¿Merece la pena probar la ketamina para tratar la depresión?

La terapia con ketamina ha demostrado poder cambiar vidas al tratar la depresión grave y la ansiedad. Pero los expertos dicen que debe tomarse con supervisión en lugares equipados para atender urgencias médicas y psicológicas.

Por Meryl Davids Landau
Publicado 17 nov 2023, 12:15 CET
Vista microscópica polarizada de ketamina cristalizada

Vista microscópica polarizada de ketamina cristalizada.

Fotografía de Micrograph by M. I. Walker, SCIENCE PHOTO LIBRARY

Aunque en España la ketamina no está todavía incluida en la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud, en Estados Unidos hay sobrados testimonios de pacientes y pequeños estudios que describen este anestésico como un tratamiento potencialmente útil para trastornos mentales como la depresión grave y pensamientos suicidas. Pero los expertos sanitarios están alarmados por su uso creciente y generalizado en condiciones de seguridad poco estrictas.

El mes pasado, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA, por sus siglas en inglés) publicó un aviso dirigido a pacientes y proveedores en el que señalaba los peligros físicos y psicológicos potencialmente graves de la ketamina, que suele administrarse en clínicas o consultas médicas mediante infusión o inyección intravenosa e induce un estado casi psicodélico lleno de pensamientos e imágenes fantásticos.

La FDA también afirmó que, dado que sólo había aprobado el uso de este fármaco durante intervenciones quirúrgicas, faltan ensayos clínicos sólidos para la amplia gama de dolencias y afecciones mentales para las que se utiliza.

"Se desconoce el perfil general beneficio-riesgo de la ketamina para el tratamiento de trastornos psiquiátricos", afirmó la agencia (la declaración no cubre Spravato, una administración en aerosol nasal de una forma específica de ketamina, esketamina, que la FDA aprobó en 2019 para adultos con depresión resistente al tratamiento cuando se toma con antidepresivos. Pero algunas investigaciones muestran que el aerosol no es tan efectivo como la versión intravenosa).

No es que nadie deba probar la droga. "La ketamina funciona en mucha gente. He visto cómo cambiaba vidas", afirma Sophie Holmes, investigadora de psiquiatría y neurología de la Facultad de Medicina de Yale (Estados Unidos), que ha documentado cambios positivos en las imágenes cerebrales bajo los efectos de la droga. Pero hay que tener cuidado con el paciente, dice.

"La ketamina es única por la rapidez de respuesta que proporciona", afirma Emily Whinkin, médico naturópata de Seattle, que recientemente describió mejoras significativas de la ansiedad y la depresión tras una a seis sesiones de psicoterapia asistida con ketamina en 18 pacientes de su clínica con trastornos por consumo de sustancias.

Afecciones como la depresión suicida, la ansiedad o el trastorno de estrés postraumático "tienen un impacto real en el funcionamiento y la calidad de vida de las personas y son difíciles de tratar incluso con una buena psicoterapia y una gestión experta de la medicación", afirma Whinkin.

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Efectos secundarios importantes de la ketamina

La ketamina sólo debe administrarse en entornos equipados para atender emergencias médicas, afirma Holmes, lo que no suele ser el caso de las numerosas clínicas de bienestar y proveedores de telesalud de EE. UU. que adoptan el fármaco para una amplia gama de aplicaciones de salud mental y alimentan un sector de 3000 millones de dólares que, según las previsiones, crecerá un 10% anual hasta el final de la década.

Holmes afirma que se necesita más investigación para comprender mejor quién puede beneficiarse de la terapia con ketamina, cuál debe ser el protocolo adecuado y, lo que es más importante, cómo funciona. La idea actual es que el fármaco aumenta las conexiones entre las sinapsis del cerebro, permitiendo el desarrollo de nuevas vías de pensamiento.

Mientras que algunas personas sólo experimentan náuseas leves y pasajeras, dolores de cabeza o malestar estomacal mientras toman el fármaco, otras pueden tener una respiración más lenta o un aumento de la tensión arterial.

"Si alguien tiene un problema cardiaco preexistente, esto podría ser peligroso", dice Holmes, que señala que todos los posibles pacientes de ketamina en Yale se someten de antemano a una prueba cardiaca de electrocardiograma y sus constantes vitales se controlan durante cada sesión.

Igualmente crucial es que las clínicas proporcionen suficiente apoyo psicológico. Los pacientes pueden asustarse durante las alucinaciones, dice Whinkin. Éstas suelen durar menos de una hora, mucho menos que las de verdaderos psicodélicos como la psilocibina o la dietilamida del ácido lisérgico, o LSD (para aprovechar el creciente interés por la medicina psicodélica, muchas clínicas anuncian la ketamina como terapia asistida con psicodélicos, aunque no sea un psicodélico propiamente dicho).

Las sesiones de "integración" posteriores al tratamiento son una parte vital de la experiencia. "Es una oportunidad para explorar el material psicológico que surgió durante el viaje, y si hay alguna confusión o confrontación de creencias preexistentes sobre el yo o el mundo, eso merece un apoyo cualificado", dice Whinkin.

Como su nombre indica, la terapia de integración, cuando se hace correctamente, también incorpora la experiencia alterada a acciones prácticas. "¿Cuál es el camino a seguir para aprovechar la experiencia y conseguir un cambio notable en la forma de vivir el día a día?", dice.

Tal vez la mayor preocupación sea el creciente uso de la ketamina en casa: mediante cápsulas orales o pastillas que se colocan bajo la lengua, dos sistemas de administración poco conocidos. Gracias a la normativa que empezó a aplicarse en 2020 en Estados Unidos tras el inicio de la pandemia, sólo es necesaria una breve cita de telesalud en lugar de una visita en persona antes de que la ketamina llegue al domicilio.

"Prescribirlo para uso doméstico es irresponsable, porque debe tomarse bajo supervisión de profesionales capacitados", insiste Holmes. El uso de estos productos sin la supervisión simultánea de un profesional sanitario "puede poner a los pacientes en riesgo de sufrir efectos adversos graves", afirma el aviso de la FDA.

El uso en casa también aumenta el potencial de abuso, ya que la ketamina se vende ilegalmente con fines recreativos, en Estados Unidos bajo el nombre de Special K. Esto es especialmente preocupante ya que algunas clínicas la utilizan para tratar el abuso de sustancias, dice Michael Schatman, experto en medicina del dolor y ética médica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, que expuso sus preocupaciones en una revista médica este año. "He visto a pacientes con dolor, dependientes de opiáceos, recibir ketamina nasal y volver a casa y abusar de ella", abasteciéndose y luego dándose un atracón, dice.

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Para algunos, la ketamina es un alivio duradero

A otros les preocupa que se esté abusando de un medicamento que consideran un salvavidas. Shira Renee Thomas, de 45 años, directora artística de una compañía de artes escénicas del sur de California, cree que no estaría aquí si no fuera por la ketamina.

Durante 25 años, Thomas sufrió episodios de depresión tan extrema que a menudo pensaba en el suicidio. Incapaz de abandonar la cama durante meses, la enfermedad afectó gravemente a su calidad de vida y desbarató su carrera como cantante de ópera.

A lo largo de los años fue hospitalizada en múltiples ocasiones, se le recetaron unos 20 medicamentos distintos (individuales y combinados) e incluso se sometió a terapia electroconvulsiva, que tuvo que abandonar tras perder tanta memoria que no podía recordar cómo conducir un coche o firmar un cheque.

Hace cuatro años, Thomas encontró una clínica que ofrecía ketamina.

"Mi primera infusión fue mágica", recuerda. Mientras estaba bajo su hechizo, vio cómo una diosa de la tierra apartaba sin esfuerzo las palabras denigrantes que se gritaba a sí misma cuando estaba deprimida, como que era estúpida o inútil. Ese comportamiento cesó posteriormente.

Otros síntomas tardaron varios años en desaparecer, pero después de casi 100 sesiones de ketamina, con sesiones de mantenimiento en curso, no ha vuelto a tener un episodio depresivo en casi un año (esto costó a su familia unos 30 000 dólares, porque el tratamiento con ketamina no suele estar cubierto por el seguro, aunque su aseguradora aceptó recientemente empezar a pagarlo).

Dado su potencial y sus riesgos, Schatman quiere que la gente esté claramente informada de los pros y los contras de la terapia con ketamina antes de recibir un tratamiento.

"En las clínicas de infusión vienen pacientes a los que se les dice que esto les va a ayudar y que ni siquiera son conscientes de que pueden alucinar", dice. La gente también debe saber que no hay un protocolo científicamente probado, dice, por lo que cada proveedor puede inventar sus propias reglas sobre la cantidad y la frecuencia con que se debe administrar.

"La gente debe entender que está experimentando", afirma Schatman. Algunos sufren tanto que están dispuestos a jugársela.

Si lo hacen, deberían aumentar sus probabilidades acudiendo a un profesional con un profundo conocimiento del fármaco que se tome en serio la seguridad, dice, "en lugar de a una clínica local o a un proveedor de telesalud."

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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