Una rama caída en un lago helado de Cambridgeshire Fens, al este de Inglaterra.

La espeluznante ciencia oculta en la niebla de las ciénagas y pantanos

Luces extrañas, criaturas en la niebla y claros de hadas forman parte del folclore de los humedales y tienen su origen en su química y clima únicos.

Una rama caída en un lago helado de Cambridgeshire Fens, al este de Inglaterra. La región alberga una gran variedad de humedales, y las ciénagas inspiraron antaño historias de espíritus fantasmales y hadas.

Fotografía de Paul Hart
Por Kit Chapman
Publicado 19 feb 2024, 15:36 CET

Las ciénagas son ricas en historias de terror, y los humedales del este de Inglaterra no son una excepción.

Las luces fantasmales de los fuegos fatuos; el perro negro diabólico Black Shuck acechando en la niebla; extraños anillos donde bailan las hadas, reina la brujería y sólo los tontos se atreven a entrar: los relatos de la zona están plagados de peligros sobrenaturales.

Incluso hoy, los 3884 kilómetros cuadrados de humedales de la región, que se extienden desde la fría mordedura del Mar del Norte hasta las agujas de Cambridge, son un lugar solitario una vez que se pone el sol. Es demasiado fácil encontrarse sumergido en aguas fétidas o absorbido por un lodo espeso y negro.

Un río en Linconshire, Inglaterra, atraviesa una ciénaga. Estos ecosistemas son perennemente húmedos, lo que contribuye a crear las condiciones que ayudan a preservar cuerpos y artefcatos.

Fotografía de Paul Hart

Los Fens, como se les llama localmente, no están solos. Hay humedales similares en todo el mundo, cada uno con un nombre que tiene un significado sutilmente distinto. Las ciénagas y los pantanos (las ciénagas son más ácidas) se forman en cuencas lacustres, creadas por el retroceso de los glaciares durante la última glaciación, que ahora están llenas de materia vegetal en descomposición llamada turba. A menudo está cubierta de musgo Sphagnum, lo que hace que el suelo sea blando y traicionero. Las marismas, por su parte, son zonas inundadas cerca de ríos y costas, cuya superficie está salpicada de juncos y arbustos de tallo blando. Sustituye estas plantas herbáceas por tocones leñosos y árboles, y tendrás un pantano.

Independientemente de su nombre, estos reinos son un terreno fértil para nuestro folclore fantasmal.

La niebla es uno de los peligros más formidables de un pantano.

"Si hay suficiente humedad relativa (agua en el aire), se produce condensación en las partículas de aerosol", explica Nadine Borduas-Dedekind, química atmosférica de la Universidad de Columbia Británica (Canadá). "Si fueras al Ártico, nunca verías niebla, ya que hay muy pocas partículas en el aire. Pero en un pantano, hay material biogénico y agua pulverizada".

Los principales responsables de esta niebla son los compuestos orgánicos volátiles, pequeñas partículas desprendidas por las plantas que se evaporan rápidamente. Éstas, explica Borduas-Dedekind, se oxidan en el aire, formando moléculas más grandes que pueden absorber fácilmente el agua y formar nubes.

La hora del día en que esto ocurre también es clave para las ilusiones de un humedal.

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      Izquierda: Arriba:

      La humedad natural de los humedales como éste produce nieblas densas. Estas condiciones suelen ser más densas al amanecer y al atardecer, cuando nuestros cansados ojos pueden evocar sombras misteriosas.

      Derecha: Abajo:

      En estos ecosistemas se observan a veces luces tenues y fantasmales que, según los científicos, pueden deberse al gas fosfina que burbujea en la superficie del agua.

      fotografías de Paul Hart

      Al ponerse el sol, la superficie de la Tierra se enfría. Esto hace que el aire sea más denso y aumente la humedad relativa, condensando más vapor de agua y dando lugar a un fenómeno conocido como niebla de radiación. Este tipo de nube espesa y baja suele aparecer a última hora de la noche o justo antes del amanecer, justo en el momento en que nuestras mentes cansadas empiezan a ver formas en la oscuridad. No es de extrañar que el mejor detective del mundo de ficción, Sherlock Holmes, se enfrentara al salvaje sabueso de los Baskerville entre las nieblas nocturnas de un lodazal.

      Tal vez no sorprenda, entonces, que otro de los enemigos sobrenaturales de las tierras húmedas también juegue con nuestra inquietud en la oscuridad. Los fuegos fatuos,  o ignis fatuus, conocidos en inglés como will o' the wisp, jack-o'-lantern o fool's light [las luces del tonto], son antorchas fantasmales que atraen a los viajeros fuera de los caminos seguros de las ciénagas y los arrastran a un pozo del que nunca regresan. Aunque los relatos de estas luces han desaparecido en los tiempos modernos, las historias de estas luces fantasmales siguen impregnando nuestra cultura, inspirando tanto la Ciénaga de los Muertos del Señor de los Anillos de J. R. R. Tolkien como las calabazas que sacamos en Halloween.

      Se han dado numerosas explicaciones científicas a estas luces. La más plausible es el gas fosfina, creado a partir de la fermentación de materia vegetal en el entorno de bajo oxígeno del suelo. Como observaron químicos de la Universidad de Pavía (Italia) en 2013, la fosfina burbujea hasta la superficie, donde se encuentra con el nitrógeno y el oxígeno de la atmósfera, una reacción que desencadena un tenue resplandor conocido como quimioluminiscencia.

      Esta pálida luz sólo es visible en plena oscuridad, lo que explica por qué ya no se ve en nuestro mundo moderno, lleno de farolas y hogares lejanos.

      (Relacionado: ¿Qué antiguos secretos se esconden bajo esta desconocida ciénaga irlandesa?)

      Hogar de anillos de hadas y cuerpos de ciénaga

      Incluso durante el día, estos humedales ingleses conservan rincones que provocan escalofríos.

      Cualquiera que se haya adentrado en una marisma se habrá topado con un anillo de hadas: una extraña parcela de tierra donde la vida vegetal es notablemente diferente, a menudo sin razón aparente. Se dice que indican el reino de los hadas y una zona que no debe ser perturbada.

      La ciencia apoya nuestro instinto de evitar estos claros, aunque no por culpa de las hadas. Pueden ser el lugar de un enterramiento clandestino.

      "La descomposición cambia por completo la química del suelo", explica Amy Rattenbury, forense de la Universidad de Wrexham (Gales; Reino Unido). Los fluidos se filtran en el suelo y acaban inicialmente con la vida vegetal, pero luego el cadáver se convierte en una fuente de nutrición. Antes había varias especies de plantas luchando por el mismo espacio. De repente, se dan las condiciones óptimas para una especie concreta".

      Las ciénagas son famosas por esconder momias muertas hace mucho tiempo. La escasez de oxígeno y las condiciones ácidas ayudan a conservar la piel y el pelo. Se han encontrado unos 2000 cuerpos antiguos en ciénagas de toda Europa.

      Fotografía de Paul Hart

      El efecto crea un patrón distinto en el suelo. "Se puede ver el contorno de lo que está enterrado. Hemos observado que las ortigas se desarrollan mejor donde hay descomposición que donde no la hay".

      También hay cadáveres mucho más antiguos en la ciénaga.

      La turba es ácida y pobre en oxígeno, lo que impide la descomposición y crea un entorno libre de microbios. El musgo Sphagnum de la superficie también ayuda a conservar los cadáveres, ya que libera ácidos húmicos que desactivan las enzimas digestivas del intestino, expulsan el agua de las células y hacen que las fibras de colágeno de la piel se entrecrucen entre sí. Con el tiempo, la carne del cadáver se convierte en cuero. El resultado es que un cuerpo de pantano puede encontrarse siglos, o incluso miles de años, después de haber caído en la turba; el más antiguo conocido, el Hombre de Koelbjerg (Dinamarca), murió alrededor del 8000 a.C.

      Como todas las buenas historias de fantasmas, parece que hay algo de verdad en algo que acecha bajo la superficie de nuestros pantanos.

      Kit Chapman es un escritor científico residente en Falmouth (Reino Unido).

      Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.

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