Perder peso no necesariamente significa estar más saludable

No hay pruebas que apoyen la idea de que perder peso por sí solo reduzca el riesgo de cardiopatías y cáncer, pero sí pueden hacerlo otros cambios en el estilo de vida.

Por Meryl Davids Landau
Publicado 17 abr 2023, 15:18 CEST
Un policía malasio se seca el sudor de la cara mientras descansa

Un policía malasio se seca el sudor de la cara mientras descansa durante un programa obligatorio de adelgazamiento y puesta en forma.

Fotografía de Manan Vatsyayana, AFP, Getty Images

Si el número que marca tu báscula te clasifica como obeso o con sobrepeso, deberías deshacerte de esos kilos de más para estar más sano, ¿verdad? Es una creencia que muchos tienen, pero que la ciencia no respalda.

La cuestión no es meramente académica. La insatisfacción con el propio peso está tan extendida que los expertos la consideran un problema de salud mental mundial. En España, donde se calcula que una de cada cinco personas se pone a dieta, el 19% de la población probó con algún tipo de regimen en 2019, frente al 14% de tan solo un año antes. 

Según un estudio publicado en febrero, el 30% de las jóvenes de todo el mundo admiten tener creencias y hábitos alimentarios poco saludables. Según informes recientes, los cambios de comportamiento, como el aumento del ejercicio, aportan más beneficios para la salud que la pérdida de peso.

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Las mentiras del peso de las personas y lo que dice la ciencia

"No hay pruebas sólidas que sugieran que tener un peso más elevado conduzca automáticamente a una peor salud o que perderlo conlleve mejoras en la salud", afirma Jeffrey Hunger, profesor adjunto de Psicología en la Universidad Miami (Ohio; Estados Unidos), que en los últimos años revisó las pruebas y concluyó que la política de salud pública debería alejarse de la báscula. "La sociedad tiene la falsa suposición de que un mayor peso corporal equivale a una peor salud", afirma, señalando que éste es el mensaje dominante procedente de los gobiernos, las organizaciones médicas y los medios de comunicación.

Katherine Flegal, científica especializada en nutrición de los CDC y ya jubilada, afirma que la declaración de consenso del Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de EE.UU. (U.S. Preventive Services Task Force), un organismo científico independiente y autorizado, sobre la pérdida de peso es que carece en gran medida de beneficios para la salud. El grupo recomienda intervenciones conductuales intensivas para perder peso en adultos con un índice de masa corporal igual o superior a 30, que es el límite actual de obesidad. Pero su resumen de la investigación afirma que "no hay pruebas" de que la pérdida de peso reduzca las enfermedades cardiovasculares, el cáncer o la mortalidad.

Y no es por falta de intentos. Uno de los mayores estudios sobre la relación entre la pérdida de peso y un menor riesgo de infarto de miocardio, ictus y otras enfermedades cardiovasculares no obtuvo ningún resultado. El ensayo clínico, que duró una década y se llevó a cabo en 16 centros a principios de la década de 2000, fue patrocinado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH, en sus siglas en inglés) e incluyó a más de 5000 personas con diabetes de tipo 2 y sobrepeso. Las personas asignadas al azar a la intervención intensiva de estilo de vida (reducción de calorías y aumento de la actividad física) perdieron algo más de peso: un 6% de grasa corporal frente al 3,5% del grupo de control al final del estudio. Pero la pérdida no se tradujo en menos episodios cardiovasculares.

Por otra parte, dos estudios publicados la semana pasada destacan comportamientos con pruebas sólidas que los relacionan con la mejora de la salud y la longevidad. Uno de ellos relaciona un mayor seguimiento de una dieta saludable basada en plantas con menores tasas de cáncer, enfermedades cardiovasculares y muerte. El otro descubrió que las personas que daban 8000 pasos o más, incluso algunos días a la semana, presentaban una menor mortalidad a 10 años en comparación con quienes no caminaban.

Pero el mensaje de que la pérdida de peso no es el mejor camino hacia la salud es algo que muchos no quieren oír, dice Flegal, señalando que la creencia de que el sobrepeso es "peligroso y terrible" está arraigada en la cultura occidental contemporánea. La propia Flegal fue puesta en la picota hace casi dos décadas después de que un artículo del que fue coautora en los CDC asociara la obesidad (incluida la obesidad extrema) con menos del 5 por ciento del exceso de muertes, muy por debajo de las estimaciones anteriores. Su investigación también asociaba el sobrepeso (pero no la obesidad) con un número de muertes ligeramente inferior al de las personas de peso normal.

Flegal y sus colegas fueron atacados por sus hallazgos, y un artículo del New York Times citó críticas que calificaban la investigación de "profundamente defectuosa", aunque los CDC defendieron las cifras.

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El IMC no es un indicador fiable de la salud

Según algunos expertos, incluso el peso que debe considerarse "normal" exige un examen más detenido. En la actualidad, las personas con un índice de masa corporal de entre 18 y 25 se consideran normales; las que tienen entre 25 y 30, sobrepeso; y las que tienen un IMC de 30 o más, obesas. Según Flegal, estos límites se trazaron de forma un tanto arbitraria a partir de la década de 1980, como en el caso de una iniciativa de los Institutos Nacionales de la Salud que se basaba en el peso medio de las personas de 20 años. Esto se basaba en el supuesto de que los adultos jóvenes representan el ideal, afirma.

Un 16,5% de españoles mayores de 18 años y un 15,5% de mujeres padecen obesidad, según la Encuesta Europea de Salud en España del año 2020. El ejemplo superlativo lo encontramos en EE.UU., país donde el peso medio de sus ciudadanos ha aumentado con los años de forma considerable. En 2000, el 31% de los adultos estadounidenses padecía obesidad, según los NIH. Hoy en día, la cifra ha subido a alrededor del 42% de los estadounidenses. El sistema médico clasifica la obesidad como enfermedad, y menos del 20% de los estadounidenses adultos entran en la categoría de peso normal. Las razones de este aumento no se conocen bien y probablemente incluyan factores genéticos, socioeconómicos y ambientales, así como comportamientos.

A Flegal le preocupa que una persona sentada en su casa pueda cruzar una línea arbitraria y "de repente tenga esta enfermedad", mientras que el diagnóstico de otros trastornos médicos requiere una cuidadosa evaluación médica y, a menudo, análisis de sangre y pruebas de imagen.

Según Hunger, de la Universidad Miami, utilizar el peso como indicador clave de la salud de una persona es perjudicial para todos los que superan el IMC. Cuando él y sus colegas evaluaron los datos de más de 40 000 participantes en la encuesta anual sobre nutrición del Gobierno de EE.UU., descubrieron que casi la mitad de las personas del grupo con sobrepeso y el 29 por ciento de las que padecían obesidad tenían muchos de los indicadores de buena salud, desde la tensión arterial hasta el colesterol. Es más, el 30% de las personas con peso "normal" no los tenían.

Los individuos de mayor peso sin problemas de salud (conocidos en medicina como obesos metabólicamente sanos) suelen ser más activos físicamente y tener una buena forma cardiorrespiratoria, según escribieron los científicos en una revisión publicada el año pasado en BMJ Open Sport & Exercise Medicine. "Ya es hora de abogar por este cambio de estilo de vida más allá de su influencia en el balance energético", concluyeron los investigadores.

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Por qué es difícil mantener una pérdida de peso significativa

Las personas con cuerpos muy corpulentos pueden experimentar algunos beneficios para la salud al perder peso. Patty Nece, una persona con obesidad grave que preside el grupo de defensa del paciente Obesity Action Coalition, apoyado por la industria farmacéutica, afirma que la artrosis de sus rodillas empeora cuando aumenta de peso. Las investigaciones han demostrado que la apnea del sueño también puede mejorar con la pérdida de peso. Y las complicaciones tras una operación de prótesis de cadera son mayores en las personas con un IMC superior a 40.

Pero los estudios sobre dietas que han seguido a personas durante un largo periodo de tiempo no han relacionado una pérdida de peso sustancial y sostenida con mejoras significativas de la tensión arterial, el colesterol, los triglicéridos y otros marcadores de salud, según escriben los investigadores en Social and Personality Psychology Compass.

Parte del motivo es que la premisa en sí es errónea, afirma la psicóloga Traci Mann, directora del Laboratorio de Salud y Alimentación de la Universidad de Minnesota y coautora de la revisión. Muchas personas que hacen dieta pierden peso a corto plazo, pero la gran mayoría no mantiene el nuevo peso más allá del primer año. "Es un patrón predecible", afirma. Un estudio que analizó a más de 150 000 personas con sobrepeso a lo largo de 10 años calcula que las probabilidades de que una persona con un IMC superior a 30 alcance un peso normal son aproximadamente de una entre 100.

La culpa es de la biología básica y de la complejidad de la fisiología humana. "Cuando el cuerpo detecta una hambruna, se adapta para ayudarle a sobrevivir", dice Mann. El metabolismo cambia para poder funcionar con menos calorías. Mientras tanto, el cerebro se ocupa de dar prioridad a la búsqueda de alimentos, dice, un proceso ayudado por las hormonas del hambre como la grelina, cuya producción normalmente disminuye después de una comida, pero en las personas a dieta sigue siendo elevada.

Estas adaptaciones benefician a una persona que realmente pasa hambre, pero van en contra de alguien que espera adelgazar antes de su reunión universitaria. "A pesar de ingerir tan pocas calorías, empiezas a recuperar el peso y los demás te culpan de falta de fuerza de voluntad", dice Mann. Esto le ocurrió a Nece, que recuerda haber comido una vez tan sólo 900 calorías al día y haber hecho ejercicio regularmente en el gimnasio, y sin embargo "mi peso siguió subiendo".

La glucosa es un marcador sanguíneo que algunos estudios han asociado a la pérdida de peso. Pero incluso en este caso, dice Hunger, los hechos son difusos. Estudios como el muy publicitado Programa de Prevención de la Diabetes, iniciado a finales de la década de 1990, indicaba a los participantes con prediabetes que perdieran el 7% de su peso corporal mediante restricciones calóricas y que hicieran ejercicio 150 minutos a la semana. Al cabo de 10 años, en comparación con el grupo de control, esas intervenciones retrasaron el desarrollo de la diabetes en un 34%. Esto llevó a la Asociación Americana de Diabetes a recomendarlas, incluida la pérdida de peso del 7 por ciento, en personas con prediabetes.

Pero Mann y otros creen que es menos probable que la mejora se debiera a la pérdida de tan pocos kilos (12 para una mujer de 170) que al aumento de la actividad física. "El ejercicio es un componente infravalorado de ese estudio", afirma.

La semana pasada, tras revisar los datos sobre la diabetes, investigadores de la Universidad Northwestern instaron a los profesionales sanitarios a dejar de considerar el peso como factor y empezar a examinar a todos los adultos de 35 a 70 años para detectar la enfermedad. Esto contrasta con las recomendaciones actuales, que limitan las pruebas a las personas de ese rango de edad que entran en la categoría de sobrepeso u obesidad.

En lugar de centrarse en la pérdida de peso como vía para mejorar la salud, todo el mundo haría mejor en ignorar la báscula y centrar su atención en los comportamientos, afirma A. Janet Tomiyama, profesora de psicología de la Universidad de California en Los Ángeles y coautora del estudio Social and Personality Psychology Compass.

"Mover más el cuerpo, dormir bien por la noche, añadir una fruta o verdura más a la comida y controlar el estrés son cosas que hacen que cualquier persona esté más sana, independientemente de su peso", afirma Tomiyama, aunque no supongan la pérdida de un solo kilo.

Se llaman comportamientos saludables por una razón: "Te hacen más sano", afirma Mann. "El ejercicio no te hace más sano porque te haga más delgado. Los beneficios para la salud aparecen aunque no pierdas peso".
 

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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