Vinculan la contaminación atmosférica al trastorno bipolar y la depresión

Un nuevo estudio se suma a las investigaciones que apuntan a la existencia de un vínculo entre la contaminación y los problemas de salud mental.

Por Sarah Gibbens
Publicado 21 ago 2019, 16:07 CEST
Detroit
Un hombre pesca cerca de la planta de carbón DTE en Detroit.
Fotografía de Ami Vitale, Nat Geo Image Collection

La contaminación atmosférica pasa una cuantiosa factura a nuestra salud. La Organización Mundial de la Salud la vincula a enfermedades mortales como el cáncer de pulmón y los accidentes cerebrovasculares, y una nueva investigación sugiere que en las regiones contaminadas se documentan más casos de trastornos neurológicos como la depresión y el trastorno bipolar.

En Estados Unidos, un equipo de científicos ha determinado que los condados donde la calidad del aire es peor, según indicaciones de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA, por sus siglas en inglés), los casos de trastorno bipolar eran un 27 por ciento superiores y los de depresión, un 6 por ciento superiores frente a la media nacional.

Andrey Rzhetsky, genetista de la Universidad de Chicago y autor del estudio, se cuidó de indicar que el estudio no demuestra de forma definitiva que la contaminación atmosférica provoque enfermedades mentales, pero afirma que sí demuestra dónde una persona puede correr más riesgo de padecerlas.

Estudios similares en Londres, China y Corea del Sur han hallado vínculos similares entre lugares contaminados y una mala salud mental.

Rzhetsky afirma que su estudio demuestra que los trastornos neurológicos pasan factura en los condados de Estados Unidos que están siendo contaminados.

Un mapa de la contaminación

Los investigadores analizaron datos de Estados Unidos y Dinamarca para establecer este vínculo.

En Estados Unidos, estudiaron 11 años de datos de seguros médicos de 151 millones de personas que habían presentado reclamaciones por cuatro trastornos psiquiátricos: trastorno bipolar, depresión grave, trastorno de personalidad y esquizofrenia. También analizaron la epilepsia y la enfermedad de Parkinson.

A continuación, examinaron los datos de calidad del aire, el agua y la tierra de la EPA y buscaron los lugares donde se solapaban las reclamaciones y los altos índices de contaminación. El solapamiento entre la contaminación atmosférica y el trastorno bipolar era el más evidente.

Para replicar sus hallazgos en Estados Unidos, los investigadores colaboraron con científicos daneses para estudiar el efecto de la contaminación en Dinamarca. A diferencia de Estados Unidos, los datos daneses no examinaban datos regionales, sino el nivel de exposición de una persona a la contaminación atmosférica durante la infancia. Como en Estados Unidos, la exposición a la contaminación atmosférica se asociaba a mayores índices de trastorno bipolar y depresión.

«Estos hallazgos se suman a las pruebas de estudios previos sobre la existencia de un posible vínculo entre la contaminación atmosférica y los trastornos psiquiátricos», afirma Ioannis Bakolis, epidemiólogo del King’s College London que no participó en este estudio.

Con todo, sostiene que el hecho de que el estudio se base en datos por condados añade demasiadas variables como para determinar de forma concluyente que la contaminación atmosférica provoque trastorno bipolar y depresión.

Los efectos en el cuerpo humano

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Gran parte del saber científico sobre los efectos de la contaminación atmosférica al cerebro se debe a estudios en perros y roedores. Un estudio llevado a cabo en 2002 analizó los efectos de la contaminación vinculada al tráfico en perros callejeros. Se observaron daños pulmonares, nasales y cerebrales.

«Lo que ocurre en el cerebro es algo parecido a la inflamación», afirma Rzhetsky. «Provoca síntomas similares a la depresión [en perros]».

En una investigación publicada el año pasado, un equipo científico de Pekín descubrió que inhalar partículas en suspensión privaba a la gente de su inteligencia y provocaba calificaciones inferiores pruebas verbales y matemáticas.

Entonces, Xin Zhang, el autor del estudio, especuló que la contaminación dañaba la materia blanca del cerebro.

El cerebro en la naturaleza

En Inglaterra, los científicos están supervisando actualmente cómo podría estar afectando la calidad del aire de las ciudades a 250 niños. Los niños llevan mochilas fabricadas por Dyson que analizan la calidad del aire e indican cuándo y dónde atraviesan los mayores niveles de contaminación.

Las autoridades municipales afirman que esta información ayudará a mejorar la salud pública.

Rzhetsky también espera que los profesionales de la salud mental que tratan trastornos neurológicos analicen los factores de riesgo medioambiental.

Utilizar un medio ambiente limpio para tratar dichos trastornos sería «el santo grial», afirma.

Aunque los científicos aún tratan de establecer un vínculo sólido entre la contaminación y los problemas mentales, sí se ha determinado que estar en la naturaleza posee beneficios psicológicos. Cuando estamos rodeados de naturaleza —ya sea en un bosque virgen o en un parque local— hacemos un favor a nuestros cerebros estresados.

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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