La COVID-19 ya ha dejado al menos 5 millones de muertos en todo el mundo

La cifra de muertes de la pandemia registra un nuevo hito entre los avisos de la comunidad científica: el número de fallecidos y de daños colaterales en todo el mundo seguirá subiendo si la población no acepta las vacunas.

Por Amy McKeever
Publicado 2 nov 2021, 18:01 CET
Tumbas en el cementerio público de Rorotan

Hileras de tumbas recién excavadas llenan el cementerio público de Rorotan en Cilincing, Yakarta Septentrional. Aunque originalmente se diseñó para albergar 7200 cuerpos cuando se abrió en marzo de este año, la ciudad planea añadir casi 10 hectáreas para acomodar más restos humanos a medida que el país afronta una cifra récord de muertes por COVID-19.

Fotografía de Muhammad Fadli, National Geographic

El COVID-19 ha matado ya a más de cinco millones de personas en todo el mundo (87.368 de ellas en España, con más de cinco millones de casos registrados). Se trata del enésimo hito sombrío dentro de un flujo de récords y registros que parece no tener fin. En muchos países, incluido Estados Unidos, el COVID-19 es ahora una de las principales causas de muerte, junto con las enfermedades cardíacas y los accidentes cerebrovasculares. Sin embargo, los expertos afirman que el verdadero número de víctimas de la pandemia es probablemente mucho mayor.

"Es muy posible que el número de muertes sea el doble de lo que vemos", afirma Amber D'Souza, profesora de epidemiología de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de Johns Hopkins, en Estados Unindos. "Pero cinco millones es una cifra tan asombrosa por sí sola. Ningún país ha podido escapar de la enfermedad".

D'Souza y otros expertos señalan que el recuento oficial mundial solo recoge los casos confirmados en cada país, y que las normas para notificar las muertes varían mucho. Algunos países carecen de los exigentes protocolos de pruebas necesarios para diagnosticar los casos, mientras que otros pueden no contabilizar a las personas que murieron debido a las complicaciones derivadas del COVID-19. En muchos lugares, además, las personas mueren en casa porque no pueden recibir atención médica y, por lo tanto, no se cuentan en el recuento oficial de muertes.

El recuento oficial tampoco tiene en cuenta los enormes daños colaterales del COVID-19. En todo el mundo, los enfermos se han abstenido de buscar atención médica por miedo a infectarse y los países han desviado recursos de otras prioridades sanitarias críticas. Por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud afirma que las muertes por tuberculosis han aumentado por primera vez en una década.

Y aunque las tasas de mortalidad están disminuyendo tras el aumento impulsado por la variante Delta, estas siguen siendo asombrosamente altas y probablemente seguirán subiendo.

"Decenas de miles de estadounidenses murieron solo en el último mes", dice D'Souza, añadiendo que esto es un recordatorio de cuántas personas siguen perdiendo la vida casi dos años después del inicio de la pandemia, a pesar de la disponibilidad de vacunas muy eficaces en los Estados Unidos. Gran parte del resto del mundo sigue sin vacunar, y es vulnerable, señala.

Quién está muriendo, dónde y por qué

Los datos de mortalidad mundial muestran que en América y Europa se han visto especialmente afectadas por la pandemia. Perú tiene la tasa de mortalidad por COVID-19 más alta del mundo, con 615 muertes por cada 100.000 personas. Bosnia Herzegovina, Macedonia del Norte, Montenegro, Bulgaria y Hungría les siguen con las tasas de mortalidad más altas, con más de 300 muertes por cada 100.000 personas en cada uno de estos países.

Estados Unidos es el país con más muertes en total, con más de 741.000 vidas perdidas desde el comienzo de la pandemia, seguido de Brasil (más de 600.000 muertes) e India (más de 450.000 muertes). Otros países ocupan un lugar destacado tanto en lo que respecta a las muertes totales como a la tasa de mortalidad, entre ellos México, el Reino Unido, Italia y Colombia.

Rebecca Martin, vicepresidenta de salud mundial y directora del Instituto de Salud Mundial de la Universidad de Emory, en Estados Unidos, afirma que gran parte de la devastación en EE.UU. y partes de Europa se debe a que sus poblaciones tienden a ser más viejas y a tener más afecciones subyacentes -diabetes e hipertensión arterial- que hacen que la COVID-19 sea especialmente mortal. Los científicos han llegado a comprender que la edad es un factor de riesgo especialmente importante para que la enfermedad sea grave.

Sin embargo, Martin señala que en muchos países de renta baja y media con poblaciones más jóvenes también se están produciendo oleadas de muertes debido a la debilidad de los sistemas sanitarios, que dificultan el acceso de los enfermos a las terapias que podrían salvarles la vida. Este es el caso, en particular, de algunos países africanos como Esuatini, antes conocido como Suazilandia, donde muchas personas que viven en zonas rurales no tienen acceso a los centros de salud, y donde los centros de salud que existen pueden no tener un acceso adecuado al oxígeno

Y no son solo las desigualdades de los sistemas sanitarios las que provocan las muertes. En muchos países se han observado grandes disparidades raciales y socioeconómicas en las muertes por COVID-19. Christopher Mores, profesor de la Escuela de Salud Pública del Instituto Milken de la Universidad George Washington, en Estados Unidos, afirma que la pobreza ha hecho imposible que muchas personas de comunidades marginadas se puedan proteger del virus. Algunos todavía tienen que desplazarse al trabajo para mantener a sus familias, mientras que otros pueden no tener acceso al agua corriente necesaria para disponer de una buena higiene.

"Es simplemente desgarrador ver lo mucho que les ha afectado", dice. "No son capaces de quedarse en casa".

Los investigadores siguen tratando de entender por qué algunas regiones, como el África subsahariana, han visto comparativamente menos muertes por COVID-19. Martin señala que muchos países africanos tienen una población relativamente joven, pero podrían entrar en juego otros factores, desde el clima más cálido hasta la posibilidad de que la exposición anterior a otras enfermedades infecciosas pueda proporcionar una inmunidad cruzada. Sin embargo, dice, también podría ser simplemente que las muertes por COVID-19 no estén siendo diagnosticadas ni notificadas

Daños colaterales

La COVID-19 también se ha cobrado vidas de forma indirecta. Muchos de los excesos de muertes en el mundo -el número de fallecimientos por encima del nivel que normalmente se espera cada año- se deben a condiciones médicas que no pudieron prevenirse, diagnosticarse o tratarse debido a COVID-19.

"Muchos sistemas sanitarios se encuentran saturados en todo el mundo", afirma D'Souza. Incluso en las comunidades en las que no hay escasez de tanques de oxígeno o de camas en la UCI, los proveedores de atención sanitaria de todo el mundo se enfrentan a la escasez de personal debido a la carga física y mental que la pandemia ha supuesto para el personal sanitario.

La pandemia ha interrumpido los esfuerzos para proporcionar atención preventiva para enfermedades como la tuberculosis, así como otras enfermedades transmisibles como la malaria, el sarampión y el ébola. La OMS dice que en el caso de la tuberculosis, la pandemia "ha revertido años de progreso mundial". En octubre, la organización informó de que las muertes por tuberculosis han aumentado por primera vez en más de una década hasta aproximadamente 1,5 millones, a la par que los niveles observados en 2017. Los diagnósticos de tuberculosis también se redujeron en un 18% en 2020, volviendo a un nivel visto por última vez en 2012.

Las personas enfermas han sido desalentadas de buscar atención por temor a una infección de COVID-19, y cuando buscan atención, dice D'Souza, pueden no recibir el tratamiento adecuado.

Además, la COVID-19 está causando estragos en las familias y las comunidades. Aunque cada muerte es una pérdida enorme, Martin destaca unos nuevos datos particularmente estremecedores que muestran que se ha producido un aumento de niños que han quedado huérfanos durante la pandemia. Un estudio publicado en julio en The Lancet estima que 862.365 niños de 21 países han quedado huérfanos o han perdido a un abuelo custodio debido a la COVID-19. Sudáfrica, Perú y Estados Unidos son los países con mayores cifras de nuevos niños huérfanos.

¿Y ahora qué?

El despliegue de vacunas altamente efectivas suscitó a principios de año la esperanza de que el mundo pudiera por fin frenar el aumento de muertes por COVID-19. Ya se han administrado casi siete mil millones de dosis de vacunas en todo el mundo. Pero las tasas de vacunación siguen siendo extremadamente bajas en algunos países, debido tanto a la desigualdad como a la resistencia a las vacunas.

Los países africanos han tenido especiales dificultades para conseguir las vacunas contra el COVID-19. Como resultado, solo el 8% de las personas en todo el continente han recibido al menos una dosis. Entretanto, las tasas de vacunación también son bajas en Europa central y oriental, donde las campañas de desinformación han sembrado la duda sobre las vacunas.

Mores afirma que la baja tasa de vacunación podría ser especialmente preocupante para países de mucha población como la India, donde solo un 22% de la población está totalmente vacunada. A pesar de su devastador aumento a principios de este año, las tasas de casos y muertes en la India siguen siendo sorprendentemente bajas. Aunque el recuento de casos es ciertamente importante, Mores dice que también sugiere que hay muchas personas en la India que no tienen ninguna inmunidad ni por las vacunas ni por la infección anterior, y que el virus acabará encontrándolas.

Y no está claro cómo las vacunas alterarán el curso de la pandemia incluso en los países altamente vacunados. Mucho dependerá de si surgen nuevas variantes y de si los países siguen aplicando medidas de salud pública como el uso de mascarillas y el distanciamiento social.

"Tengo la esperanza de que las oleadas que veamos este invierno tengan menos muertes que las que hemos visto en el pasado", dice D'Souza. "Pero eso no es una garantía". Explica que eso se debe a que el virus seguirá circulando entre los millones de personas que siguen siendo susceptibles en EE.UU. y miles de millones de personas en todo el mundo.

La variante Delta ha demostrado ser una amenaza particular, dice Martin, explicando que es más transmisible y, por lo tanto, más eficiente para infectar a personas nuevas y vulnerables. Pero aunque las vacunas existentes son eficaces contra la variante Delta, a ella y a otros expertos les preocupa que, si los países no pueden aumentar sus tasas de vacunación, pueda acabar surgiendo una variante peor que la Delta que evada las vacunas por completo.

"El objetivo del virus es sobrevivir", dice Martin. "Si no conseguimos que todo el mundo se vacune, la pandemia no terminará nunca porque habrá más y más variantes".

Hay formas de ayudar a proteger a la gente. Una comunicación clara sobre las razones para mantener las medidas de salud pública, como el uso de mascarillas, es clave para luchar contra la desinformación, dice Martin. En lugares donde la confianza en el gobierno es baja, dice que este mensaje podría ser mejor recibido si proviene de una fuente que se haya ganado la confianza del público.

A nivel mundial, Martin afirma que los países deben compartir datos en tiempo real para que los funcionarios de salud pública puedan adelantarse a la próxima pandemia antes de que ocurra. Los intentos de algunos países de hacer frente a un virus altamente transmisible que no conoce fronteras por su cuenta, sin una colaboración tan sólida, fue uno de los errores de la respuesta inicial a la pandemia, dice Mores.

También necesitamos más empatía. Con cada nuevo hito, dice Mores, es importante encontrar formas de sentir las pérdidas de personas que fueron padres, amigos y compañeros de trabajo. "Es importante no dejar que se conviertan en meras cifras cada vez más frías", dice. "Hay que recordarlos como las personas que hemos perdido".

D'Souza está de acuerdo. "Recuerdo que me sorprendió que hubieran muerto 100.000 estadounidenses", dice. "Y pensar que casi 50.000 personas en Estados Unidos murieron a causa de la COVID solo el mes pasado, demuestra lo insensibles que nos hemos vuelto a las cifras".

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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