al día. Los hospitales de otras partes de Corea y del resto del mundo enseguida adoptaron sus propias variantes del concepto. Un hospital de Busán tuvo una idea similar de forma independiente, pero otros han contado con la ayuda de Kim.

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        Un restaurante de barbacoa coreana de Seúl está a rebosar el domingo, 26 de abril. Los residentes disfrutan en la calle tras dos meses de cuarentena y distanciamiento social voluntarios.

        Fotografía de Jun Michael Park, National Geographic

        En el Hospital General de Massachusetts (MGH) en Boston, la dirección vio las noticias sobre las cabinas de Yangji y pidió a un equipo que las recreara para intentar proteger a los sanitarios y conservar el preciado equipo de protección individual. Tras una búsqueda en Google y un par de llamadas, los trabajadores del hospital lograron contactar con Kim por email.

        «Recuerdo que eran las 10 de la noche, todos estábamos frustrados y llevábamos despiertos toda la noche intentando averiguar cómo hacer que funcionaran», cuenta Nour Al-Sultan, analista de estrategia empresarial en el MGH Springboard Studio, el equipo de investigadores y diseñadores encargados de aplicar la ingeniería inversa a las cabinas. «Me fui a la cama y cuando me desperté al día siguiente el Dr. Kim había respondido a todas mis preguntas».

        Ahora, el MGH ha instalado ocho cabinas en tres hospitales en la región de Boston. Según datos preliminares, han reducido un 96 por ciento la necesidad de delantales de protección, que escasean, y se han ahorrado más de 500 a la semana. El equipo del MGH está colaborando con colegas de Uganda para ayudarlos a desarrollar una versión de las cabinas.

        «El hecho de que se tomara la molestia de darme una información tan generosa es una prueba del espíritu de colaboración global contra la pandemia», afirma Al-Sultan.

        Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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