Una ola de calor está derritiendo el hielo de Groenlandia, una noticia pésima

La capa de hielo de Groenlandia experimenta el segundo mayor deshielo del año, una señal de alerta para el planeta.

Por Alejandra Borunda
Publicado 2 ago 2019, 12:53 CEST
Groenlandia
El agua de deshielo estival se acumula en un lago sobre la superficie de la capa de hielo de Groenlandia.
Fotografía de JAMES BALOG/ Nat Geo Image Collection

En la capa de hielo de Groenlandia, en el norte del planeta, las cosas no van bien.

La ola de calor que pasó por Europa a finales de julio ha migrado hacia el norte y se ha instalado sobre Groenlandia. Conforme aumentan las temperaturas del aire sobre el hielo, esta capa responde de la única forma que sabe: derritiéndose. El martes pasado, más de la mitad de la superficie de la capa de hielo de Groenlandia se había convertido en nieve fangosa.

Es el segundo gran periodo de calor que afecta a la capa de hielo en esta estación y el segundo que provoca deshielo en grandes áreas del casquete. Las olas de calor son particularmente perjudiciales porque llegan tras un invierno suave y seco y tras primaveras que han preparado la capa para el deshielo. El resultado de esta combinación brutal es un deshielo estival tan intenso que podría empatar o batir el récord de deshielo documentado.

Según Ruth Mottram, científica polar del Instituto Meteorológico Danés, la amplitud del deshielo está muy por encima del rango habitual que se observa en esta época del año.

«Son récords que espero que no se rompan», afirma.

Pronto dejará de ser excepcional

Hasta la fecha, 2019 podría competir con el año en el que se batió el récord de deshielo: 2012.

En su peor momento, en julio de 2012, se estimaba que el 97 por ciento de la superficie de la capa de hielo de Groenlandia experimentaba algún tipo de deshielo, incluso el gélido interior de más de 1600 metros de la capa de hielo, que rara vez se ablanda.

El agua de deshielo que transcurría sobre la capa hizo que los ríos circulasen con tanta intensidad que destrozó puentes en localidades costeras. Al salir de sus estaciones, los científicos se hundieron inesperadamente en la superficie blanda.

Para finales de julio de 2012, la capa de hielo había perdido 250 000 millones de toneladas de agua de deshielo, suficiente para aumentar los niveles del mar globales unas ocho décimas de milímetro.

Esta cifra se acerca bastante a las 248 000 millones de toneladas que se han perdido este año, según las observaciones de Marco Tedesco, científico polar del Observatorio Terrestre Lamont Doherty en la Universidad de Columbia.

«Estamos en esa trayectoria. Estamos aproximándonos al récord de 2012», afirma.

Solo el martes, el agua de deshielo alcanzó las 7000 millones de toneladas. Es agua suficiente para llenar casi 3000 millones de piscinas olímpicas y casi 1,75 veces más de lo que pierde cada día en un año medio.

Groenlandia desde el cielo como nunca antes se ha visto

Quizá no parezca mucho, pero se acumula enseguida. Los niveles del mar globales medios han aumentado entre 18 y 20 centímetros en el último siglo, y un 40 por ciento de dicho aumento se ha producido desde 1993. El deshielo contribuye cada vez más a ese aumento anual y es posible que su ritmo se haya sextuplicado desde 1979.

Para 2100, la aceleración de la pérdida de hielo y del deshielo superficial en Groenlandia podría haber expulsado al mar entre 5 y 33 centímetros de agua adicional. Si se derritiera toda la capa de hielo —algo que ninguna proyección científica prevé que ocurra en el futuro próximo—, los niveles del mar aumentarían unos 58 centímetros.

Por sí sola, esta estación no determinará los niveles del mar globales. Pero esta estación, sumada a otras como ella, sí tendrá repercusiones.

Un circuito de retroalimentación

Algunas partes de la capa de hielo de Groenlandia se derriten cada verano conforme la Tierra inclina su cara norte hacia el Sol. En los bordes de la capa de hielo, esto se traduce en ríos que fluyen y estanques azules de agua del deshielo que salpican la superficie del hielo.

Pero, normalmente, el deshielo queda confinado a esos límites y la pérdida que provoca se equilibra —al menos en parte— con las nevadas. La nieve fresca también permite que la capa de hielo conserve su brillo y su reflectividad, de forma que la radiación solar rebota en ella. Mottram explica que la nieve más antigua pierde los bordes afilados y la textura esponjosa de los copos de nieve, que contribuyen a reflejar la luz, y se cuaja en una masa más sólida y menos reflectante que absorbe el calor solar.

En invierno, cae poca nieve en el límite occidental de la capa de hielo. Esto significa que grandes áreas de la capa de hielo ya eran más oscuras de lo normal cuando llegó el calor del verano.

Por eso cuando llegó la primera ola de calor del verano, en junio, hasta un 45 por ciento de la capa de hielo alcanzó un punto de deshielo, muy por encima del 10 por ciento habitual en esta época del año. Las temperaturas del aire eran entre 10 y 15 grados Celsius superiores a las normales. Durante un periodo cálido de nueve días, la capa de hielo perdió unos 80 000 millones de toneladas de agua de deshielo. Para cuando pasó el calor, los científicos ya especulaban que esta estación podría batir los récords.

Y como el hielo parcialmente derretido es más oscuro que la nieve fresca, la capa de hielo era vulnerable a cualquier otra ola de calor que pudiera llegar.

«Es una especie de precondicionante para el deshielo posterior», afirma Mottram.

Cuando la última ola de calor empezó a desplazarse al norte, los científicos se prepararon para presenciar el comienzo de otro deshielo masivo en la isla. Hasta la fecha, la situación se ha desenvuelto tal y como predijeron.

Dejará de ser una anomalía

Los científicos ya saben que el cambio climático está implicado en la prolongación y la intensificación de las épocas de deshielo en Groenlandia. En 2012, el deshielo en los bordes de la capa de hielo empezó casi un mes antes que tres décadas antes.

Sin embargo, la gran incógnita es si este tipo de deshielo estival extremo se convertirá en algo habitual.

Eso creen algunos científicos, como Xavier Fettweis, modelista de capas de hielo en la Universidad de Lieja.

Según él, el volumen y la intensidad del deshielo que se produce hoy en día está a la altura de lo que, según los modelos, ocurrirá casi cada verano para 2050. Así que los veranos de récord como este o el de 2012 dejarán de ser excepcionales. Según Fettweis, ya estamos en ese camino.

«No es solo un verano cálido entre muchos más frescos», afirmó. «Este tipo de anomalía se ha repetido este año, y también en 2016, 2012, 2011, 2009, 2008, etcétera».

Aún se están desentrañando los motivos exactos de la aceleración del deshielo en la capa de hielo. Pero parte del motivo, según los científicos, tiene que ver con la corriente en chorro, la franja ondulada de corrientes de aire que serpentea alrededor del planeta y que fija los patrones meteorológicos en cada uno de sus extremos.

La forma de la corriente en chorro del hemisferio norte depende en parte de la diferencia de temperatura entre el ecuador y el Ártico. El Ártico se ha calentado mucho más rápido que el resto del planeta —unos 1,8 grados Celsius solo en los últimos 20 años— y algunos científicos creen que el resultado es una corriente en chorro más ondulada y lenta que antes.

Según Jennifer Francis, científica atmosférica de la Universidad Rutgers, esto significa que los patrones meteorológicos —como la ola de calor que asó Europa la semana pasada o las lluvias devastadoras que inundaron Estados Unidos en primavera— permanecen más tiempo en un lugar.

Y, a su vez, esto da más oportunidades para el deshielo cuando las fases cálidas se instalan sobre Groenlandia.

«Hemos observado la caída más rápida de estos registros con el paso del tiempo», afirma Francis. «Están claramente vinculados al exceso de gases de efecto invernadero en la atmósfera, son un síntoma muy obvio del cambio climático».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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