Por qué el trastorno afectivo estacional también puede darse en verano

Los médicos saben de la existencia del trastorno afectivo estacional (TAE) estival desde hace décadas. Pero muchos no son conscientes de esta afección y su tratamiento puede ser más complicado que el de la «depresión invernal».

Por Julia Sklar
Publicado 27 ago 2020, 12:04 CEST
Fotografía de Li Hui

El verano pasado, Cristina Flores tenía pensado pasar dos semanas de viaje por las carreteras del Medio Oeste de Estados Unidos, serpenteando por la costa de Ohio y adentrándose en las llanuras de Iowa. Cada estado que visitara la acercaría a su meta de visitar los 50 del país. Pero el día antes de partir, Flores canceló el viaje de forma abrupta y perdió los depósitos de todos los Airbnb que había reservado. Estaba demasiado deprimida para salir de casa.

No era nada nuevo, sino lo último —y lo peor, que ella recuerde— de un patrón estacional de depresión que le ronda desde hace tiempo, pero que es manejable durante el resto del año hasta que se dispara en verano. Flores, que ahora tiene 43 años y es profesora de instituto en el sur de Virginia, dice que cuando empezó el instituto empezó a notar cambios de humor estacionales, aunque no le diagnosticaron depresión formalmente hasta el verano de 2010. Haciendo memoria, puede rastrear esta tristeza estival hasta su infancia.

«Mis padres siempre pensaron que era porque estaba aburrida o no tenía qué hacer», cuenta. «Ahora, de adulta, me he dado cuenta de que gran parte de los problemas de mi infancia eran claramente problemas de salud mental».

Flores ignoraba que había estado viviendo con trastorno afectivo estacional (TAE) estival, el pariente infradiagnosticado, más raro y más difícil de tratar del trastorno afectivo estacional invernal. Quienes sufren TAE invernal presentan letargo, aumento del sueño, aumento del apetito y un subsiguiente aumento de peso, pero pueden tratar sus síntomas de forma bastante eficaz con fototerapia paliativa: exposición a una lámpara con una frecuencia que simula la luz natural. Se ha demostrado que, si se hace durante al menos 30 minutos al día, este tratamiento mantiene a raya la TAE invernal.

En cambio, las personas con TAE estival se sienten más inquietas y sufren insomnio, pérdida de apetito y pérdida de peso. También son más propensas a las tentativas de suicidio que las que sufren la depresión invernal.

Y aunque el TAE invernal es desencadenado por la oscuridad estacional continua, la versión estival se debe a varios factores ambientales como las altas temperaturas, la humedad e incluso las concentraciones de polen elevadas. Estos desencadenantes variables dificultan un tratamiento gestionable del TAE estival. Algunas personas recurren a quedarse en casa en la medida de lo posible durante los meses de verano, pero eso puede ser difícil ante la presión social para divertirse bajo el sol.

Aunque los médicos han sabido de la existencia del TAE estival durante casi 40 años, aún no se comprende del todo. La mayoría de los pocos estudios sobre el TAE estival datan de los años noventa o de principios del siglo XXI y no se han actualizado ni explorado desde entonces.

Fotografía de Li Hui

«Mientras que el área de investigación del TAE invernal se ha disparado, en este caso no hay mucha gente que tome la delantera a la hora de estudiar la variante [estival] de esto», afirma Kelly Rohan, directora de formación clínica en la Universidad de Vermont y psicóloga que ha estudiado el trastorno afectivo estacional desde 1993.

Este trastorno es bastante raro y normalmente se infradiagnostica. Esto, junto al corpus de investigaciones insuficiente, se traduce en que la mayoría de las personas que padecen TAE estival nunca han oído hablar de él. Antes de ser entrevistada para este artículo, Flores dice que ella era una de esas personas; incluso bromeaba con su psicoterapeuta «sobre la ironía de lo que parece ser TAE inverso».

«La gente cree que es raro o cree que bromeo. Nadie entiende por qué odio el verano», afirma Flores. «Como me gusta tanto el frío y la oscuridad, bromeamos diciendo que soy una criatura que vive en una cueva y que me gusta estar en mi guarida. Pero la gente no lo entiende».

Los tristes días de verano

Aunque el TAE invernal forma parte del espíritu de la época, el TAE estival es menos conocido en parte porque, hasta donde sabemos, es bastante raro. Con todo, en Estados Unidos su prevalencia sí parece aumentar y disminuir ligeramente según la latitud, como el TAE invernal, aunque de forma menos drástica.

Un estudio de 1990 demostró que el 9,7 por ciento de los habitantes de Nashua, en Nuevo Hampshire (en el norte de Estados Unidos), sufría TAE invernal, mientras que solo un 0,5 por ciento había descrito síntomas de TAE estival. En cambio, en Sarasota, Florida (en el sur del país), la población con TAE invernal bajaba al 1,4 por ciento, mientras que aquella con TAE estival ascendía a un 1,2 por ciento. Se trata de una proporción baja en general, pero mucho mayor que la de la ciudad más septentrional del estudio.

Debido a la rareza del trastorno y la complejidad de sus desencadenantes ambientales, los primeros estudios sobre el TAE estival tuvieron dificultades a la hora de identificar un objetivo preciso para tratarlo, una carencia que ha aumentado tras décadas de infradiagnóstico.

«Un trastorno pasa a conocerse mejor si sabemos qué podemos hacer al respecto. Eso es lo que pasa con el TAE invernal», afirma Norman Rosenthal, el psicólogo que identificó el trastorno afectivo estacional en 1984. «Con la versión estival puedes dar algunas recomendaciones, pero no son tan fáciles, tan eficaces ni tan aplicables como la fototerapia».

Fotografía de Li Hui

Tener una afección psicológica rara puede ser particularmente difícil para las mujeres, que en general son más propensas a padecer trastornos afectivos estacionales. Con menos estudios hay menos conocimiento institucional, así que cuando las mujeres explican sus síntomas, los médicos suelen descartarlos de forma incorrecta indicando que sufren baja autoestima y problemas de imagen corporal provocados por el uniforme veraniego de pantalones cortos y bañadores.

«[El TAE estacional es] difícil de entender, pero no creo que no sea real. Es real», afirma Rosenthal.

Deshacerse de la tristeza estival

La concienciación pública alivia la carga de afrontar enfermedades mentales, incluidos los trastornos afectivos estacionales, ya que las normas sociales pasan una factura sutil a nuestro bienestar. Aunque la mayor parte de la población general no sufra episodios depresivos durante el invierno, muchos pueden identificarse con la sensación de tristeza o de no querer estar con los demás en los meses más oscuros del año.

En verano, ocurre lo contrario. La mayoría de los estadounidenses prefiere el calor al frío, lo que puede provocar sensaciones de alienación y aislamiento a personas que experimentan dificultades durante la estación favorita de los demás.

Laura Price Steele, que tiene 33 años y vive en Wilmington, Carolina del Norte, sufre depresión estival. Dice que se siente desincronizada del resto del mundo constantemente. «Me siento más identificada con el mundo cuando está más oscuro y frío y el resto están cansados y un poco tristes», afirma Steele.

Pero esta discordancia también puede verse acompañada de momentos de paz. Señala que el aire fresco, el alivio de la tranquilidad y la protección de la oscuridad del invierno traen consigo una sensación de vitalidad. Aunque a su alrededor todos se atrincheran y se refugian, los niveles de productividad, concentración, energía y disfrute de Steele se disparan. Lo mismo le sucede a Flores, que, aunque canceló su viaje por carretera el verano pasado, sí fue de viaje a Islandia en noviembre con su marido.

Las personas con TAE estival gestionan su depresión de formas asentadas, como la psicoterapia, la medicación y alejándose de actividades difíciles, como viajar. Un remedio menos clínico consiste en recurrir al aire acondicionado con más frecuencia que la persona media para afrontar el calor del verano.

En 1987, un estudio de casos de 12 pacientes con trastorno afectivo estacional desveló que un método más bien extremo podía aliviar la depresión estival. Una mujer con este trastorno se encerró en un espacio con aire acondicionado durante cinco días y se dio duchas frías de 15 minutos varias veces al día. Funcionó, pero además de ser completamente insostenible en la vida cotidiana, la mujer informó de que sus síntomas regresaron poco después de salir de este entorno sellado.

A raíz del calentamiento global, será cada vez más importante desarrollar tratamientos más prácticos. El cambio climático ya está teniendo repercusiones negativas en la salud mental y tanto Rosenthal como Rohan creen que este fenómeno antropogénico elevará los índices de TAE estival. Pensemos en las olas de calor de Siberia o las nubes de polen cada vez más grandes del hemisferio norte: las poblaciones que nunca han tenido que tolerar los desencadenantes del TAE estival van a estar más expuestas a ellos. Asimismo, la gente propensa al TAE invernal que vive en lugares que ya son cálidos y húmedos, pero que normalmente disfruta del verano podría perder su tolerancia a esta estación según se vuelva más extrema.

«Si no tienen aire acondicionado para aislarse del mayor calor y la mayor humedad del calentamiento global, desarrollarán un patrón [bianual]», señala Rohan.

Pero en un giro gracioso aunque sombrío, durante este verano pandémico, mientras repuntan los índices de depresión y ansiedad en el resto del mundo, tanto Flores como Steele encuentran más fácil soportar el verano por primera vez en mucho tiempo. Steele y su mujer han tenido un bebé en junio, pero las presiones de ser madres primerizas durante una pandemia le parecen manejables siempre y cuando haya un motivo para quedarse en casa.

No hay fiestas en la piscina, días de playa ni barbacoas en el jardín. Incluso puede rechazar las invitaciones para reunirse al aire libre, con mascarillas y manteniendo la distancia, con una excusa socialmente aceptable que no implica desvelar que sufre un trastorno afectivo poco conocido. Este año, el verano ha quedado cancelado y algunas personas no caben en sí de gozo.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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