Las vacunas existentes deberían proteger contra las nuevas variantes del coronavirus, por ahora

Investigaciones preliminares sugieren que el SARS-CoV-2 no ha mutado lo suficiente para hacer ineficaces las vacunas actuales, pero los científicos señalan que será crucial vigilar la futura evolución viral.

Por Michael Greshko
Publicado 18 ene 2021, 13:34 CET
Ellen Prosser recibe la vacuna anti-COVID-19

Ellen Prosser, de 100 años, recibe la vacuna anti-COVID-19 de Oxford y AstraZeneca en la residencia Sunrise Care Home en Sidcup, al sudeste de Londres, el 7 de enero del 2021.

Fotografía de Kirsty O'Connor, POOL, AFP via Getty Images

Tras más de un año de pandemia de COVID-19, las autoridades de salud pública se enfrentan a una amenaza emergente: nuevas variantes del virus SARS-CoV-2. Investigadores de todo el mundo han identificado tres variantes importantes: la B.1.1.7, descubierta en el Reino Unido en diciembre; la 501Y.V2, descubierta en Sudáfrica en diciembre; y la P1, identificada en Brasil el 13 de enero.

No hay pruebas de que estas variantes sean más mortales que las anteriores versiones del virus. Sin embargo, algunas podrían ser más transmisibles debido a mutaciones que alteran la proteína espicular del coronavirus, la parte del virus que se fija a las células humanas y la parte que atacan las vacunas. Si no se toman medidas, estas variantes podrían propagarse más rápidamente y causar aún más muerte y sufrimiento, encima de los más de dos millones de fallecimientos confirmados por COVID-19 en todo el mundo a 15 de enero, según la Universidad Johns Hopkins.

Sin embargo, a medida que se intensifica la distribución de las vacunas a nivel mundial, los investigadores observan señales tempranas de que las vacunas existentes deberían funcionar con el sistema inmunitario polifacético del cuerpo humano y ofrecer cierto nivel de protección contra las versiones mutadas del virus.

«Las variantes sí presentan cambios en la proteína espicular [del virus], pero no lo suficiente como para que la vacuna no proteja», declaró Arnold Monto, presidente en funciones del Comité Asesor sobre Vacunas y Productos Biológicos Relacionados de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, en una entrevista con la revista médica JAMA el 11 de enero. «Parece que [las vacunas existentes] deberían funcionar y lo sabremos de forma más definitiva en las próximas semanas».

Para ralentizar la evolución del virus en nuevas variantes, los expertos dicen que es fundamental tomar las mismas medidas que ya conocemos para prevenir su propagación: llevar mascarilla, lavarnos las manos, mantener la distancia social y vacunarnos lo antes posible.

«Aún no hemos observado ninguna prueba de que la vacuna no vaya a cubrir las nuevas variantes y, de hecho, la forma de detener las nuevas variantes es contener el virus», afirma Philip Dormitzer, director científico de vacunas virales en la división de investigación de vacunas de Pfizer. «Cuanto menos se multiplique el virus en el mundo, menos variantes se generarán».

Si surgiera una variante del SARS-CoV-2 resistente a las vacunas, las vacunas actuales podrían modificarse para abordar cualquier nueva mutación, añade Dormitzer.

Una respuesta inmunitaria diversa a la COVID-19

Nuestros cuerpos generan un amplio espectro de anticuerpos como respuesta a una vacuna o infección natural. En el caso de la COVID-19, estos anticuerpos atacan varias partes de la proteína espicular del SARS-CoV-2, no una única región que pudiera cambiar en una variante mutada del virus. En principio, esta diversidad de anticuerpos dificulta que una mutación viral haga ineficaz una vacuna.

«Si hay una mutación que destruye una de las regiones de unión de anticuerpos, en ese caso disminuirá la actividad de unión de ese anticuerpo específico, pero hay muchos más anticuerpos que no se unen a ese lugar», afirma Pei-Yong Shi, virólogo y microbiólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Texas en Galveston.

Además de los anticuerpos, las vacunas también activan linfocitos T, unas células inmunitarias que desempeñan un papel importante en la respuesta inicial del cuerpo al SARS-CoV-2, afirma Dormitzer. Los datos de los ensayos de vacunas sugieren que estas células inmunitarias podrían empezar a proteger el cuerpo antes de que se produzcan grandes cantidades de anticuerpos.

“Aunque te infectes con una cepa que no coincida exactamente con la que está en la vacuna, aún te protege en cierta medida.”

por HELEN CHU, UNIVERSIDAD DE WASHINGTON

En los ensayos en fase III de Pfizer, por ejemplo, los pacientes que recibieron la primera de las dos dosis de la vacuna empezaron a mostrar señales de protección de 10 a 14 días después, aunque los ensayos en fase I de la vacuna demuestran que muchos pacientes no tienen necesariamente niveles elevados de anticuerpos en la sangre en ese momento.

«O bien solo se necesita una pequeña cantidad de anticuerpos neutralizantes para protegerse de este virus o nos protege algo más que no es un anticuerpo neutralizante», explica Dormitzer, refiriéndose al posible papel de los linfocitos T a la hora de detener el virus.

A la luz de nuestra compleja respuesta inmunitaria al SARS-CoV-2, Dormitzer afirma que, aunque los anticuerpos fomentados por una vacuna no se fijen de forma tan eficaz a las variantes actuales o futuras, es posible que esas vacunas aún nos protejan.

Este tipo de protección parcial ya se ha observado en las vacunas antigripales de algunos años, indica Helen Chu, inmunóloga de la Universidad de Washington en Seattle. «Aunque te infectes con una cepa que no coincida exactamente con la que está en la vacuna, aún te protege en cierta medida», afirma. «Y estas vacunas [anti-COVID-19] son mucho mejores que las vacunas antigripales; una eficacia de 95 por ciento es mucho mejor que la eficacia del 50 o 60 por ciento contra la gripe».

Chu, que estudia las respuestas inmunitarias de los pacientes a los virus respiratorios, ha estudiado la COVID-19 desde el principio. El pasado febrero, ayudó a extraer la sangre del primer paciente de COVID-19 confirmado en Estados Unidos. Nada sobre la aparición de variantes la sorprende ni mina su confianza en la eficacia de las vacunas actuales.

«A mí ya me han puesto la vacuna y sé que prácticamente todos los científicos y médicos con los que trabajo van a ponérsela», afirma. «Sin duda no pararía por el hecho de que estén apareciendo nuevas variantes».

La vigilancia de las mutaciones

Durante meses, los investigadores han estado estudiando versiones mutadas del SARS-CoV-2 en laboratorios con el fin de observar qué mutaciones suponen un mayor riesgo de incrementar la transmisibilidad del virus o su capacidad para evadir al sistema inmunitario.

Los estudios se centran en las mutaciones clave de las tres variantes emergentes principales. Cada una contiene su propio conjunto de mutaciones, pero algunas aparecieron de forma independiente en las tres variantes, lo que indica que esas mutaciones específicas ayudan al virus a propagarse.

Una de las mutaciones es la N501Y, que cambia un aminoácido en el dominio de unión al receptor de la proteína espicular del SARS-CoV-2, una parte de la proteína que se fija directamente al exterior de algunas células humanas. Investigaciones previas han demostrado que esta mutación podría permitir que el virus se fije de forma más eficaz a los receptores ECA2 de las células humanas, volviéndolo más transmisible en humanos y otros animales. En septiembre, un estudio publicado en Science desveló que la mutación volvía el SARS-CoV-2 más infeccioso en ratones de laboratorio.

Pero por sí sola, esta mutación no parece volver el virus resistente a las vacunas actuales. El laboratorio de Shi, en colaboración con los investigadores de Pfizer —Dormitzer incluido—, empleó una técnica genética para crear dos versiones de laboratorio del SARS-CoV-2 que eran idénticas salvo por la presencia o ausencia de la mutación N501Y.

En un estudio preliminar publicado el 7 de enero en el servidor bioRxiv, el equipo de Shi y Dormitzer analizó cómo respondían los anticuerpos de 20 participantes en los ensayos de la vacuna de Pfizer y BioNTech a los dos tipos de virus. Los anticuerpos se fijaron igual de bien a la variante N501Y del virus que a la que carecía de la mutación. «Nos complace ver que los resultados no afectan a la vacuna», afirma Shi.

Con todo, Shi reconoce que el estudio tiene una limitación fundamental. Las nuevas variantes no poseen una única mutación. Por ejemplo, la variante B.1.1.7 tiene ocho mutaciones diferentes que afectan a su proteína espicular. Shi dice que, en las dos o tres próximas semanas, su laboratorio estudiará combinaciones diferentes de las mutaciones para probar la vacuna de Pfizer y BioNTech.

La variante 501Y.V2 tiene otra mutación preocupante: E484K, que también afecta al dominio de unión al receptor de la proteína espicular. En una prepublicación del 4 de enero en bioRxiv, los investigadores del Centro Fred Hutchinson de Investigación del Cáncer, en Seattle, descubrieron que esta mutación desempeña un papel enorme en la unión de los anticuerpos a la proteína espicular del virus.

Cuando se examinó cómo respondían los anticuerpos de pacientes de COVID-19 recuperados a los modelos del virus de laboratorio con la E484K y mutaciones similares, los anticuerpos de algunos pacientes eran menos eficaces al unirse a los virus con la mutación. Pero lo más importante es que las vacunas autorizadas crean respuestas inmunitarias fuertes y por ahora no hay pruebas de que las variantes con la mutación E484K resistan totalmente a la inmunidad inducida por la vacuna.

En una serie de tuits, Jesse Bloom, autor principal de la prepublicación, dejó claro que una protección reducida dista mucho de una protección inexistente. «¿Deberían preocuparnos la E484K y otras mutaciones? ¡Sí! Por eso muchos estamos esforzándonos por estudiarlas. Pero tenemos que mantener la perspectiva», escribió. «Una neutralización reducida no significa que no haya inmunidad y habrá que estudiarlo minuciosamente para determinar las consecuencias para la protección en humanos».

¿Y si hay que modificar las vacunas?

Los fabricantes de vacunas están sentando las bases para reaccionar rápidamente si una futura variante del SARS-CoV-2 no responde a las vacunas existentes. Dormitzer, el investigador de Pfizer, afirma que cualquier cambio en la vacuna tendrá que seguir observaciones clínicas sólidas de que una nueva variante está propagándose entre personas ya inmunizadas contra la COVID-19.

Una de las ventajas de las vacunas de Pfizer y BioNTech y Moderna es que pueden actualizarse con rapidez. Pero Dormitzer advierte que la investigación y la fabricación en laboratorios son solo dos pasos en el largo viaje de una vacuna hasta el brazo de una persona. Si se actualiza una vacuna, los reguladores gubernamentales tendrán que comprobar su seguridad y eficacia. Los investigadores afirman que las políticas que rigen las actualizaciones regulares de las vacunas antigripales podrían proporcionar un buen marco de actuación.

«Todo el mundo quiere tener la gripe como modelo y yo estoy totalmente de acuerdo, la gripe es nuestro modelo», afirma Dormitzer. Pero «debemos averiguar cómo adaptaremos las vías regulatorias —las reglas básicas— que se utilizan para la gripe a este nuevo virus».

Sobre todo, los investigadores deben saber cuándo surgen las nuevas variantes. Los tres expertos entrevistados por National Geographic instaron a los gobiernos del mundo a incrementar la secuenciación genómica del SARS-CoV-2 y compartir los datos resultantes.

«Necesitamos vigilar muy de cerca las secuencias de los virus en los pacientes», afirma Shi. «Estos son los ojos y oídos de la salud pública».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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