Hallado un tesoro "perdido" de fósiles después de 70 años de misterio

Los recuerdos de la infancia de un terrateniente del sur de Brasil llevaron a los científicos hasta los restos de un humedal prehistórico que prosperó antes de una gran extinción masiva.

Por Jill Langlois
Publicado 27 jul 2022, 14:31 CEST
Uno de los cientos de fósiles descubiertos en un yacimiento de Dom Pedrito, Rio Grande do ...

Uno de los cientos de fósiles descubiertos en un yacimiento de Dom Pedrito, Rio Grande do Sul (Brasil), donde hace 260 millones de años prosperaba un ecosistema de humedales.

Fotografía de Ferraz et al., 2021

En 1951, dos hombres llegaron a Dom Pedrito, una ciudad del sur de Brasil, para realizar una cartografía geológica de la pampa. Allí encontraron una colina rocosa repleta de restos de un ecosistema de humedales que existió hace unos 260 millones de años.

Durante el Pérmico, cuando la mayor parte de la masa terrestre aún estaba unida al supercontinente Pangea, esta parte de lo que hoy es Brasil estaba cubierta de plantas vasculares como colas de caballo y helechos, y una masa de agua cercana contenía diversas criaturas acuáticas. Este ecosistema existía poco antes de que una extinción masiva asestara un duro golpe a la vida en la Tierra y preparara el terreno para el surgimiento de los dinosaurios, lo que convierte al yacimiento fósil en un importante hallazgo paleontológico.

Pero los investigadores no dejaron una descripción de la ubicación exacta del extraordinario yacimiento que habían desenterrado, una parcela de 12 000 metros cuadrados entre alrededor de 1,8 kilómetros cuadrados de terreno. Así que, con el paso del tiempo, y la sustitución de los caminos de tierra que habían seguido hace décadas por carreteras asfaltadas que trazaban rutas diferentes, el yacimiento se perdió para la ciencia.

Fotografías del afloramiento de Cerro Chato en Dom Pedrito, donde aparecen fósiles en la superficie. La imagen de la izquierda fue tomada en 1951, publicada por los primeros investigadores que estudiaron el yacimiento. La imagen de la derecha fue tomada tras el redescubrimiento del yacimiento.

Fotografía de Courtesy of Ferraz et al.

Hasta ahora. En un artículo publicado a principios de este año, los paleontólogos brasileños anunciaron que el yacimiento de Dom Pedrito ha sido redescubierto por fin. Los investigadores que están excavando el yacimiento dicen que hasta ahora han identificado al menos seis o siete especies de plantas, una de moluscos y dos de peces; algunas de las criaturas ya son conocidas por los expertos, y otras podrían ser nuevas.

"Hemos recogido cientos y cientos de fósiles", dice el coautor del estudio, Felipe Pinheiro, paleontólogo de la Universidad Federal de Pampa. "Es absolutamente sorprendente. Va más allá de lo que he visto nunca. Hay tanto allí que sería imposible recogerlos todos. Los fósiles que ya hemos encontrado tardarán décadas en ser estudiados".

Este espectacular yacimiento podría haber permanecido en la oscuridad si no fuera por la curiosidad infantil de Celestino Goulart y su deseo de saber más sobre lo que se desenterró en las tierras de su familia hace más de 70 años.

A través de los ojos de un niño

Cuando Goulart era un niño, quedó fascinado por la roca que estaba sobre el mantel de su abuelo. En su superficie había un pez, o el fósil de uno, como comprendería al crecer.

Como era un niño curioso, descubrió que el fósil procedía de su propio patio trasero, a las afueras de Dom Pedrito, en el estado brasileño de Rio Grande do Sul. Tenía 10 años cuando salió a buscar más rocas curiosas, recorriendo las colinas de la propiedad de su familia con su madre.

Resulta que no eran difíciles de encontrar. "Las rocas que encontramos estaban aflorando", dice Goulart, que ahora tiene 55 años. Tras periodos de sequía, la lluvia había arrastrado los sedimentos y dejado al descubierto los fósiles. "Prácticamente brotaron".

Algunos de estos fósiles revelaban peces más antiguos, mientras que otros conservaban huellas detalladas de las conchas de los moluscos. Pero la mayoría albergaba fósiles de plantas, algunos tan bien conservados que Goulart dice que podía ver las venas individuales extendidas como dedos de una mano abierta a través de cada hoja.

En 2019, Goulart pidió ayuda a la ciudad para preservar los fósiles de su propiedad. La paleobotánica Margot Guerra Sommer y el geólogo Rualdo Menegat, ambos de la Universidad Federal de Río Grande do Sul, fueron enviados a la zona para conocer mejor lo que había allí.

Sommer y Menegat habían oído hablar de un yacimiento en esa región descrito en la década de 1950, supuestamente rico en fósiles vegetales. Cuando estudiaron la topografía y los tipos de fósiles de la propiedad de Goulart, empezaron a sospechar que se trataba del yacimiento perdido, pero necesitaban confirmación.

Los dos investigadores se pusieron en contacto con Pinheiro, que dirigió un equipo para recoger fósiles en la zona. En su primer viaje al lugar, Pinheiro encontró docenas. Como experto en vertebrados, sabía que necesitaba ayuda con la vida vegetal conservada, así que llamó a Josilene Manfroi, paleobotánica de la Universidad Vale do Taquari, y empezaron a ir al lugar cada dos meses.

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    Plantas fósiles recogidas en el yacimiento de Dom Pedrito.

    Fotografía de Courtesy of Ferraz et al.

    Desenterrando las pruebas

    A medida que los investigadores empezaron a documentar los fósiles, crecieron sus sospechas de que se trataba del mismo yacimiento que se había descrito a principios de la década de 1950. Pero no fue hasta 2021 cuando Joseane Salau Ferraz, una de las estudiantes de máster en ciencias biológicas de Pinheiro, descubrió un vínculo.

    Estaba escarbando en un repositorio de antiguas revistas científicas en línea, con la tarea de buscar cualquier referencia existente a un yacimiento de fósiles en un terreno perteneciente a una familia llamada Goulart. Ferraz no esperaba encontrar mucho, pero escondido entre los trabajos científicos de décadas pasadas, en un anuario de la Academia Brasileña de Ciencias, había un artículo de seis páginas de 1951, escrito por Emmanoel A. Martins y Mariano Sena Sobrinho.

    En él, los dos investigadores describen un sitio en las afueras de la ciudad de Dom Pedrito conocido como Cerro Chato, que en portugués significa "colina plana". En ese lugar había un "afloramiento fosilífero recientemente descubierto... que presenta condiciones muy favorables para la observación estratigráfica y contiene fósiles bien conservados". El documento mencionaba una amplia zona llena de vegetación fosilizada.

    Cuando se dio cuenta de lo que estaba viendo, Ferraz llamó enseguida a Pinheiro. "Fue una gran sorpresa", dice. "Confirmó todo lo que creíamos saber hasta ese momento".

    Con el apoyo de la ciudad de Dom Pedrito y de las universidades locales, los investigadores empezaron a excavar, retirando lentamente capas de roca de la colina con una motosierra y una retroexcavadora. A medida que se iba retirando cada nivel, el equipo se adentraba con martillos y cepillos para realizar el trabajo más delicado de extraer los fósiles de la roca.

    Hasta ahora, han excavado unos dos metros en el suelo, descubriendo niveles inferiores con más material fósil que los que están más cerca de la superficie, incluyendo más peces y moluscos, escamas individuales y una gran cantidad de plantas antiguas.

    Con la financiación del Gobierno, los investigadores planean continuar las excavaciones en Cerro Chato durante los próximos tres años. Mientras tanto, Ferraz ha comenzado a analizar lo que ya han traído como parte de su tesis de maestría.

    La vegetación fósil ha sido desenterrada en su mayoría en trozos, con al menos una planta entera. Entre los hallazgos hay tallos y racimos de semillas de coníferas, que se recuperaron rápidamente de la extinción masiva y proliferaron después. También se conservaron varias pteridofitas (plantas vasculares que dispersan esporas en lugar de producir flores o semillas) como helechos, colas de caballo y licófitas. El subgrupo de las licófitas, hoy dominado por especies que sólo alcanzan 30 centímetros de altura, incluía plantas que podían crecer hasta unos 30 metros durante el Pérmico.

    Para Ferraz, los helechos son los que más impresión han dejado. "Están tan bien conservados que incluso se pueden ver las venas de sus hojas, lo que es algo excepcional para esta región", dice.

    Un helecho en particular está ayudando a Ferraz a aprender más sobre cómo estas plantas se extendieron por el paisaje hace cientos de millones de años. Pertenece al género Pecopteris y es el primero de su clase encontrado en Rio Grande do Sul, representando posiblemente una especie totalmente nueva.

    "Esto es realmente importante", dice Ferraz, "porque ahora podremos entender mejor la distribución de estas plantas que vivieron durante el Pérmico".

    Mientras que el Pérmico ha sido bien documentado en lugares como América del Norte, Sudáfrica, China y Rusia, todavía no ha sido estudiado exhaustivamente en América del Sur. Con estos fósiles recién descubiertos, el equipo de investigadores espera comprender mejor los factores que contribuyeron al mayor evento de extinción de la historia de la Tierra.

    El Pérmico terminó cuando más del 90% de las especies fueron eliminadas tras una serie de enormes erupciones volcánicas en lo que hoy es Siberia. Este periodo de calentamiento desbocado es especialmente importante para los científicos que intentan comprender la amenaza de una sexta gran extinción en la actualidad.

    "Aunque lo que estamos viviendo ahora es resultado del comportamiento humano, los mecanismos de extinción son muy similares a los que ocurrieron durante el periodo pérmico", afirma Pinheiro. "Estamos interfiriendo en los mismos ciclos biogeoquímicos (el ciclo del carbono, el ciclo del nitrógeno) que durante el Pérmico, por factores naturales, causaron la muerte de casi el 90% de las especies. Así que cuando estudiamos esta extinción, estamos estudiando el presente".

    Goulart espera que la abundancia de fósiles sirva también para enseñar a quienes visitan Rio Grande do Sul la importancia de este tipo de yacimientos paleontológicos. Ya está estudiando cómo convertir el Cerro Chato en un lugar de turismo cultural y educativo para preservar lo que aún queda bajo tierra.

    "Cuando éramos niños, teníamos algunos juguetes relacionados con este tipo de cosas, como la mayoría de los niños", dice Goulart, uno de siete hermanos. "Pero nunca imaginamos entonces que delante de nuestras narices, en nuestro propio patio trasero, teníamos el auténtico".

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    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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