¿Cómo contribuyó la peor extinción en masa de la Tierra al auge de los dinosaurios?

Los antepasados directos de los dinosaurios eran pequeños y poseían rasgos que, en última instancia, les proporcionaron una gran ventaja evolutiva.

Por Riley Black
Publicado 14 sept 2020, 12:30 CEST

El Kongonaphon, que tenía el tamaño aproximado de una rata, era un reptil del Triásico que vivía en el actual Madagascar. El animal era una criatura ágil y su cuerpo podría haber estado cubierto de una capa de pelo, características que probablemente transmitió a sus descendientes, los dinosaurios, y que los ayudaron a sobrevivir en el Jurásico.

Fotografía de Alex Boersma

Los dinosaurios, los «lagartos terribles» que dominaron el planeta durante 150 millones de años, son muy conocidos por la forma en que murieron. El asteroide que erradicó a la mayor parte de los dinosaurios hace 66 millones de años se ha convertido en una fuente de fascinación infinita.

Pero resulta que los dinosaurios saltaron a la fama gracias a la peor crisis en la historia de la vida en la Tierra. Hace unos 252 millones de años, la actividad volcánica intensa expulsó toneladas de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera, y el calor prendió los yacimientos de carbón, que expulsaron más ceniza y partículas al aire. Esta catástrofe bloqueó la luz solar, acidificó los océanos, instigó el calentamiento global e incluso redujo los niveles de oxígeno en el aire y el agua. Día tras día, durante casi un millón de años, los organismos perecieron, ya que casi ningún hábitat se salvó del desastre conocido como extinción en masa del Pérmico-Triásico.

Cuando finalizó el cataclismo, el mundo había cambiado para siempre, sentando las bases para el comienzo de la Era de los Reptiles. Pruebas emergentes basadas en una serie de nuevos hallazgos fósiles y técnicas analíticas más avanzadas han empezado a esclarecer cómo los antepasados de los dinosaurios y otros reptiles superaron a los protomamíferos y lograron la conquista ecológica.

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Antes de la extinción del Pérmico-Triásico, los parientes antiguos de los mamíferos prosperaban en tierra. Los hábitats prehistóricos estaban plagados de unos extraños animales denominados sinápsidos, protomamíferos como depredadores apicales, herbívoros corpulentos e insectívoros mansos que ocupaban casi todos los nichos ecológicos. Durante la extinción, muchos sinápsidos figuraron entre el 70 por ciento de las especies terrestres conocidas que desaparecieron.

«Los científicos no saben por qué los sinápsidos sufrieron un golpe tan fuerte tras la extinción en masa del Pérmico-Triásico», afirma Jennifer Botha, del Museo Nacional de Bloemfontein en Sudáfrica.

Eran criaturas pequeñas que en un principio pasaron desapercibidas para los paleontólogos y que solían encontrarse en rocas que, históricamente, se han ignorado, pero ahora han empezado a ocupar un lugar más destacado. Antes de la extinción en masa, estos animales se vieron obligados a desarrollar una serie de características evolutivas únicas para permanecer con vida. En el mundo postapocalíptico, estas características los ayudarían a conquistar el planeta.

Un soplo de vida

El cambio de un mundo poblado por protomamíferos a otro dominado por reptiles no ocurrió de la noche a la mañana.

«No hubo un momento único durante este periodo en el que los reptiles remplazaran rápidamente a los grupos preexistentes tras la gran catástrofe», explica Adam Pritchard, paleontólogo del Museo de Historia Natural de Virginia. Los arcosaurios —los «reptiles dominantes» de los que descenderían los dinosaurios— no se volvieron dominantes hasta que transcurrieron de cinco a diez millones de años en el Triásico. Y el dinosaurio más antiguo documentado por los paleontólogos, el Nyasasaurus de 243 millones de años, era un omnívoro larguirucho del tamaño aproximado de un pastor alemán que probablemente se alimentaba más frecuentemente de insectos y helechos que de carne.

Los paleontólogos llevan años debatiendo por qué estos reptiles aventajaron a los protomamíferos supervivientes durante el Triásico. La mayoría de los científicos citan su postura y movimiento verticales, que les permitían desplazarse más rápido que sus predecesores, así como la probable sangre caliente, que los ayudaba a mantenerse activos sin depender del calor ambiental del sol o de los pantanos para calentar el cuerpo, según señala Max Langer, paleontólogo de la Universidad de São Paulo.

Incluso la forma en que respiraban estos reptiles del Triásico era ventajosa. Los pulmones de los antepasados de los mamíferos se movían durante la inhalación y la exhalación, explica Emma Schachner, paleontóloga del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad del Estado de Luisiana en Nueva Orleans. Todo el pulmón participaba en la respiración, lo que podía suponer una ventaja cuando había suficiente oxígeno en el aire, pero «si el O2 desciende, puede ser problemático», afirma Schachner. Debido a su anatomía pulmonar, en los protomamíferos el aire pasaba por una membrana, lo que dificultó la respiración de los animales tras el desplome de los niveles de oxígeno.

Por su parte, los reptiles —incluidos los ancestros de los dinosaurios— respiraban de otra forma: una parte del pulmón bombeaba, mientras que la otra parte absorbía oxígeno, apunta Schachner. Esta configuración anatómica ha permitido que los reptiles —y también especies actuales como serpientes y aves— respiren de forma más eficaz a altitudes elevadas o en condiciones de poco oxígeno.

Botha afirma que «es posible que los arcosaurios tuvieran sistemas de respiración superiores comparados con los sinápsidos», sobre todo porque los protomamíferos aún no habían desarrollado el diafragma que ayuda a los mamíferos modernos a llenar los pulmones. Por consiguiente, los reptiles estaban mejor preparados para soportar los cambios atmosféricos que se produjeron a lo largo de millones de años tras el evento de extinción. Schachner señala que la caída de los niveles de oxígeno habría puesto a los protomamíferos en una situación de desventaja y no habría frenado apenas a los reptiles.

Los reptiles supervivientes se toparon con entornos donde había desaparecido gran parte de la competencia. A partir de ahí, proliferaron y ocuparon una mayor variedad de nichos ecológicos, lo que impidió que los protomamíferos supervivientes se aprovecharan de dichos hábitats.

Durante la mayor parte del Triásico, los arcosaurios y otros reptiles fueron los vertebrados dominantes en tierra. Y eran extraños. «Estos animales tenían una gama ridícula de adaptaciones anatómicas que no se suelen asociar a sus descendentes cocodrilianos, como los picos, las velas y las pezuñas», afirma Schachner.

Los dinosaurios «fueron solo uno entre una multitud de grupos de reptiles extraños y asombrosos del Triásico», afirma Pritchard. Muchas de estas criaturas no se parecían a nada que siga vivo hoy en día. Los drepanosaurios —un grupo de reptiles que son parientes lejanos de los arcosaurios— se aferraban a las ramas con manos parecidas a tenazas, el hocico se parecía a un pico y tenían una garra en la punta de la cola. «Algunos drepanosaurios tenían garras enormes en las manos que eran más grandes que cualquier otro hueso del brazo», afirma Pritchard.

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    El aligátor americano (Alligator mississippiensis) es un arcosaurio vivo descendiente de reptiles antiguos.

    Fotografía de Andy Mann, Nat Geo Image Collection

    Otros reptiles del Triásico fueron un presagio de los cocodrilos y caimanes actuales. Algunos parientes antiguos de los cocodrilos se convirtieron en un conjunto aterrador de carnívoros con dientes recurvados —que apuntaban hacia atrás para impedir que las presas escaparan— y cráneos profundos que hacían que parecieran parientes en miniatura del dinosaurio depredador Allosaurus.

    Pero entre la maleza, los parientes reptilianos más pequeños empezaban a forjar una nueva forma de vida.

    Las ventajas de ser pequeños

    Los precursores de los dinosaurios eran criaturas diminutas, por eso es difícil hallar restos de estos reptiles. Los huesos pequeños y frágiles son menos propensos a entrar en el registro fósil que los esqueletos grandes y pesados, e históricamente los paleontólogos se han centrado en descubrir animales gigantescos e impresionantes. Con todo, los hallazgos recientes están ayudando a concretar su historia. Los primeros dinosaurios no eran criaturas voraces que compitieron y vencieron a sus parientes arcosaurios, como solían creer los expertos. En lugar de escalar puestos mediante su ferocidad, tuvieron éxito como oportunistas.

    El Kongonaphon solo medía 10 centímetros de alto en la cadera, es decir, que tenía el tamaño aproximado de una rata. Pero este reptil diminuto de Madagascar está emparentado con algunos de los animales más grandes que han pisado el planeta; de hecho, pertenece al subgrupo de arcosaurios que dio lugar a los dinosaurios y a sus parientes voladores, los pterosaurios. Conocemos al Kongonaphon a partir de unos pocos huesos. Con todo, si se le ubica en el contexto de su familia y en lo que se conoce sobre las formas de vida de ese tamaño, el pequeño reptil posee una importancia descomunal en el auge de los dinosaurios.

    Décadas de descubrimientos han indicado que tanto los pterosaurios como los dinosaurios eran animales activos de sangre caliente. Algunos miembros de ambos grupos tenían el cuerpo cubierto de una capa peluda. Aunque carecemos de evidencias directas de que el Kongonaphon poseyera esos rasgos, «los animales como el Kongonaphon se ilustran con protoplumas, una suposición razonable basándonos en su distribución en animales relacionados», afirma Pritchard.

    De haber sido así, es probable que el Kongonaphon concediera atributos útiles a sus descendientes. Los animales pequeños tienen más dificultades a la hora de regular su temperatura corporal y los cuerpos peludos pueden aportar aislamiento para mitigar las oscilaciones de frío a calor. La pequeñez también viene acompañada de un metabolismo rápido, la necesidad de encontrar una gran cantidad de comida alta en calorías y la capacidad de correr o saltar para atrapar insectos y huir de los depredadores.

    Un animal de 18 centímetros llamado Scleromochlus fue otra criatura diminuta y curiosa que parece haber contribuido. Los paleontólogos han debatido si saltaba más como una rata canguro o como una rana, pero sea como fuere, este animalito parece haber desempeñado un papel fundamental en el origen de los pterosaurios, que tenían una capa peluda como sus pequeños ancestros.

    Habrá que encontrar más fósiles para verificar estas ideas, pero es probable que, con el transcurso del Triásico y a medida que los dinosaurios evolucionaban en un mayor abanico de formas y tamaños, estos transportaran los rasgos ancestrales de sus parientes diminutos, como los cuerpos peludos y las constituciones ágiles. Esta herencia podría haber supuesto la diferencia cuando volvió a producirse una extinción en masa.

    Los dinosaurios ascienden al trono

    El final del Triásico, hace 201 millones de años, se vio marcado por otro repunte de la actividad volcánica. Las repercusiones no fueron tan devastadoras como las de la extinción de finales del Pérmico, pero fueron lo bastante graves para crear un clima global volátil.

    La historia de esta extinción aún está esclareciéndose, pero es posible que los parientes de los cocodrilos y de otros reptiles no soportaran el aumento de la temperatura global y el enfriamiento subsiguiente. Sin embargo, dinosaurios y pterosaurios fueron más capaces de controlar la temperatura corporal gracias a las protoplumas. En este momento, los dinosaurios y los pterosaurios habían evolucionado en grupos diversos y adaptables. Los dinosaurios carnívoros veloces y pequeños convivían con herbívoros cuellilargos gigantescos, y los pterosaurios fueron los primeros vertebrados capaces de volar por el aire.

    Para mediados del Jurásico, hace unos 175 millones de años, los dinosaurios dominaban el mundo. Los grandes depredadores con dientes serrados y recurvados como los Megalosaurus acechaban en los bosques. Los herbívoros bajos y con armadura como el Huayangosaurus se alimentaban de helechos. Y los enormes herbívoros cuellilargos como el Spinophorosaurus se convertirían en unos de los animales terrestres más grandes que han vivido jamás.

    Tras millones de años al margen, los dinosaurios habían prosperado. Y durante su reinado, desempeñaron sin saberlo un papel crucial para constituir a sus sucesores: los mamíferos.

    Un linaje superviviente de protomamíferos dio lugar a una nueva estirpe de criaturas pequeñas que estaban activas durante la noche y no superaban en tamaño a un ratón. Al igual que los antepasados de los dinosaurios, estaban cubiertas de capas peludas, tenían metabolismos rápidos y se alimentaban de insectos. Conforme los ciclos de la vida continuaban, los primeros mamíferos se ganaron la vida en los márgenes del mundo de los dinosaurios hasta que otra extinción en masa —el asteroide de Chicxulub que mató a los «lagartos terribles»— cambió su suerte.

    Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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