¿Es cierto que beber agua reduce los efectos secundarios tras la vacuna anti-COVID-19?

La buena hidratación podría ayudar a prevenir la infección de COVID-19. Pero la ciencia no es clara respecto a cómo y por qué beber antes de la vacunación podría alterar la reacción inmunitaria.

Por Emily Sohn
Publicado 12 may 2021, 14:36 CEST
Vacuna anti-COVID-19

Profesionales médicas rellenan jeringuillas con las vacunas anticovídicas de Pfizer y Moderna antes de administrárselas a las personas el primer día que la gente de más de 16 años puede recibir la vacuna.

Fotografía de Allen J. Schaben, Los Angeles Times via Getty Images

Vecinos, artículos de revistas, webs clínicas e incluso enfermeros repiten este consejo: bebe mucha agua antes y después de ponerte la vacuna anticovídica para prevenir los efectos secundarios.

El problema es que no hay pruebas de que beber más agua ayude a prevenir el dolor en el brazo, la «todalgia» y la fiebre que sufren algunas personas tras vacunarse contra la COVID-19.

Beber agua tampoco reduce las probabilidades de desmayarse en personas que son propensas a marearse con las agujas.

Esto es lo que sabemos sobre la posible influencia del agua en la reacción a la vacuna y en la salud en general, según las evidencias disponibles.

Vacunación y agua

Los científicos no han llevado a cabo ensayos aleatorizados para comprobar si beber —o no beber— agua antes de vacunarnos puede afectar a los niveles de anticuerpos o a otras respuestas inmunitarias. Es una duda difícil de resolver, en parte porque la respuesta inmunitaria sigue dos vías principales: a largo plazo, ayuda al cuerpo a preparar defensas duraderas contra el virus. A más corto plazo, la vacuna también causa la respuesta inmunitaria «innata», que es responsable de los efectos secundarios que pueden sentir algunas personas tras vacunarse. Los investigadores tienen opiniones conflictivas sobre el papel del agua.

Estudios en ranas (un pariente lejano de los humanos) sugieren que la deshidratación extrema podría deprimir el sistema inmunitario, dificultando que las células se envíen señales, explica Sonia Sharma, inmunóloga en el Instituto de Inmunología de La Jolla en California. Añade que, en personas, la deshidratación podría ser uno de varios factores estresantes y conductas poco saludables que retrasan la producción de anticuerpos. Y algunas investigaciones sugieren que las personas sienten más dolor cuando están deshidratadas, afirma Jodi Stookey, epidemióloga nutricional que antes trabajaba en el Instituto de Investigación del Hospital Infantil de Oakland, en California.

Pero hay estudios que demuestran que beber demasiado también supone un riesgo para la salud, ya que reduce los niveles de sodio y puede provocar dolor de cabeza, fatiga, convulsiones e incluso la muerte. Muchos expertos sostienen que, fuera del contexto de un calor excesivo o deportes de resistencia, los adultos sanos obtienen líquidos fácilmente a través de la comida y la bebida, aunque se encuentren mal durante un día o dos tras vacunarse.

Y aunque el agua podría desempeñar un papel en la prevención de las piedras en el riñón y las infecciones urinarias periódicas, es improbable que el agua logre por sí sola maximizar la respuesta inmunitaria y minimizar los efectos secundarios. «El agua no es la fórmula mágica que te dará una respuesta inmunitaria óptima», afirma Sharma. «Forma parte del conjunto de conductas saludables que fomentan un sistema inmunitario sano».

La investigación con deportistas de resistencia plantea dudas sobre la posibilidad de que el agua influya en el sistema inmunitario. Se sabe que el ejercicio prolongado, como correr maratones, causa un aumento de las hormonas del estrés que pueden reducir la función de los leucocitos durante varias horas y hacer a los corredores más susceptibles a enfermar tras un esfuerzo prolongado, explica Michael Gleeson, profesor emérito de bioquímica del ejercicio en la Universidad de Loughborough, el Reino Unido, que estudia la nutrición y las respuestas inmunitarias al ejercicio.

Los leucocitos incluyen los linfocitos T y linfocitos B que hallan agentes infecciosos, formulan una defensa y desarrollan anticuerpos que los reconocen y los recuerdan. Sin embargo, cuando los investigadores indicaron a los corredores que bebieran más y mantuvieran la hidratación durante sus carreras sus sistemas inmunitarios mostraron el mismo nivel de supresión comparados con corredores deshidratados.

«La idea de que beber mucha agua puede ayudarte a evitar los efectos secundarios de la vacuna anticovídica me parece ridícula», afirma Gleeson. «El agua no influye en la función inmunitaria».

También es improbable que beber agua ayude con los desmayos. En una de cada mil dosis de vacunas administradas, la inyección desencadena una reacción vasovagal que provoca sensación de mareo y, a veces, desmayos en los primeros 15 minutos. Basándose en pruebas de que las personas son menos propensas a desmayarse si beben agua antes de donar sangre, Alex Kemper, jefe de la división de atención pediátrica primaria en el Hospital Infantil Nationwide de Columbus, Ohio, recomendó a cientos de personas de entre 11 y 21 años que bebieran hasta dos vasos de agua durante la hora previa a su vacunación o que actuaran como de costumbre. Descubrió que beber más no cambiaba su propensión a marearse o sentir que iban a desmayarse. «La conclusión fue que no suponía ninguna diferencia».

¿Beneficioso o perjudicial?

Las preguntas sobre la hidratación y la respuesta a las vacunas se enmarcan en un gran conjunto de dudas sobre cuánta agua necesitamos, cómo medir la deshidratación y si necesitamos beber de forma intencionada en general. Los datos sugieren que los adultos mayores son más vulnerables a la deshidratación crónica, pero se ignora con qué frecuencia ocurre.

Cómo evaluar tu propia hidratación también es un tema de debate. La sed podría bastar, según Kemper. «Millones de años de evolución han hecho que bebamos cuando realmente lo necesitamos», afirma. «En un día normal, puedes permitir que tu tendencia innata te haga beber cuando tengas sed. Y probablemente se aplique lo mismo el día de la vacunación».

Debido a estas incertidumbres, puede que el consejo de beber agua conecte con el deseo de la gente de tener una sensación de control. Es sencillo y fácil de hacer, y algunos expertos consideran que el consejo de hidratarse antes de vacunarse es inofensivo y posiblemente incluso beneficioso si ayuda a motivar a la gente para que se vacune. «Cuanta más gente podamos vacunar, mejor, y si la gente quiere beber agua, no va a hacer daño», dice Kemper. «La gente tiene mucha fe en el agua y, si hace que la gente se sienta mejor, ¿qué daño hace?».

Con todo, otros temen que, si el agua no ayuda, recomendar lo que básicamente podría ser un placebo genere desconfianza en el sistema médico y sugiera que los efectos secundarios normales son motivo de preocupación. Christopher Labos, cardiólogo y epidemiólogo del Complejo Sanitario reina Isabel, en Montreal, señala que consentir tendencias sanitarias no científicas puede dañar la credibilidad de los profesionales de atención sanitaria.

En su opinión, decir a la gente que beba agua es más contraproducente que decir: «A ver, es dolor en el brazo. Va a pasar, así que hay que aguantarse», afirma Labos, que ha escrito sobre los mitos del agua. «Aunque es más difícil a corto plazo, es probable que a largo plazo sea mejor ser honestos con la gente y decir que no es un problema de salud importante».

En su consulta, dice Labos, los pacientes hacen muchas preguntas sobre qué deben consumir o evitar cuando se vacunan. «Lo que comes, lo que bebes, los medicamentos que tomas no van a afectar a la vacuna», dice. «Cuando te toque vacunarte, simplemente ve a vacunarte».

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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