¿Qué significa que Siberia haya registrado temperaturas de 38°C?

La temperatura de récord en Siberia no es un mero pico en el Ártico ruso, donde los meses de calor extremo podrían tener consecuencias peligrosas.

Por Alejandra Borunda
Publicado 24 jun 2020, 11:37 CEST
Zyryanka, Rusia

Los niños juegan a orillas del río Kolimá en la localidad siberiana de Zyryanka, Rusia, el 5 de julio de 2019. El cambio climático está alterando el paisaje y la economía de Siberia.

Fotografía de Michael Robinson Chavez, The Washington Post/Getty Images

Una ola de calor prolongada que ha achicharrado el Ártico ruso durante meses ha hecho que la temperatura de Verkhoyansk —al norte del círculo polar ártico— alcanzara los 38 grados centígrados el 20 de junio, el primer día oficial de verano del hemisferio norte. Los expertos señalan que este récord térmico es una señal del calentamiento rápido y continuo del planeta y un avance de cómo continuará el calentamiento ártico en un futuro cada vez más caluroso.

«Durante mucho tiempo, hemos dicho que íbamos a tener más extremos, como las olas de calor intensas», afirma Ruth Mottram, climatóloga del Instituto Meteorológico Danés. «Es un poco como si las proyecciones estuvieran haciéndose realidad antes de lo que pensábamos».

El récord del sábado no es un mero pico antes de volver a temperaturas estivales más normales para el Ártico ruso: se prevé que la ola de calor responsable continuará durante una semana más, como mínimo. Fue la temperatura máxima que se ha documentado en la localidad, donde se mantienen registros desde 1885.

Un Ártico achicharrado por el clima

Los días calurosos de verano no son insólitos en el Ártico. Las costas templadas por la influencia del mar suelen ser más frescas, pero a veces las temperaturas se disparan en el interior. Fort Yukon, en Alaska, registró su primer día con 37,7 °C al norte del círculo polar ártico en 1915; Verkhoyansk alcanzó 37,3 °C en 1988.

«En esta época del año, en torno al solsticio de verano, tienes 24 horas de luz solar. Es mucha energía solar. Así que 25 o 30 grados no son temperaturas insólitas en estas zonas de latitudes altas», explica Walt Meier, climatólogo del Centro Nacional de Datos de Hielo y Nieve.

Meier señala que el cambio climático está inclinando la balanza hacia temperaturas extremas, como las registradas la semana pasada. El Ártico está calentándose a un ritmo que duplica el del resto del planeta. El calor de referencia en el alto Ártico ha aumentado entre 2 y 3°C en el último siglo. Casi 0,75 °C de ese aumento se ha producido solo en la última década.

Eso quiere decir que cualquier ola de calor que afecte a la región se ve fortalecida por el calentamiento adicional. Por eso la calidez media del verano aumenta y con ello también aumentan los extremos.

El día caluroso de este mes se debe a una potente mezcla de factores. Primero, el cambio climático da un empujoncito a las temperaturas de base. Por otra parte, Siberia occidental ha atravesado una de sus primaveras más cálidas, según los climatólogos del servicio de Copernicus relativo al cambio climático de la UE. Desde diciembre, la temperatura media del aire de la región ha estado casi 6°C por encima de la media observada entre 1979 y 2019. También es probable que el calor intenso esté muy por encima de la media observada en cualquier periodo de seis meses remontándonos hasta 1880. En mayo, las temperaturas del aire oscilaban unos 10°C por encima de la media «normal» de mayo, 1°C, algo que probablemente ocurriría solo una vez en 100 000 años si el cambio climático antropogénico no hubiera estropeado el sistema climático.

«Ha sido extraño», afirma Ivana Cvijanovic, climatóloga del Centro de Supercomputación de Barcelona. «Ha hecho mucho calor por toda Siberia durante mucho tiempo. Enero, después febrero, luego marzo, luego abril. El patrón llama mucho la atención».

El invierno templado y la primavera calurosa se han traducido en que la nieve que normalmente cubre el suelo de gran parte de la región se fundió casi un mes antes de lo normal. La nieve blanca desempeña un papel crucial en el enfriamiento de algunas partes del Ártico, ya que refleja el calor del sol. Con su desaparición, la tierra y las plantas absorbieron el calor.

Después, las condiciones meteorológicas se alinearon. Un gran sistema de altas presiones se colocó y se estancó sobre el oeste de Siberia. Este tipo de sistemas suele presentar cielos despejados, idóneos para que el calor solar entre sin obstáculos directamente al suelo siberiano ya caliente.

«El aire se queda atrapado aquí; es como si hubiera un horno sobre la zona, calentándose cada vez más cuanto más tiempo se queda», afirma Meier.

En los últimos años, los efectos de este tipo de olas de calor inmóviles se han vuelto más obvios en todo el Ártico. En 2012, el 97 por ciento de la superficie del manto de hielo de Groenlandia se calentó tanto que se convirtió en nieve fangosa. En 2016, hizo tanto calor en Svalbard (Noruega) que llovió en lugar de nevar durante parte del invierno. El verano pasado, los bordes del manto de hielo de Groenlandia sufrieron hasta tres meses más de tiempo propicio a la fusión. Se formaron piscinas azules sobre su superficie, el agua de deshielo cayó a borbotones por los límites del continente y se desataron incendios en sus paisajes dispersos cuando una ola de calor se quedó semanas sobre la isla.

Los científicos debaten si este tipo de olas de calor en latitudes altas están durando más o son más frecuentes que en el pasado debido al cambio climático. Pero lo que no se debate es que el futuro depara un calor mucho más extremo en el Ártico. Las temperaturas invernales medias del Ártico ya han superado el umbral de 2°C mencionado en el Acuerdo de París. Los pronósticos sugieren que la temperatura media anual de la región lo superará en cuestión de décadas.

«Para 2100, en el caso de un calentamiento extremo, se esperaría ver un fenómeno como este cada año», afirma Robert Rohde, climatólogo de Berkeley Earth.

En el Polo Sur también se están produciendo patrones similares. Un lugar de la península antártica alcanzó casi 18.3°C durante enero, durante el verano del hemisferio sur.

La amplificación polar y las huellas humanas

Los polos se calientan más rápido que el resto de la Tierra debido a un fenómeno denominado amplificación polar. La banquisa que solía cubrir gran parte del océano Glacial Ártico proporcionaba una capa blanca y brillante que cubría los confines más septentrionales del planeta. Igual que la nieve que refleja la radiación solar entrante en Siberia, el hielo refleja el calor del sol hacia el espacio.

Pero conforme la Tierra se calentaba, la superficie de banquisa del océano Glacial Ártico disminuía, dejando a su paso aguas oscuras que absorben mucho más calor. La banquisa se forma con menos facilidad en esas aguas calientes, lo que hace que absorban aún más calor solar. Así, el sistema entra en un circuito de retroalimentación.

Cuesta determinar con certeza si esta u otra ola de calor ha sido peor debido al cambio climático y nadie ha llevado a cabo un análisis de este periodo de calor excesivo en Siberia. Con todo, sí se han hallado huellas del cambio climático antropogénico en la ola de calor que provocó la fusión excesiva en Groenlandia y en el norte de Europa el verano pasado. Las probabilidades de que hiciera tanto calor como en junio de 2019 —cuando las temperaturas de Francia superaron los 45°C— eran al menos cinco veces superiores debido a los impactos humanos. Y casi un 60 por ciento del calor excesivo del Ártico en 2016 se puede atribuir al cambio climático antropogénico, según los científicos.

Incendios y vertidos de petróleo

El calor de esta estación acarrea consecuencias. Bajo tierra, gran parte del Ártico ruso está cubierto de permafrost, suelos de turba abundantes en carbono cubiertos de una capa de hielo que normalmente sigue congelada durante gran parte o la totalidad del año. Pero las altas temperaturas del aire desestabilizan el suelo congelado y a menudo causan cambios irreparables.

En junio, los suelos descongelados podrían haber causado el colapso de un tanque de almacenamiento de diésel en Siberia, que vertió 20 000 toneladas de combustible en un río cercano. Un estudio reciente sugiere que este no es un riesgo aislado. Para 2050, los científicos sostienen que una gran cantidad de infraestructuras del Ártico corren riesgo de que el suelo se funda y colapse bajo ellas. Miles de kilómetros de oleoductos, carreteras, edificios, tanques de almacenamiento, campos petrolíferos y aeropuertos, entre otros, podrían verse desestabilizados por el tiempo sobrecalentado que ha derretido el suelo.

El Ártico ruso también se ha visto afectado por los incendios. La primavera más calurosa de lo normal ha secado tanto los suelos como la vegetación, lo que los vuelve más propensos a arder, y más de 48 500 kilómetros cuadrados se incendiaron a principios de junio, según el servicio forestal ruso.

«Hay mucha vegetación y bosques por toda Siberia», afirma Meier. «Y cuando hace tanto calor durante tanto tiempo, se secan y se convierten en yesca».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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