La COVID-19 se descontrola en Nepal: «Todas las salas de urgencias están llenas»

El aumento del número de casos, el repunte de las tasas de mortalidad y la escasez de recursos amenazan a este país.

Por Ben Weissenbach
Publicado 13 may 2021, 13:13 CEST
Los paramédicos nepalíes tratan a un paciente de COVID-19

Mientras la pandemia avanza sin control, los paramédicos nepalíes tratan a una paciente de COVID-19 frente a la sala de urgencias de un hospital gubernamental en Katmandú.

Fotografía de Niranjan Shrestha, AP Images

Justo antes de la medianoche del domingo, Anup Bastola —asesor jefe del Ministerio de Sanidad y Población de Nepal, médico principal del Hospital Sukraraj en Katmandú y el hombre que identificó al primer paciente de COVID-19 de Nepal hace un año— se sintió totalmente desamparado por primera vez en su carrera.

El domingo, Sukraraj se transformó de un hospital sobrecargado en una pesadilla de triaje. Bastola llegó a casa después de trabajar y se enteró de que seis pacientes más estaban desfalleciendo, seis más para los que no habían podido encontrar respiradores ni camas en la UCI.

«Estos pacientes están luchando por sus vidas», dijo Bastola por teléfono. Uno de ellos intentaba respirar 56 veces por minuto, como el corredor de una maratón que se acerca a la meta. «Luchan durante uno o dos días. Pero necesitan respiradores. Y mañana, aumentará el número [de pacientes] que necesitan respiradores».

Bastola y sus colegas de Sukraraj dirigieron el sistema sanitario de Nepal para tratar la gripe porcina en 2009 y los brotes de dengue de 2016, 2017 y 2019. Fueron la primera línea de defensa durante el brote de cólera que se produjo tras el terremoto de Gorkha de 2015, y los primeros que trataron los casos durante la primera ola de COVID-19 de Nepal.

Pero ninguna de esas crisis los preparó para esta.

«No es como la última ola», dijo Bastola con la voz rota por la emoción. «Esta vez es un desastre real».

Este país ubicado en el Himalaya registró su mayor número de infecciones y muertes por COVID-19 en un día. Nepal tiene una tasa de mortalidad per cápita más elevada que la vecina India.

Fotografía de Niranjan Shrestha, AP Images

Aumento de las muertes y escasez de suministros

El mundo tiene la vista puesta en la India, donde solo la semana pasada el gobierno registró 27 157 muertes por el virus. Pero el domingo, Nepal superó la tasa de mortalidad per cápita de la India y las tasas de mortalidad siguen aumentando. Las 88 muertes del domingo en Nepal representaron un aumento de un 52 por ciento respecto al anterior máximo diario. El lunes, la cifra volvió a dispararse a 139 muertes y el martes, a 225.

Ante la devastadora ola de COVID-19 de la India, decenas de miles de trabajadores migrantes han huido hacia el norte a lo largo de la frontera abierta de 1770 kilómetros con Nepal, trayendo con ellos cepas muy contagiosas del virus. Nepal depende de su vecino meridional más rico para obtener casi todos sus suministros médicos. Ahora, con la falta de suministros en la India, Nepal afronta una escasez desesperada de oxígeno, respiradores y otro equipo fundamental.

«Las necesidades básicas de los hospitales, las necesidades básicas de los trabajadores sanitarios no pueden abordarse ahora mismo dentro del país», dijo Samir Adhikari, portavoz del Ministerio de Sanidad y Población. Describiendo el sistema sanitario nepalí como «paralizado», dijo que «ahora mismo, las autoridades sanitarias están desamparadas».

Actualmente, Nepal solo tiene 1127 camas de UCI, 1555 unidades de alta dependencia (adyacentes a los cuidados intensivos) y 453 respiradores para sus 29 millones de habitantes, menos de las que hay per cápita en la India. El país carece de recursos para producir su propio oxígeno y no ha recibido cargamentos de oxígeno durante más de dos semanas debido a los cierres fronterizos y la crisis en la India. Algunos hospitales son incapaces de utilizar sus camas insuficientes debido a la escasez de oxígeno.

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    Un paramédico nepalí mueve un cilindro de oxígeno vacío mientras un paciente de COVID-19 yace en una cama frente a la sala de urgencias de un hospital gubernamental en Katmandú. Los médicos de Nepal advirtieron de la crisis a medida que los hospitales se quedaban sin camas ni oxígeno.

    Fotografía de Niranjan Shrestha, AP Images

    «Comparada con la India, nuestra situación actual es mucho peor», dijo Roshan Pokhrel, especialista jefe del Ministerio de Sanidad y Población de Nepal. «Nuestro sistema sanitario se ha derrumbado. No podemos aceptar más casos».

    Con todo, hay muchos más casos que aceptar. El número de casos diario está creciendo y el martes alcanzó un récord de 9483. Las autoridades afirman que las cifras no representan la actual tasa de infección.

    «La mayoría de la gente no quiere hacerse la prueba porque sabe que no hay camas disponibles», contó Bishwo Shrestha, asesor principal del equipo de gestión de la COVID-19 en el Hospital Star de Katmandú, donde las personas esperaron más de seis horas en salas de espera hacinadas el pasado martes para hacerse pruebas PCR.

    «Cada familia que conozco ha dado positivo en COVID», dijo otro médico, una estimación basada en los síntomas que le han contado, no en los resultados de las pruebas.

    La proporción de pruebas que dan positivo ha seguido creciendo y ahora se sitúa en un 50 por ciento a nivel nacional, más del doble que en la India. Ante la indisponibilidad de la atención médica incluso para aquellos que más la necesitan, es probable que las pruebas se estanquen y que el número de casos positivos subestime enormemente la cifra real de nepalíes con COVID-19.

    Las cepas se propagan rápidamente

    En Katmandú, donde se registran las mayores tasas de infección y mortalidad, los pasillos y los jardines de los hospitales están convirtiéndose en salas de urgencias. Por teléfono, los médicos dicen a personas desesperadas que se queden en casa.

    «Todas las camas están ocupadas», afirma Bastola. «Todas las salas de urgencia están llenas. Recibo muchas llamadas sobre camas en la UCI. Mi respuesta es que no nos queda ninguna».

    «Esta es una situación similar a una guerra», dijo Shrestha, que ahora recibe 300 llamadas al día de personas que buscan en vano camas de hospital. «Un especialista en radiología me llamó desesperado porque buscaba una cama para su hermana. La hermana murió en la ambulancia. Y dice que su hermana murió en la ambulancia porque yo no cogí el teléfono. Así es la situación».

    Las autoridades sanitarias y los médicos atribuyen la gravedad de esta segunda ola, en parte, a la levedad de la primera. Nepal impuso una cuarentena estricta de cuatro meses la pasada primavera y verano; aunque menos de 2000 nepalíes fallecieron por el virus en 2020, los costes económicos del confinamiento fueron devastadores.

    «A menudo pienso que moriré de hambre antes de que me mate el coronavirus», contó un porteador de montaña desempleado al New York Times en noviembre.

    «La experiencia de la anterior ola generó rumores de que los trabajadores sanitarios estaban dando una falsa alarma y que la situación no era tan mala», dijo Adhikari.

    Desde la última ola —que alcanzó su pico entre mediados de septiembre y mediados de diciembre—, la precaución del público ha quedado reducida a mínimos peligrosos, según médicos y autoridades sanitarias. A mediados de abril, cuando repuntaban los casos en la India, los exrreyes de Nepal —el rey Gyanendra y la reina Komal—, así como más de 50 000 peregrinos nepalíes viajaron a Haridwar, en el norte de la India, para el kumbh mela, una fiesta hindú que atrae a millones de personas. Mientras estaban allí, el rey y la reina contrajeron la COVID-19.

    «Cuando volvieron a casa, trajeron el virus con ellos», contó un funcionario.

    Con la mascarilla puesta, la gente espera el autobús en Katmandú. Los nepalíes que trabajaban en la India huyeron del brote del país, pero acabaron trayendo una ola de infecciones de COVID-19 a Nepal.

    Fotografía de Sulav Shrestha, Xinhua/Getty Images

    Los expertos sanitarios afirman que las cepas del virus que ahora se propagan por Nepal parecen ser mucho más contagiosas y letales que las de la última ola. Aunque Nepal carece de capacidades de secuenciación frecuentes, se ha detectado la cepa B.1.1.7. del Reino Unido y las autoridades están seguras de que la cepa B.1.617 —que el lunes fue clasificada por la Organización Mundial de la Salud como una «variante global preocupante»— también ha llegado desde la India.

    «En un principio, lo que habíamos visto eran uno o dos familiares contagiados», contó Pokhrel refiriéndose a la pasada ola. «Pero ahora el virus infecta a todos los miembros de una familia y deja indemnes solo a uno o dos».

    Los médicos también informan más infecciones entre pacientes jóvenes y sanos que durante la ola anterior. Aunque la mayoría de los trabajadores sanitarios de Nepal han sido vacunados, muchos temen enfermar y morir sin atención médica.

    «Siempre estás expuesto», dijo Nil, médico que nos pidió que no reveláramos su nombre completo para que su familia no se preocupara. «Tienes tanto miedo si toses una sola vez. Quizá no me despierte mañana. Quizá me pase algo por la noche».

    Al borde del desastre

    Hasta la fecha, el valle de Katmandú —ubicación de la capital y el aeropuerto internacional de Nepal— ha sido el más afectado, pero las autoridades sanitarias temen que el virus se propague a las zonas rurales, donde los recursos médicos y los centros de pruebas escasean más que en la capital.

    Ahora, Nepal está al borde de un desastre sin precedentes que solo puede mitigarse con ayuda externa, según médicos y autoridades sanitarias.

    «El número de casos de COVID está aumentando», dijo Bastola. «La mortalidad aumentará debido a la indisponibilidad de camas en la UCI y respiradores. No tenemos ni idea de a dónde enviar a los pacientes ni qué hacer».

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      Una familiar llora junto a los cuerpos de víctimas de la COVID-19 en un crematorio cerca del templo sagrado de Pashupatinath en Katmandú.

      Fotografía de Niranjan Shrestha, AP Images

      «Las personas que se hicieron la prueba ayer empeorarán en casi una semana», dijo Adhikari. «Y tras una semana, si carecemos de la capacidad para gestionar el empeoramiento de los casos, estas personas no recibirán ayuda de ningún hospital ni de los sanitarios. Eso significa que morirán».

      Los médicos y las autoridades afirman que los próximos pasos incluirán solicitar cargamentos de oxígeno y respiradores, ayudas económicas para financiar la sanidad y el desarrollo de un sistema de telecomunicaciones para permitir que los sanitarios den recomendaciones a quienes estén cuidando de familiares enfermos en casa.

      El lunes, el Ministerio de Sanidad y Población presentó una solicitud a sus socios internacionales para siete plantas de generación de oxígeno, 900 respiradores y 300 tiendas de cribado y hospitalarias, junto con otro equipo médico fundamental. También solicitaron el envío de 7000 bolsas para cadáveres en los próximos 15 días.

      «En Nepal se está librando una batalla», dijo Bastola. «Se necesita colaboración internacional ahora».

      Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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